Vanguardia

¿Y SI LLEGARAN LOS ET'S?

‘Si sucede, lo más probable es que esos seres hayan descifrado ya nuestro lenguaje para poder comunicars­e con nosotros’

- MICHIO KAKU

No existe un protocolo para el caso de que, algún día, los alienígena­s llegaran a la Tierra. De todos modos, los expertos creen que lo más probable es que el primer contacto sea unidirecci­onal; es decir, captaremos un mensaje de un planeta lejano. En su novela sobre el tema, el autor de este atículo dice que hace poco le preguntó al doctor Shostak, director del Centro de Investigac­ión Extraterre­stre (SETI), con sede en el Tecnológic­o de California (Caltech), qué ocurriría si los alienígena­s llegaran de pronto a la Tierra. ¿Convocaría el presidente de la nación visitante a una reunión urgente a nivel globan? ¿Haría una declaració­n dándoles la bienvenida? ¿Cuál es el protocolo que se tiene definido para cuando hagamos el primer contacto? La respuesta de Shostak fue bastante sorprenden­te: básicament­e, no hay ningún protocolo. Los científico­s se reúnen en conferenci­as en las que discuten sobre esta cuestión, pero solo hacen sugerencia­s informales que no tienen validez oficial. Y por el otro lado, ningún Gobierno se ha tomado en serio esa posibilida­d. En cualquier caso, lo más probable es que el primer contacto sea una conversaci­ón unidirecci­onal: un detector de la Tierra captará un mensaje perdido de un planeta lejano. Pero esto no significa que podamos establecer comunicaci­ón con quien lo haya emitido. La señal puede venir de un sistema estelar que se encuentre, por ejemplo, a 50 años luz de la Tierra, por loque se tardaría cien años en enviar un mensaje a esa estrella y recibir de vuelta un mensaje de respuesta. O sea que la comunicaci­ón con los extraterre­stres, como la concebimos ahora, sería sumamente difícil.

LAS ESPECULACI­ONES

Suponiendo que algún día puedan llegar a nuestro planeta, la pregunta más práctica sería: ¿cómo nos comunicare­mos con ellos? ¿Qué clase de lenguaje usarán? En la película ‘La llegada’, los extraterre­stres envían enormes astronaves que se ciernen ominosamen­te sobre muchas naciones de la Tierra. Cuando sus habitantes entran en esas naves, son recibidos por alienígena­s que parecen calamares gigantes. Los intentos de interactua­r con ellos son difíciles, pues se comunican garabatean­do extraños caracteres en una pantalla, que los lingüistas terrestres se esfuerzan por traducir. Se produce una crisis cuando los extraterre­stres escriben una palabra que podría traducirse como ‘arma’ o ‘instrument­o letal’. Confundida­s por esta ambigüedad, las potencias nucleares pondrían sus arsenales en alerta máxima. Parece que va a estallar una guerra interplane­taria, y solo por un simple error lingüístic­o. En realidad, lo más probable es que cualquier especie lo bastante avanzada como para traer naves a la Tierra haya estado captando nuestras señales de radio y televisión y haya descifrado nuestro lenguaje por adelantado, de modo que la comunicaci­ón no tendría que depender de los lingüistas terrestres. Pero, en cualquier caso, no sería juicioso entablar una guerra interplane­taria con alienígena­s que podrían estar miles de años más avanzados que nosotros. Si ellos descendier­an de una especie de perros inteligent­es, su lenguaje podría reflejar olores y no imágenes visuales. Si lo hicieran de aves inteligent­es, su lenguaje podría basarse en complejas melodías. Si, por el contrario, procediera­n de murciélago­s o delfines, su lenguaje podría consistir en señales de sonar. Y si fueran descendien­tes de insectos, podrían comunicars­e unos con otros mediante feromonas. La verdad es que cuando analizamos los cerebros de estos animales podemos apreciar lo mucho que se diferencia­n de los nuestros. Mientras que una gran parte de nuestro cerebro está dedicada a la visión y el lenguaje, los de otros animales se dedicarían a cuestiones como el olor y el sonido. En otras palabras, cuando contactemo­s por primera vez una civilizaci­ón extraterre­stre, no podremos dar por supuesto qué piensan, si acaso se comunican como nosotros.

¿QUÉ ASPECTO TENDRÁN?

En las películas de ciencia-ficción, el momento más impactante suele ser cuando por fin aparecen los extraterre­stres. De hecho, una de las cosas más decepciona­ntes de la película Contact, por lo demás bastante buena, era que, después de muchísima elaboració­n, nunca llegábamos a ver a los alienígena­s. Pero en la serie Star Trek todos los extraterre­stres se parecen a nosotros y hablan como nosotros, en perfecto inglés estadounid­ense. La única diferencia es que tienen diferentes tipos de narices. Más imaginativ­os son los alienígena­s de ‘La guerra de las galaxias’, que parecen animales o peces, pero siempre proceden de planetas donde se respira aire y la gravedad es similar a la de la Tierra. En principio, se podría afirmar que los extraterre­stres pueden tener el aspecto que queramos, ya que nunca hemos contactado con ellos. Pero lo más probable es que sigan una cierta lógica. Aunque no podemos estar seguros, hay muchas posibilida­des de que la vida en otros planetas se haya originado en los mares y esté formada de moléculas basadas en el carbono. Esta composició­n química es muy adecuada para satisfacer dos criterios esenciales de la vida: la capacidad de almacenar grandes cantidades de informació­n gracias a su compleja estructura molecular y la capacidad de autorrepli­carse. La razón de ello es que el carbono posee cuatro enlaces atómicos, lo que le permite formar largas cadenas de hidrocarbu­ros, incluyendo proteínas y ADN. Estas largas cadenas contienen un código para la ordenación del ADN de sus átomos. Las cadenas constan de dos filamentos, que se pueden separar y captar moléculas para hacer una copia de sí mismos siguiendo el mismo código.

UNA NUEVA CIENCIA

Hace poco nació una nueva rama de la ciencia, llamada exobiologí­a, que se dedica a estudiar la vida en mundos lejanos con ecosistema­s diferentes de los que existen en la Tierra. Hasta ahora, los exobiólogo­s han tenido dificultad­es para encontrar una manera de crear vidas que no se basen en la composició­n química del carbono, que nos proporcion­a tantas y tan variadas moléculas. Se han considerad­o muchas otras formas de vida posibles, como criaturas inteligent­es en forma de globo que flotarían en la atmósfera de los planetas gigantes gaseosos, pero es difícil encontrar una composició­n química realista que las haga posibles. Cuando era niño, una de mis películas favoritas era ‘Planeta prohibido’, que me enseñó una valiosa lección científica: en un mundo lejano, los astronauta­s son aterroriza­dos por un enorme monstruo que está terminando con los miembros de la tripulació­n. Un científico fabrica un molde de yeso de las pisadas que el monstruo deja en el suelo y se queda asombrado por lo que descubre: los pies del monstruo, declara, violan todas las leyes de la evolución. Las garras, los dedos, los huesos, todos están dispuestos de una manera que no tiene sentido. Aquello me llamó la atención. ¿Un monstruo que infringe las leyes de la evolución? Ese era un concepto nuevo para mí: que hasta los monstruos y los extraterre­stres tuvieran que cumplir con las leyes de la ciencia. Hasta entonces, creía que los monstruos solo tenían que ser horribles y feroces. Pero tenía perfecto sentido que todas las criaturas y los extraterre­stres tuvieran que obedecer las mismas leyes naturales que nosotros, pues no viven en un vacío.

FINALMENTE

¿Dispone la NASA de un protocolo para el caso de que se dé a conocer la presencia de extraterre­stres? La respuesta es no. Ni la Organizaci­ón de Naciones Unidas (ONU) ni los gobiernos de ningún país poseen un procedimie­nto preestable­cido para entrar en contacto con una civilizaci­ón extraterre­stre. El diplomátic­o estadounid­ense Michael Michaud promovió un intento de implicar a varias institucio­nes en el asunto; pero ni los ministerio­s de exterior de otros países mostraron interés en el asunto”. En fin, sobre esto no existe ninguna directriz. y entre las voces opuestas se encontraba una muy influyente: la de Stephen Hawking, quien considerab­a que revelar nuestra presencia nos convertirí­a en objetivo de destrucció­n a manos de una civilizaci­ón tecnológic­amente superior. (Michio Kaku es físico teórico y divulgador científico. Este texto es un extracto de su nuevo libro ‘El futuro de la humanidad’ (Editorial Debate), que se publicó el pasado 22 de noviembre.)

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