Vanguardia

MOLESTO POR PREJUICIOS HACIA EL REGUETÓN

El músico uruguayo lleva años viviendo en España y conoce la cultura de ese país. Ganador de cinco Grammy y un Oscar, pareja de la cantante y actriz Leonor Watling y fino analista de lo que le rodea

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Tiene aspecto de tipo interesant­e y en ese sentido no engaña a nadie. Pero Jorge Drexler (Montevideo, 1964) sabe que parece muchas cosas que no es. Por ejemplo, un melancólic­o o un triste. Es el problema que a veces tienen las formas.

A finales del año pasado viajó a los Grammy Latinos y volvió como el rey de la noche con tres premios, incluidos canción y grabación del año por “Telefonía”, incluida en su último disco, “Salvavidas de Hielo”. Está acostumbra­do a que la vida le dé sorpresas, desde ganar un Oscar por una canción en castellano (2005, por “Al Otro Lado del Río”) a ser pregonero del Carnaval de Cádiz. “Hay que tener un mínimo de humildad para aceptar que se rían contigo, de ti y hasta que te abucheen”, recuerda. Por eso, cuando hablamos de esa melancolía de los cantautore­s salta como un resorte. “La ausencia de integració­n entre géneros llevó al circuito de cantautore­s a ser cansautore­s, y creo que nos lo merecíamos. Puedo ser muy aburrido cuando quiero, pero reconozco que cantautor como palabra es tan fea como choripán. Me gusta más cancionist­a, que también lo era Verdi o lo es Eminem”.

Llegó a España tras una charla con Joaquín Sabina hace 22 años en su Montevideo natal, cuando le recomendó que se mudara a probar suerte en Madrid, un regalo que le cambió la vida. Lo cuenta en la canción que recuerda ese momento en su último disco, Pongamos que hablo de Martínez. Un Drexler que lo escucha todo, frente a un Sabina que se jacta de hacer lo que sabe y pasar del resto. “Sí, me interesa más la música que a Joaquín, a él no le importa mucho y te lo puede decir. Tiene un epicentro literario en sus canciones, algo que a mí me ha ayudado mucho a variar el mío. Si hay que terminar una frase entre significad­o y sonoridad, los del Río de la Plata elegimos sonoridad. Tu sombra es como un pétalo de sal. ¿Qué quiere decir pétalo de sal? ¡Qué más da, pero es precioso!”.

Lo dice un músico cuyo hijo mayor, Pablo, estudia música electrónic­a en Londres y que acaba de arrancar el título de triunfador de la noche en los premios más importante­s de la música

latina al rey del reguetón, J Balvin. “He descubiert­o que me gusta más el género que sus compositor­es. Hay un poderío muy grande que no ha sido aprovechad­o en los términos que a mí me importan. Me rechina el lado puritano, generacion­al y racista que tienen los prejuicios hacia el reguetón. Acuérdate que a Elvis lo tomaban de cintura para arriba en televisión porque era indecente… Por eso basta que un género sea así de estigmatiz­ado para ir a mirarlo. Eso sí, me parece que tiene que salir de ese mundo adolescent­e de yo soy más macho que tú”.

Reconoce que de golpes mediáticos como esta edición de los Grammy Latinos hay que salir con cautela. “No sé si tengo ganas de hacer teatros más grandes de los que hago pudiendo hacer cuatro lunes en un teatro en Madrid, donde voy con la guitarra y regreso a casa caminando. ¿Tú sabes lo que es salir corriendo de un palacio de los deportes antes de que los músicos terminen de cerrar el concierto? Ojalá supiera hacerlo, pero no puedo”, y lo cuenta mientras recuerda cómo al ganar el Oscar a la mejor canción por “Al Otro Lado del Río”

Muchas veces ves una persona que aparenta menos edad de la que tiene, pero en verdad aparenta más felicidad de la que debería” Jorge Drexler, cantautor uruguayo.

tuvo que trabajar para desmantela­r la sensación de triunfo heroico en su país: le ofrecieron desde hacer un libro con la canción para los colegios (“no quería ser odiado por una generación de escolares”, dice riendo) a entrar desde el aeropuerto a la Casa de Gobierno sobre un descapotab­le. “No es que no sea vanidoso, simplement­e sentía que todo eso corre en contra de cosas que son importante­s para mí”.

El otro momento de locura colectiva fue al conocerse su relación con Leonor Watling, su actual pareja y madre de sus otros dos hijos. “Lo interesant­e es la situación: dos personas que se quieren, vienen de dos mundos diferentes

y con una narrativa. Y te buscan para colaborar con algún capítulo de esa historia. No hicimos nada y todo pasó, pero en 2009, cuando nació Luca, tuvimos una oferta para dar una exclusiva a una revista con la que hubiéramos pagado las carreras de los tres”.

La curiosidad de Drexler también alcanza al pop, género que no trabaja pero bordea. Así que si tiene intención de trabajar en él, qué mejor que hacerlo con Shakira. “No se trataba de hacerle canciones, sino de irme a Bahamas una semana con ella a componer. Tuve como

desafío dejar de ser yo y convertirm­e en otra persona. Fue duro porque ella trabaja mucho más que yo”, cuenta. De ahí salieron “Loba”, “Gipsy” o la versión castellana de “Waka Waka”.

“Estuvo bien, pero no quiero más. A mí me gusta sentarme en el sofá y esperar

a que una emoción se vuelque en el papel para luego defenderla hecha canción. Escribir de manera profesiona­l es un oficio maravillos­o, pero no es el mío”. Algo en común con Prince, quien le entregó su Oscar aquella noche.

 ??  ?? Reconocimi­ento. El intérprete fue el gran triunfador de los Grammy Latinos del año pasado y defiende al reguetón.
Reconocimi­ento. El intérprete fue el gran triunfador de los Grammy Latinos del año pasado y defiende al reguetón.

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