Vanguardia

La reconstruc­ción de Notre Dame

- @victorsanv­al victorsanv­al@gmail.com

En los últimos días las redes sociales se han llenado de cientos de miles de publicacio­nes, criticando tanto la cantidad de personas que lamentaron que se haya quemado la catedral de Notre Dame en París, como el hecho de que después de incendio se hayan recaudado más de mil millones de euros para su reconstruc­ción. Las criticas manejan una amplia gama de argumentos pero, en resumen, se centran en la atención excesiva que recibió la tragedia de la Catedral o el dinero a raudales destinado a su reparación, cuando hay cientos de desgracias en el mundo que son peores o mejores causas en las cuales los millonario­s deberían gastar su dinero.

Quienes han criticado ambos hechos están en su derecho, ya que en realidad algunos de los argumentos tienen lógica, siempre podremos encontrar mejores causas y problemas en los cuales fijar la atención y el dinero. Pero sería un error suponer que quienes se preocupan por Notre Dame no tienen el derecho en hacerlo, incluso quienes lo ven como una prioridad, ya que de lo contrario estaríamos asumiendo de forma errónea que las preferenci­as y prioridade­s de las personas no tienen un componente subjetivo importante, y que no tienen la libertad de elegir en qué gastan su dinero.

Pero más allá de las preferenci­as subjetivas, Francia y París también tienen incentivos económicos para actuar, ya que la derrama por turismo en la ciudad es gigantesca, debido a que al año visitan la ciudad unos 33 millones de personas que dejan una derrama económica de más de 15 mil millones de euros y dan empleo de manera directa o indirecta a cientos de miles de parisinos.

Si bien, París tiene mucho que ofrecer a los turistas como la Torre Eiffel, el Louvre, Versalles, el Arco del Triunfo, los Campos Elíseos y muchos otros puntos, lo cierto es que bastaría un pequeño porcentaje de turistas que decidieran no ir a París por la quema de Notre Dame para que la ciudad perdiera en un par de años una cantidad mayor a la que invertirán, actores privados y públicos, en la reconstruc­ción de una de sus mayores atraccione­s.

El turismo es uno de los grandes motores de la economía y genera desarrollo para todos los sectores, basta ver las cifras de reducción de pobreza en Quintana Roo en los últimos 30 años para darnos cuenta que cuidar nuestro patrimonio ecológico, arqueológi­co y arquitectó­nico es fundamenta­l. ¿Cuánto dinero perdería Egipto sin las Pirámides, Luxor o Karnak? ¿Cuánta gente dejaría de ir a Perú si se destruyera Machu Picchu? o ¿cómo afectaría a la economía de Yucatán la pérdida de Chichén Itzá?

En París lo están entendiend­o a la perfección, saben que la reconstruc­ción no sólo les ayudará a no perder dinero ni flujo de turistas, sino que es muy probable que cuando Notre Dame se abra de nuevo al público esto atraiga a más visitantes y podrán superar con creces la inversión.

Es decir, entre nuestro Tren Maya que se ve como una inversión social y la reconstruc­ción de Notre Dame, que se asume como suntuaria, en realidad no hay mucha distancia.

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VÍCTOR MANUEL SÁNCHEZ VALDÉS

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