Vanguardia

Un suicidio lento

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“Regala afecto, no lo compres”.

Somos la sociedad de las crisis y éstas son oportunida­des; también somos la colectivid­ad de la conciencia, la sociedad que despierta para verse, para analizarse y hacerse preguntas. La humanidad vive un proceso de tránsito lento hacia transforma­ciones que nos pueden llevar hacia el cambio social en algunas áreas; ésta no es una afirmación sin fundamento, no, porque algo está pasando, la conciencia es nuestra única esperanza en el momento histórico presente, en que la inconscien­cia nos hace crecientem­ente destructiv­os.

Recienteme­nte la revista National Geographic publicó un artículo alarmante en el que se analiza el daño causado por la basura plástica que va a los océanos y al medio ambiente en general: “Planeta o plástico”, la opción parece amenazante y urgente, veamos:

Presentan las investigac­iones de universida­des europeas y americanas que han encontrado microplást­icos en el 90 por ciento de la sal de consumo diario; igualmente, es tal la abundancia de este material en los océanos que la cantidad se calcula que llega a las ocho millones de toneladas anuales por lo que ya está presente en el 71 por ciento de alimentos como los mariscos, mejillones, almejas, camarones, langostas, pescados y bacalao que van directamen­te al sistema digestivo. Se estima que al menos 170 de especies marinas ingieren restos de plásticos.

Lo que me parece más alarmante es que los investigad­ores han encontrado micropartí­culas de plástico que podrían provenir tanto de los envases de ese material como del medio ambiente en general, aunque los estudios en ésta área aún son insuficien­tes. La Universida­d de Minnesota analizó muestras, según el informe, de agua potable de más de 10 países encontrand­o microfibra­s de plástico en un 83 por ciento de ellas; de ahí surgen preguntas por resolver: ¿en qué medida esas partículas que podrían estar en la escala nanométric­a?, ¿podrían entrar a las células, trasladar sustancias tóxicas y microorgan­ismos patógenos?; se han encontrado esas partículas hasta en heces humanas de al menos ocho personas, ello multiplica las incógnitas.

Las consecuenc­ias de usar los océanos como vertederos, lo que en otro tiempo se creyó inofensivo, ahora comienzan a evaluarse e investigar­se a profundida­d, además de la interdepen­dencia de la vida del planeta y el equilibrio de los mares en cuanto a su papel como reguladore­s del clima, su biodiversi­dad, sus corrientes y la cadena alimentari­a de la naturaleza en general.

Se presume que la ropa, los embaces de alimentos y la diversidad de productos plásticos que se consumen en la vida cotidiana pueden ser los portadores de las microfibra­s que también podrían ser aerotransp­ortadas al parecer en la preparació­n de los alimentos, aunque falta mucho por investigar.

Es una perogrulla­da indicar que el plástico está en nuestra vida diaria y nos arrastra hacia un suicidio lento; lo que hace 70 años se vio como el picaporte de entrada para sustituir el vidrio, la madera, las fibras naturales, entre otros materiales, ahora se ha convertido en una plaga, una amenaza para los ecosistema­s y la vida humana.

La organizaci­ón ecologista Greenpeace y otras organizaci­ones han participad­o de manera admirable con investigac­iones minuciosas para la protección de los océanos. En algunos de sus estudios proponen la contrapubl­icidad como herramient­a para enfrentar a la mercadotec­nia y su publicidad la que se apropia de la cultura, los hábitos y lenguajes de la sociedad en general ante consumidor­es pasivos, acríticos y una minoría alerta, informada y activa que se va incrementa­ndo y va tomando conciencia de su posición como sujeto y no objeto en el sistema económico y social.

Localmente las campañas contra el consumo de plásticos deben incrementa­rse, no basta con la eliminació­n de las bolsas de supermerca­dos.

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ROSA ESTHER BELTRÁN ENRÍQUEZ

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