¡ESO PIDO, Y BARRAS DERECHAS!
El Quijote II, 51
Un día, ya instalado como gobernador de la Ínsula Barataria, Sancho Panza se pone a juzgar casos. Ante la presencia del “mayordomo y demás acólitos”, escribe Cervantes que se presenta un forastero y le hace una pregunta acerca de cómo debían resolver cuatro jueces un caso “de importancia y algo dificultoso” que les fue presentado. Todo parece indicar que el propósito de dicho forastero era más bien probar el ingenio y sentido de justicia del buen Sancho.
El caso es en efecto arduo y complejo. Se trata del típico dilema bicornudo, que si se resuelve en un sentido se yerra, y si en otro también. Corresponde a la historia de los usuarios de un puente que si al cruzarlo mienten son ahorcados, que veremos a propósito de otro refrán.
Como Sancho lo resuelve con gran ingenio, prudencia y sentido de la justicia, el mayordomo admirado le dice “que el mismo Licurgo, que dio leyes a los lacedemonios, no pudiera dar mejor sentencia que la que el gran Panza ha dado”.
A manera de recompensa y considerando que al pobre gobernador lo tenían prácticamente muerto de hambre, el mayordomo comenta que dará orden para que “el señor gobernador coma muy a su gusto”.
“- ¡ESO PIDO, Y BARRAS DERECHAS! –dijo Sancho-: denme de comer, y lluevan casos y dudas sobre mí, que yo las despabilaré”.
Al exclamar Sancho: ¡Eso pido, y barras derechas!, pretende dar a entender que es precisamente lo que desea y sin engaño, sin malicia (barras derechas).