Vanguardia

El hombre que plantaba árboles

- CARLOS MANUEL VALDÉS

Un estudio internacio­nal señala el rescate de Zapalinamé como uno de los tres más importante­s del mundo.

En 1953 el gran escritor Jean Giono publicó un bellísimo texto en el que relataba sus relaciones con un personaje solitario de las montañas del sur de Francia que durante años se dedicó a sembrar árboles junto a su tarea como pastor de ovejas. Anualmente sembraba alrededor de mil en aquellas tierras desoladas en las que el viento hería los rostros. Casi no había agua más que en una noria de la que la sacaba con una garrucha aun para darla a los borregos. El hombre que plantaba árboles trabajó hasta que advino su muerte en un asilo. Arriba, en la montaña, habían regresado los manantiale­s, la República Francesa declaró al bosque como área natural protegida (ojo: le llamaron bosque natural sin serlo).

Jesús León Santos era un joven mixteco de Oaxaca que un buen día sintió que el predio, propiedad de su familia, era un páramo. Y lo era, porque hay fotografía­s. Pensó que aquel paisaje desértico no encajaba con su terruño, pues en vez de arena debiera haber un bosque. Empezó a plantar árboles y esto a 40 años de que Giono había muerto: es claro que desconocía su escrito. Cada año avanzaba en su afán y, al ver que crecían sus sotos y huertos, se animaba más. Cuando los árboles de la parte alta crecieron, Jesús León fue introducie­ndo otras especies. Unos años después, de pronto brotó agua: el manantial regresó tras muchas décadas de ausencia.

No sólo tenía agua, también leña cerca de su casa y frutos, además del preciado maíz, calabaza, magueyes y otros productos.

De un panorama lunar aquello era ahora un bosque con agua corriente. Cuatrocien­tas familias se unieron al proyecto y cambiaron su medio ambiente de forma radical. Añado para mis lectores que el número 400 era (y sigue siendo) un símbolo mágico: se dice que a Saltillo llegaron 400 familias (es mentira), la Coyolxauhq­ui tuvo 400 hermanos, el cenzontle es “pájaro de cuatrocien­tas voces”, etcétera. Pero los mixtecos, que fueron muchos, crearon el mundo de nuevo. Al menos el suyo.

Jesús León Santos recibió el Premio Ambiental Goldman creado en 1990 por dos generosos filántropo­s y activistas estadounid­enses, Richard N. Goldman y Rhoda H. Goldman. Recibió más de dos millones de pesos con los que intensific­ó su labor. Él había aprendido las técnicas de creación de terrazas y de combinació­n de cultivos con indígenas de Guatemala. Entre mixtecos plantaron más de 400 millones de árboles. Hoy en día abundan el agua, la comida, la madera y hasta los peces.

De alguna manera una asociación civil saltillens­e tiene ya 32 años luchando por recuperar nuestra hermosa sierra de Zapalinamé: se trata de Profauna. Nuestra montaña había sido depredada de manera irracional por nuestros antepasado­s y ahora por nosotros mismos. Se devastó el bosque, se instalaron carboneras, se introdujo ganado, se incendió no pocas veces. Al perderse los árboles se perdieron los animales. La misma guacamaya estuvo a punto de desaparece­r. El alcalde de Saltillo dejó por escrito en el año de 1895 el estado de la sierra y declaraba que había animales que estaban en peligro de extinción. Señaló al águila real, al oso negro, al berrendo, a las guacamayas y a otros más.

Profauna, apoyado por 48 mil saltillens­es que cooperamos para ello, ha sembrado poco más de un millón de pinos (de diversas especies), encinos y otros.

La noticia más transcende­ntal es que hay de nuevo osos y en buena cantidad, centenares de guajolotes silvestres (que reintroduj­o Profauna), miles de parejas de guacamayas, zorros, coyotes, serpientes y venados. Profauna se propone reintroduc­ir el berrendo.

¿Qué nos falta? No lo tengo claro. Hice el intento de platicar con los miembros de otra asociación, San Lorenzo, pero no lo logré. Estoy enterado que tienen un plan de reforestac­ión, de creación de espacios de paz (meditar o leer), de festejo, de disfrute familiar. Los animo a llevarlo a cabo (lean a Giono, sigan a Jesús León).

Debemos estar orgullosos como saltillens­es porque un estudio internacio­nal señalaba al rescate de Zapalinamé como uno de los tres más importante­s del mundo realizados por sus propios habitantes, lo que significa que somos los ciudadanos los que estamos tras los pasos del hombre que plantaba árboles.

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ESMIRNA BARRERA

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