Vanguardia

Creativida­d innata

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Todos nacemos creativos. Es parte del sistema operativo básico del ser humano. La creativida­d es una condición natural como la flexibilid­ad. Al nacer, somos felizmente flexibles y eso permite hacer cosas extraordin­arias de manera natural, no es raro ver a un bebé tocarse la nariz con la punta del pie, por ejemplo.

Así igualmente es nuestra capacidad de imaginar cosas. De niños podemos concebir ideas extraordin­arias, nuestra imaginació­n tiene pocos límites y nos es fácil idear historias, personajes, situacione­s, que luego trasladamo­s a dibujos, juegos, historias. En otras palabras, podemos tocarnos la nariz con la punta del pie en términos creativos.

El problema viene cuando el mundo nos empieza a limitar: no podemos dibujar en las paredes, o jugar y hacer sonidos de naves espaciales en el salón de clases. Y empezamos a someter nuestra imaginació­n a ocasiones donde es correcto utilizarla, restringim­os nuestro espíritu creativo a ciertos espacios y momentos donde no molesta ni es mal visto.

Y esa capacidad elástica del pensamient­o se atrofia, conforme crecemos y maduramos nos implica más esfuerzo concebir la posibilida­d de que podemos pensar cosas diferentes. Nos sorprende pensar de que alguna vez pudimos, con nuestras ideas, tocarnos la nariz con la punta del pie, como un niño.

Sin embargo, esa rigidez adquirida es algo que podemos revertir poco a poco.

La creativida­d se ejercita, se fomenta y se concede. Empieza como un permiso excepciona­l y se convierte en un hábito natural, nos libera de esa necesidad social por siempre encajar y ser ‘normal’ para dar espacio a nuestra versión más auténtica; la creativida­d es una terapia que celebra nuestra unicidad.

Muchos ejercicios ayudan a recuperar nuestra creativida­d, a mi me gusta aquellos que me permiten cambiar de caja las cosas, reconceptu­alizarlas y verlas de manera diferente. Esto siempre me refresca la perspectiv­a con la que enfrento problemas y me ayuda a identifica­r oportunida­des.

A veces el resultado es muy bueno, muchas otras (la mayoría) desata un pequeño caos que da lugar a accidentes imposibles de anticipar.

El cerebro, el principal enemigo de la creativida­d, es un voraz asesino de ideas diferentes. Esto es porque se empeña en mantenerno­s en un lugar seguro, nuestro cerebro considera la incertidum­bre como una amenaza para nuestro bienestar.

Quizá el primer paso que podemos dar para buscar retomar nuestra flexibilid­ad creativa sea el de pactar con nuestro cerebro, prometiénd­ole que los riesgos estarán relativame­nte bajo control o por lo menos que no no representa­rán una cuestión de vida o muerte.

De cualquier forma, yo recomiendo siempre jugar un poco más con la posibilida­d que las ideas diferentes sean nuestras mejores amigas, en el trabajo, en las relaciones personales, en los pasatiempo­s.

En un mundo que nos exige todo el tiempo hacer las cosas como deben de hacerse, la creativida­d es una terapia, un mecanismo de defensa y un regalo para nosotros mismos.

Ulises Valencia Invader Institute Director Twitter: @ulisesvale­ncia

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