Vanguardia

En la tabla con Don Quijote y Sancho Panza

Un texto que nunca se agota…

- Jesús R. Cedillo EL AUTOR Escritor y periodista saltillens­e. Ha publicado en los principale­s diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UADEC en diversos géneros periodísti­cos.

quí lo he contado: mi tradición anual de leer “Don Quijote de la Mancha.” Tengo varios años haciéndolo y siempre encuentra uno nuevas resonancia­s en las palabras de don Miguel de Cervantes Saavedra. El texto nunca se agota y sí nos vuelve a sorprender en cada lectura. Y es que hay muchas maneras de “leer” el libro y las andanzas del flaco hidalgo. Una manera de leerlo o arista, es esta y el tema de esta columna: leer “Don Quijote” en tono de gastronomí­a. Y vaya que las referencia­s a la comida y bebida son vastas. Por estos días ya he iniciado mi lectura anual de uno de los textos más importante­s no sólo en español, sino uno de los textos literarios más perfectos e importante­s en el mundo y en cualquier lengua.

Pero vaya hoy como adelanto, digamos, unas breves citas sobre la gastronomí­a con lo cual nos deleita Miguel de Cervantes. Vaya usted directamen­te al capítulo y disfrute el texto completo.

“… mucho mejor me sabe lo que como en mi rincón sin melindres ni respetos, aunque sea pan y cebolla, que los gallipavos de otras mesas donde me sea forzoso mascar despacio, beber poco, limpiarme a menudo. Etc.”

(Capítulo XI. Primera parte).

“Más quiero hartarme de gazpachos que estar sujeto a la miseria de un médico impertinen­te que me mate de hambre.”

(Capítulo LIII. Parte dos).

“Y levantándo­se, volvió desde allí a un poco con una gran bota de vino y una empanada de media vara, y no es encarecimi­ento, porque era de conejo albar tan grande, que Sancho, al tocarla, entendió ser de algún cabrón, que no de cabrito.”

(Capítulo XIII Segunda parte).

“En verdad señora –respondió Sancho–, que en mi vida he bebido de malicia: con sed bien podría ser, porque no tengo nada de hipócrita; bebo cuando tengo ganas, y cuando no la tengo, y cuando me lo dan, por no parecer o melindroso o malcriado, que un brindis de un amigo ¿qué corazón ha de haber tan de mármol, que no haga razón? Pero aunque las calzo, no las ensucio, cuando más los escuderos de los caballeros andantes casi de ordinario beben agua, porque siempre anda spor las florestas, selvas y prados, montañas y riscos, sin hallar misericord­ia de vino, si dan por ella un ojo.”

(Capítulo XXXIII. Parte dos).

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