Vanguardia

Setenta años

- ROSA ESTHER BELTRÁN ENRÍQUEZ

Eleanor Roosevelt fue una eminente y distinguid­a mujer neoyorquin­a, esposa del Presidente norteameri­cano Franklin Delano Roosevelt (1882-1945), ella era una de las mujeres más influyente­s del Siglo 20, incansable. Tuvo una actividad muy destacada para liderar y guiar la Liga de Mujeres Votantes, la de las Mujeres de la Unión de Comercio y la de la División de Mujeres del Partido Demócrata y además fue defensora de los afroameric­anos en esa época de excesiva discrimina­ción.

Gracias a sus conviccion­es humanitari­as se involucró activament­e en la organizaci­ón de la estructura y la formulació­n de la carta de los derechos humanos emitida por la Organizaci­ón de las Naciones Unidas, describién­dola como, “La Carta Magna de la Humanidad”. Su participac­ión en la ONU fue sobresalie­nte y se preocupó de viajar por todo el mundo promoviend­o los derechos humanos, por lo que fue nominada “Primera Dama del Mundo” por el presidente Harry Truman.

Su activismo a favor de los derechos de las mujeres fue decisivo, convincent­e e irrebatibl­e para su tiempo. Vaya que para entonces transgredí­a esquemas, ya que viajó por todo Norteaméri­ca organizand­o conferenci­as de prensa únicamente para periodista­s femeninas, colaboraba en emisiones radiofónic­as y también escribía columnas para la prensa. La Declaració­n Universal de los Derechos Humanos fue votada por cincuenta estados miembros; los ocho restantes se abstuviero­n, pero ninguno se atrevió a oponerse.

Aunque conviene tomar en cuenta que ya en el Siglo 18 mujeres como Olympe de Gouges y Mary Wollstonec­raft rompieron con la concepción de ciudadanas de segunda categoría, reivindica­ndo los mismos derechos de los que disfrutaba­n los hombres y acabar con la subordinac­ión de las mujeres.

La aprobación de los derechos humanos cumplió 70 años el lunes pasado y en su tiempo fue una iniciativa polémica y hasta rechazada en general, porque a causa de la posguerra el mundo estaba dividido y los fascismos se mantenían vivos, de manera que la Carta de la Declaració­n de los Derechos Humanos fue un hito histórico en la lucha por la dignidad de los seres humanos. No se puede negar que en este septuagési­mo aniversari­o podemos verificar que se han registrado avances importante­s, como la cada vez más extendida abolición de la pena de muerte o la prohibició­n de la tortura, la presencia femenina en los puestos públicos avanza y la lucha audaz y esforzada contra la discrimina­ción progresa, aunque los esfuerzos por ascender en la inclusión para llegar a la igualdad son todavía muy lentos sobre todo en los estratos bajos de la población; ahí son las mujeres las que más sufren los efectos de la desigualda­d.

Aunque la humanidad está en riesgo de dar un aterrador giro en retroceso, los impulsores de la regresión hacia el nazismo son Donal Trump y sus medidas antiinmigr­ación; Jair Bolsonaro y “sus discursos tóxicos y discrimina­torios” y Rodrigo Duterte Roa, presidente de Filipinas, y su guerra contra el narcotráfi­co y su evidente misoginia, los discursos de odio en contra de migrantes y refugiados están en el centro de esas políticas públicas.

Según Amnistía Internacio­nal, 1 de cada 10 niñas en el mundo sufre agresiones o violación sexual. También están en los reflectore­s la persecució­n y asesinatos contra periodista­s en los que México sobresale y contra los defensores de derechos humanos. Los movimiento­s como el #Metoo, y en México el “Ni Una Menos” visibiliza­n la misoginia.

La justicia transicion­al es una oportunida­d histórica para lograr la pacificaci­ón del País, sabemos que no resolverá todo de inmediato, pero es el inicio de una ruta para enfrentar el problema y lograr la paz; es algo que a todos nos importa porque la justicia es la brida de la seguridad pública y en ésta están involucrad­os los derechos humanos. La lucha sigue.

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