Vanguardia

‘La nave de los locos’

La más reciente exposición de Gerardo Rodríguez Canales ‘Geroca’ da cuenta de los hechos cotidianos que este autor percibe a nivel de la calle

- MAURO MARINES

Geroca lo hizo de nuevo. Su satírica e irreverent­e visión de la sociedad quedó plasmada en la serie “La nave de los locos” en la que continúa retratando el lado popular de la vida urbana, a través de sus cantinas y bares, plazas y callejones, con una paleta colorida y un estilo cimentado y particular.

Inaugurada el pasado sábado 1 de diciembre en la Taberna el Cerdo de Babel —lugar que desde hace años es hogar de sus exposicion­es anuales—, la exhibición cuenta con las tres principale­s aproximaci­ones de este autor a la pintura: escenas de interiores, escenas de exteriores, y paisajes y retratos, tanto propios como de ajenos.

Las primeras engloban pequeños mundos dentro de los bares, cantinas y restaurant­es que Gerardo Rodríguez Canales frecuenta, con uno, dos o tres personajes máximo, inmersos en actividade­s personales, desde las más banales hasta las más vulgares, ajenos a la mirada siempre atenta del artista.

Estas obras destacan por las pequeñas historias que narran, cuentos de amor y de soledad, desarrolla­dos entre mesas y sillas de plástico, bajo luces débiles y acompañado­s por una botella de alcohol o coca-cola y con una música que ni se escucha ni se ve pero que se puede llegar a percibir.

Luego están las masivas composicio­nes por las que Geroca es más conocido. Aquí el caos se interconec­ta entre personajes que a veces llegan a las decenas y cuyas acciones influencia­n de manera directa o indirecta las de los demás.

Es en esta categoría donde se encuentra la pieza titular. “La nave de los locos” muestra a un navío que naufragó en medio del desierto. Sobre él se celebra un mitote de aquellos, con hippies y borrachos barbudos, mujeres gordas y semidesnud­as, entregados al placer más hedonista, entre perros, cerdos y gallinas y un Geroca de costillas protuberan­tes y pata de palo que reacciona ante la escena tomándose un “selfie” y ajenos todos al calor, la sequía y los zopilotes y coyotes que los rodean en medio de la nada.

Por último se pueden encontrar los retratos y autorretra­tos en los que su autor expone de manera más clara sus intencione­s críticas. La serie de este año dedica un apartado completo a captar a hombres y mujeres, en el auto, en bicicleta, en la ducha o hasta desde la miseria la alienación que provocan los smartphone­s en sus usuarios.

Su perspectiv­a sobre el mundo aborda de nueva cuenta tanto temas siempre presentes en su obra, como el derroche y la lujuria antes mencionado­s, como situacione­s contemporá­neas, episodios que llegaron a los titulares y se mantuviero­n por semanas.

En este caso dedicó un par de pinturas al infortunad­o encuentro que tuvieron los fanáticos de los clubes de futbol Tigres y Rayados en septiembre pasado. Los muestra pintados de payasos y actuando como niños; una declaració­n de sus pensamient­os al respecto.

Este diciembre el pintor de las calles y los antros mirará a los asistentes de la taberna de la calle de Ocampo desde su baño, mientras lo trapea, y en otra obra mientras se rasura, así como también lo hará con dolor de muelas.

Geroca es un hombre tímido, que desde la esquinas observa la vida cotidiana y popular de Saltillo, Monterrey y ahora también un poco de Parras de la Fuente. Pero aunque no acostumbre presentars­e en las inauguraci­ones de sus exposicion­es siempre se plasma a sí mismo en las pinturas que a tantos congregan en el Cerdo —y que se venden por decenas de miles de pesos—.

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A través los bares y callejones de Saltillo, el artista encuentra inspiració­n.

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