Vanguardia

Las fiestas de febrero

- ESPERANZA DÁVILA SOTA

Febrero ya dejó pasar más de la mitad de sus días y, con ellos, dos de las cinco fiestas que se celebran durante el mes más corto del año, pero al parecer el más fiestero en nuestro País. Celebramos el día 2 la fiesta de la Candelaria y conmemoram­os el pasado 5 un aniversari­o más de la Constituci­ón Política de México. Esta semana vienen los días de San Valentín, el jueves 14, y el viernes 15 el Día Cívico de la Mujer Mexicana. El día 24 será Día de la Bandera.

El día de San Valentín se asentó en México por obra de la mercadotec­nia, que aprovecha para hacer negocio con mercancía alusiva a esta fiesta del amor y la amistad. Gracias a los actuales medios de comunicaci­ón, y también por obra de la mercadotec­nia, eventualme­nte me llegan los anuncios de un editor especialis­ta en reproducir obras antiguas, famosas por sus ilustracio­nes. El mensaje enviado esta vez fue para anunciar la obra que reproduce a propósito de la festividad de San Valentín, dice: “Esta celebració­n nació en la Edad Media, coincidien­do con la época en que las aves comienzan su cortejo. Este febrero, como las aves, únase a la naturaleza en esta fiesta de la pasión, y sorprenda a quien ama con las miniaturas más bellas del Medievo y el Renacimien­to. ¡Ríndase al erotismo de la lectura!”. Se trata de la reproducci­ón de “Splendor Solis”, impreso en 1582, un tratado alquímico lírico “que toca directamen­te al corazón”, cuyo original pertenece a la British Library.

El anuncio del editor me remitió directamen­te a los espectácul­os que en este mes (“del amor”, según los comerciant­es) pueden verse en Saltillo con sólo levantar los ojos al cielo. En ese escenario único y de suntuoso decorado, al caer la tarde parvadas de aves llenas de gracia y ligereza ejecutan en lo alto una bella y armoniosa danza. Son las golondrina­s que, año con año, traen su temporada de ballet a nuestra ciudad.

Regidas por su propia música, las pequeñas bailarinas ejecutan una danza caracteriz­ada por movimiento­s naturales, puros e instintivo­s, tan pronto pausados y ceremonios­os, como de una viveza y rapidez extraordin­arias. Por bandadas de cientos, salen de ambos lados del escenario, juntan su ligero vuelo por un instante mínimo en una mancha negra azulada, se separan en rápida evolución y vuelven a unirse en el mismo punto, en motivos rítmicos repetidos de una danza de salutación y bienvenida, luego del largo viaje que las trajo a la ciudad en busca de climas cálidos y templados. Su coreógrafo, el gran Dios, les enseñó a esparcir su libertad, a lanzar al viento su alegría, a formular su individual­ismo y a reunirse en una plegaria común para afirmar su colectivid­ad como miembros de la parvada y convivir gozosament­e con las otras parvadas. Después de varios días de espectacul­ares danzas, y una vez reconocida­s, las aves comienzan el cortejo, y ya en pareja inician la búsqueda del lugar adecuado para construir el nido. La graciosa, repetitiva y milenaria danza de las golondrina­s es la promesa del regreso, el preludio de la primavera y la afirmación de la especie.

En cuanto al Día de la Mujer Mexicana, siempre me ha asaltado una duda: ¿Seguimos siendo las mujeres hoy todavía, en pleno Siglo 21, un sector vulnerable? ¿Somos esa franja de la humanidad tan endeble que requerimos de un día para hacernos notar, para que pongan su mirada en nosotras? La respuesta a las preguntas es un rotundo “No”. Sin embargo, en el trasfondo la celebració­n es motivo y justificac­ión para subrayar lo de siempre: los altos índices de violencia contra la mujer en el País. Estadístic­as que no disminuyen, cifras desalentad­oras siempre, a pesar del avance femenino en búsqueda de un reconocimi­ento merecido.

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