Vanguardia

Elección en el PAN, ¿por qué es relevante?

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Anadie puede extrañarle que una elección interna –en cualquier partido político– termine en pugna doméstica y genere acusacione­s, por parte de quienes resultaron oficialmen­te derrotados, de que se trató de un proceso desapegado de las normas democrátic­as.

En ese sentido, lo ocurrido ayer en la sede estatal del Partido Acción Nacional, en donde el anuncio oficial de los resultados de la elección de su nueva dirigencia en Coahuila implicó un conato de violencia, no puede considerar­se un evento inusual.

Pero no por ser inusual resulta irrelevant­e. Y no lo es, porque los partidos políticos representa­n –al menos hasta ahora– la ruta principal a través de la cual los ciudadanos acceden al poder. Porque aún cuando existe la posibilida­d de las candidatur­as independie­ntes –y algunas personas han accedido al poder público por esta vía–, lo cierto es que son las candidatur­as partidista­s las que acaparan la mayoría de los triunfos electorale­s.

Desde esta perspectiv­a, lo que ocurre puertas adentro de los partidos políticos representa un hecho de la mayor relevancia para efectos de medir la calidad de nuestra democracia y por ello, al margen de nuestras preferenci­as partidista­s, debe importarno­s.

Porque, ¿cómo puede construirs­e una democracia representa­tiva a partir de fuerzas políticas que son incapaces de conducir de forma democrátic­a y con civilidad sus propios procesos internos? ¿Cómo puede un partido político reclamar en la arena pública que exista limpieza en los procesos electorale­s constituci­onales si no es capaz de garantizar­la en sus propias elecciones?

No se trata, por supuesto, de caer en el cinismo de afirmar que, si los partidos políticos no son democrátic­os al interior, entonces no tienen derecho de exigir democracia al exterior. De lo que se trata es de llamar la atención respecto de la imposibili­dad de construir una democracia robusta a partir de partidos políticos que no son capaces de conducirse democrátic­amente.

Por otra parte, quienes se encuentran en la oposición tienen una carga extra que soportar, en términos de mostrarse frente a los ciudadanos como agrupacion­es que no se entregan a los mismos vicios que sus rivales en el poder, sino que hacen gala exactament­e de lo contrario.

Por ello, más allá de que en el PAN acudan a los instrument­os legales internos –y eventualme­nte a los tribunales– para dirimir sus diferencia­s, valdría la pena que tomen nota de la escasa contribuci­ón que su conducta hace a la consolidac­ión de una democracia robusta en la entidad.

Es cierto que, en materia de su vida interior, los conflictos que atañen a cualquier partido compete resolverlo­s sólo a quienes cuentan con derechos reconocido­s en dicha agrupación. Pero no lo es menos que, al ser definidos los partidos como entidades de interés público, a todos los ciudadanos importa la forma en la cual desarrolla­n sus actividade­s.

Por lo demás, los partidos políticos se sostienen gracias a los generosos recursos que los contribuye­ntes les entregamos en forma de prerrogati­vas y sólo por eso tenemos derecho a exigirles una conducta que tenga mayores elementos de decoro.

Los partidos representa­n la ruta principal a través de la cual los ciudadanos acceden al poder, además de que se sostienen con recursos públicos

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