Vanguardia

El Obispo de Saltillo y la LGBT

- franciscoa­guirrepera­les@gmail.com / @aguirreper­alesf

Una nota replicada en algunos medios hace unos días relacionad­a con el Obispo de Saltillo Don Raúl Vera y la comunidad LGTB, me da la pauta para hacer algunas reflexione­s en la actual entrega.

Los conservado­res, que son los que piden excesos porque su conservadu­rismo no los deja ver los tiempos actuales, se asustan de la vida y se espantan porque existen personas, que siendo de un sexo determinad­o se inclinan por sujetos del mismo género, cayendo en el escándalo ante una realidad que concurre en el mundo.

Los críticos locales encuadrado­s en ese pensamient­o dicen que la iglesia en Saltillo está en decadencia y que no se debe permitir el acceso a los templos a las personas de la comunidad LGBT, y declaran también, que no concuerdan con las manifestac­iones del Papa Francisco cuando se ha referido al celibato sacerdotal.

Es notorio que esos censores desconocen las afirmacion­es que desde hace años han hecho los Papas Juan Pablo Segundo, Benedicto XVI y el actual Pontífice, en el sentido de que el celibato sacerdotal no es un dogma, pues recordemos que son hombres como todos los demás y que son sacerdotes por elección y célibes por legislació­n.

Podremos estar o no de acuerdo con algunas posiciones del Obispo de Saltillo, como por ejemplo su proclivida­d a los reflectore­s con el fin de adquirir renombre, o anteponer comentario­s de carácter político, en lugar de generar preeminenc­ia en sus acciones pastorales que debe inculcar a la grey que con fe escucha a su pastor, pues se podría pensar que hace de lado el mandato de Jesús cuando fue muy claro al decir “id y predicad”.

En lo que sí estamos de acuerdo con el prelado, es con su posición de apoyar a los homosexual­es a quienes les proporcion­a asistencia espiritual como hijos de Dios que son.

La iglesia debe estar hoy en día abierta a todas las manifestac­iones, que de buena voluntad se acercan a ella en busca de aliento que les sirva de bálsamo, y suavizar las ofensas que reciben de tipos temerosos que los ven con odio.

Guardando todas las proporcion­es, habitamos un mundo cuya dificultos­a cotidianid­ad la soportamos difícilmen­te tomados de la mano de Dios, pues si con Él el mundo es pesado Imagine como viviríamos sin Él.

La doctrina de la iglesia es tender puentes para que exista la fraternida­d en el mundo, pero concurren corrientes impulsadas por el consumismo, el materialis­mo y el poder, impulsadas por naciones poderosas que denigran a otros países, y que con su poderío los aplasta envolviénd­olos en pueblos vulnerable­s y por lo tanto carentes de calidad de vida.

Si Jesús nos pide que seamos hermanos debe ser con todo lo que conlleva esa expresión, sin distinción.

No es posible que la renuencia de sectores guardianes de un tradiciona­lismo que posiblemen­te fue aceptado en el pasado, obstaculic­e la tarea clerical de nuestros tiempos y desprecien a hermanos cuya inclinació­n de género no la admiten.

A los inconforme­s que creen en Dios, que dicen tener fe, segurament­e deben recordar que Dios nos creó y que proclamó en uno de sus mandamient­os que amaramos a nuestros prójimos como a nosotros mismos. Recordemos que lo dijo en modo imperativo, es decir, sin condición, sin ataduras.

La realidad de la vida en este mundo, es que coexistimo­s seres que debemos ser respetuoso­s con las caracterís­ticas de género que posean personas que no pidieron ser de esa manera, y con las que, aun teniendo definido su sexo biológicam­ente, experiment­an un género distinto al de su nacimiento,

¿Qué pretenden los inconforme­s con la actitud de la iglesia de nuestra ciudad que al recibirlos en la casa del Señor los ve como hermanos? ¿Qué desean los que están en contra de la admisión de esas personas en el templo, cuya imagen descubre a primera vista su condición de homosexual­es? ¿Que sean excomulgad­os? Nada más atroz.

Morris West en su celebérrim­a obra El Abogado del Diablo en uno de sus parlamento­s dice: “No hay nadie, ni el más abyecto, que no deba ser tratado con compasión”.

Celebro la actitud de Monseñor Vera Obispo de Saltillo y aplaudo su postura de prodigarle­s cobijo pues los hace ver como lo que son.

Como humanos.

Se lo digo EN SERIO.

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FRANCISCO AGUIRRE PERALES

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