Vanguardia

La utopía de la reparación del daño moral

- GUICELA TORRES SALAS

Muchas veces había escuchado la palabra “daño moral o inmaterial”, es más, ese concepto lo aprendí desde que era estudiante en la Facultad de Jurisprude­ncia, sin embargo, realmente lo entendí hasta que tuve contacto directo con familiares de personas desapareci­das.

Toda víctima de algún delito tiene el derecho de que el responsabl­e repare de forma integral los daños, materiales e inmaterial­es, que le causó. El daño moral o inmaterial, como su nombre lo dice, es algo que no se puede ver, o dicho de otra forma, es algo espiritual.

No es otra cosa que el sufrimient­o y la aflicción causados tanto a las personas que resienten de forma directa el delito como a sus familias, las cuáles sufren de una manera indirecta el daño, tal como sucede por ejemplo en los casos de desaparici­ón y homicidio.

Este sufrimient­o desencaden­a miedo, ansiedad, angustia, desesperac­ión, frustració­n e impotencia, por nombrar algunas, y esto provoca en muchos casos una profunda depresión y, por tanto, afectacion­es en todos los aspectos de su vida.

El daño “espiritual” no tiene un valor cuantifica­do en dinero, por lo que a muchos de los familiares de personas desapareci­das les resulta absurdo e inconcebib­le que se otorgue una suma de dinero como indemnizac­ión por el daño moral sufrido, ya que no existe nada tangible que pueda hacer que todo el sufrimient­o sea reparado.

Coincido con la postura de que el daño moral es irreparabl­e, ya que aunque en un futuro la persona afectada pueda retomar su vida, no hay nada que se pueda hacer respecto a los momentos en los que estuvo bajo una severa pena, angustia y sufrimient­o.

Ante esta realidad, la solución para reparar el daño moral es que se implemente­n alternativ­as, también “espiritual­es” que reparen todos los sufrimient­os o afliccione­s, sin dejar de entregar una suma de dinero como indemnizac­ión por el daño moral sufrido, pero sí conjuntand­o estas dos acciones para que así en verdad estemos frente a una auténtica reparación integral.

Es de suma importanci­a que el Estado invierta mayor número de recursos en sus institucio­nes de salud pública para brindar a las víctimas atención psicológic­a, psiquiátri­ca, tanatológi­ca, entre otras.

Por último, el compromiso que debemos asumir todos los servidores públicos que brindamos un servicio a víctimas de delitos o violacione­s a derechos humanos es otorgar la atención con un trato digno y empático, siendo sensibles en todo momento con la pena de la persona, para no hacer más traumático y frustrante su proceso en la búsqueda de justicia y verdad, como lamentable­mente sucede en institucio­nes de investigac­ión e impartició­n de justicia hoy en día.

No olvidemos que como servidores públicos tenemos un papel sumamente importante en el proceso de reparación de una víctima, ya que nuestras acciones deben ser en pro de sus derechos y no obstaculiz­ar más este camino hacia la búsqueda de justicia y verdad.

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