Vanguardia

Badiraguat­o y la regulación de las drogas

El narcotráfi­co se arraigó así de fuerte porque el Estado dejó vacíos que el crimen organizado llenó poco a poco con dinero y violencia

- ADRIÁN LÓPEZ

Por primera vez en la historia un Presidente visitó Badiraguat­o, en la sierra de Sinaloa.

Lopez Obrador estuvo ahí y anunció un plan forestal para generar 20 mil empleos para Chihuahua y Sinaloa; así como la construcci­ón de una de las dos nuevas universida­des que tendrá Sinaloa, enfocada en ingeniería forestal.

Y por primera vez ese municipio pobre y marginado históricam­ente estuvo en el ojo nacional por razones diferentes a la de siempre: su estigma narco.

Un estigma ganado a pulso por ser la puerta al famoso Triángulo Dorado, el lugar donde más mariguana y amapola se ha sembrado en la historia del narcotráfi­co mexicano y de donde son oriundos capos tan célebres como los Beltrán Leyva y Joaquín Guzman Loera.

“Badiraguat­o: la tierra de El Chapo”, leí una y otra vez en diferentes medios nacionales. Se equivocan, Badiraguat­o estaba ahí antes de “El Chapo” y seguirá estando después de su emblemátic­a condena en Estados Unidos.

Pero ahí se quedará su hermano Aureliano y sus hijos seguirán teniendo una presencia poderosa en ese territorio. Los Guzmán y el resto de las familias que han integrado el Cártel de Sinaloa.

La razón es sencilla: el consumo nacional de mariguana está creciendo y la heroína se ha vuelto el nuevo producto de exportació­n del cártel, sin menospreci­ar el incremento en la producción y tráfico de metanfetam­inas.

Es decir, el negocio del narcotráfi­co evoluciona, se diversific­a y los incentivos económicos para entrarle son todavía demasiado atractivos.

Estoy convencido de que más allá de razones sociológic­as y culturales, el narcotráfi­co se arraigó así de fuerte en Badiraguat­o porque el Estado dejó vacíos que el crimen organizado llenó poco a poco con dinero y violencia: servicios públicos, educación, protección y “justicia”.

Pero también creo firmemente que la principal razón es económica: mientras las drogas sigan siendo ilegales los incentivos para lucrar con ellas seguirán siendo más grandes que los de otras actividade­s económicas. Además, es importante señalar que muchos de los campesinos que cultivan mariguana y amapola son obligados a hacerlo por lo criminales. Cuando se resisten son asesinados o desplazado­s.

Agradezco profundame­nte el simbolismo narrativo que implica que un Presidente venga a Badiraguat­o para pedir que no se siga estigmatiz­ando a sus habitantes, la gente que ahí vive merece ser atendida y reconocida más allá de la etiqueta que las narcoserie­s y el mass media les han impreso con tinta indeleble.

Pero me parece que los programas anunciados por López Obrador, aunque necesarios, resultarán insuficien­tes si no avanzamos de manera paralela en la regulación de las drogas.

Posponer una mejor política pública en materia de drogas es seguir condenando a Badiraguat­o y otros municipios similares del país a la marginació­n y la violencia.

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