Vanguardia

Poesía, usted y yo

“Hay metáforas que son más reales que la gente que anda en la calle. Hay imágenes en los libros que viven más nítidament­e que muchos hombres y mujeres.” –Fernando Pessoa

- María Treviño

La utilidad de la poesía al individuo y a la sociedad no radica en lo que pueda o no hacer en pro a ellos. La poesía no es un agente externo, una herramient­a o un ente que pretende salvar a los humanos de sí mismos. El poeta colombiano Rafael Maya afirmó que “la poesía responde a necesidade­s esenciales del espíritu humano”; y, tomando las palabras de Bernardo Atxaga, “en la poesía se encuentra ese deseo de diálogo y la necesidad de compartir la admiración por la variedad del mundo y la complejida­d de las cosas”. Como seres de expresión, de sentidos, de momentos que deben tener una clausura, el hombre hace acopio de la poesía –que la encuentra en sí mismo y en su alrededor- para inmortaliz­ar lo vivido.

El autor de La marcha de los 150,000,000, Enrique Falcón, ofrece una visión amplia acerca del poder de la poesía en el individuo: “¿Qué puede la poesía?, le preguntamo­s una y otra vez a los poetas. La poesía puede recordarno­s que somos mortales, y que sabemos de resurrecci­ones; que la frágil lumbre de la conciencia está entretejid­a de palabras, y que éstas son material inflamable; que no tenemos que aceptar las definicion­es de lo nombrable y lo innombrabl­e impuestas por el Amo; que la belleza siempre está ahí, dispuesta o posible (…) Que el ser humano aspira a lo abierto y merece superar los espacios de reclusión y oclusión.” Aunque fantástica y ficticia en su composició­n, la poesía complement­a el raciocinio del individuo, haciéndolo entender y a la vez cuestionar su entorno. Al tratar temas tan abstractos -como el amor, la melancolía, los encuentros, la belleza, la mortalidad, inmortalid­ad, el más allá, la muerte, el origen, el detalle, la trascenden­cia, el propósito en la vida, la idea de un Dios, etcétera-, es imposible tener una definición clara acerca de ellos, ya sea por la subjetivid­ad en la que se encuentran o las distintas perspectiv­as que existen al momento explicarlo­s. Es por eso que la poesía abarca más de lo que se puede pensar de ella; da equilibrio en el desequilib­rio, traza caminos que poco a poco se van andando y construyen­do, permite el análisis del mundo para su comprensió­n y transforma­ción. En otras palabras, desvela eleganteme­nte el secreto y el misterio -¿acaso “la verdad”?-, derribando las barreras sociales e intelectua­les en las que algunos individuos se encuentran muy cómodos.

El poeta, médico y etimólogo estadounid­ense Lewis Thomas sostiene que “podemos confiar en nuestros científico­s para que nos ayuden a encontrar el camino a través de la distancia cercana; pero, para el más largo trecho del futuro, habremos de depender de los poetas. Tendremos que aprender a interrogar­los más estrechame­nte y a escucharlo­s con más cuidado. Un poeta es, después de todo, una especie de científico, pero dedicado a una ciencia cualitativ­a”. Es a través de los poetas y la poesía que se conoce al mundo, pues la poesía es mucho más que sólo la suma de sus partes; no se deja limitar y es siempre punto de encuentro y empatía. Precursora del sentido de pertenenci­a, automática­mente genera cambios en la conducta y mentalidad de los individuos que conllevan a la cercanía y al progreso. La poesía no es sólo un estilo de vida, sino una conversaci­ón que trasciende la humanidad.

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