POCIONES DE AYER Y HOY
Conozca los ingredientes activos de las plantas. Ellas fueron las precursoras de la medicina moderna
Los brujos, curanderos y hechiceros fueron los primeros en descubrir en las plantas poderes casi mágicos, que incluían alucinógenos, enervantes, energizantes, anestésicos, somníferos, analgésicos e incluso sustancias paralizantes.
Alrededor de esta práctica —el uso de plantas con poderes especiales— surgió una especie de farmacopea que recurría a hierbas, raíces, cáscaras, resinas y semillas, para sanar o para supuestamente alterar el destino de las personas. Entre las opciones más famosas de la antigüedad merecen citarse las siguientes:
> Cicuta (Conium maculatum). Planta tóxica y de efecto delirante con la que ejecutaron a Sócrates, el filósofo griego. Las concentraciones más potentes del tóxico se encuentran en la raíz de la planta.
> Adormidera o amapola (Papaver somniferum). Sus frutos y semillas, todavía utilizados en la actualidad, provocan efectos alucinógenos y afrodisiacos.
> Belladona (Atropa belladonna). De esta planta se extrae la atropina, uno de los alcaloides más usados en la medicina moderna. La belladona se llama así (‘mujer hermosa’) porque era utilizada por las damas para que sus ojos se vieran más expresivos (provoca dilatación de la pupila).
> Beleño (Hyoscyamus niger), helecho cuyos efectos fueron descritos así por una hechicera: “La inhalación del humo que se produce al tostar las semillas del beleño provoca la sensación de que los pies se vuelven muy ligeros, como si se desprendieran del cuerpo… y se experimenta la embriagadora sensación de que puedes volar o levitar”.
> Cornezuelo del centeno (Claviceps purpurea). Es un hongo que crece en los granos del centeno (Secale cereale). Este hongo produce ácido lisérgico o LSD, la droga que marcó la época de los hippies, y que en tiempos del Oráculo de Delfos (en Grecia), era usada por los sacerdotes para “hablar con los dioses” y conocer el destino de los pueblos y de la gente.
> Yerbamora (Solanum nigrum). El té de su raíz evoca imágenes fantasiosas que provocan un gran deleite.
> Quina (Cinchona pubescens). Los polvos de la corteza de la quina adquirieron gran fama como medicina antimalárica, después de que la marquesa de Cinchón, esposa del virrey del Perú, fue curada de paludismo. Por eso la quina fue bautizada con el nombre de Cinchona.
> Peyote (Lophophora williamsii). Cactus del norte de México utilizado en ritos mágico-religiosos. Estimula los poderes adivinatorios (el peyote contiene el alcaloide llamado mezcalina). > Dedalera (Digitalis purpurea). Adquirió gran fama en la Edad Media como ‘planta del juicio divino’. La infusión (té) de esta planta se daba de beber a los acusados de algún delito grave ‘para conocer el juicio de Dios’. Los que no morían (debido probablemente a que la planta por alguna razón tenía menos principio activo), eran considerados inocentes.
MENCIONES MODERNAS
Los sanadores han sabido por siglos que lo que cura puede matar, y lo que mata puede curar.
La segunda parte de este aforismo (lo que mata puede curar) se está llevando —en este preciso momento— a extremos perturbadores.
De hecho, ya se están diseñando poderosos remedios a partir de los venenos más potentes y mortales conocidos por el ser humano.
Paracelso, el famoso médico suizo del siglo 16, que trabajó mucho con la medicina experimental, acuñó esta frase: ‘El veneno se encuentra en la dosis’. Esto quiere decir que hay una dosis fatal para casi cualquier sustancia.
En sus experimentos, Paracelso también encontró que las sustancias tóxicas pueden a veces ser transformadas en pociones curativas, algo que han sabido los curanderos y los médicos desde hace mucho tiempo.
Pues bien, los fabricantes de medicamentos están ahora diseñando poderosos remedios a partir de los venenos más mortales conocidos del ser humano. Comentaremos dos ejemplos…
PRIMER EJEMPLO: ARSÉNICO, EL FAVORITO DE LOS ENVENENADORES
A principios del siglo 20, el arsénico ganó fama como el veneno más efectivo para matar a las ratas —y a los cónyuges no deseados—, pero ahora los investigadores médicos han encontrado que una forma común de esta sustancia, el trióxido de arsénico, funciona de maravilla y de manera muy segura contra un letal cáncer de la sangre, la leucemia promielocítica aguda.
El arsénico ha traído nuevas esperanzas a los pacientes de esta enfermedad, sobre todo a quienes les han fallado otras formas de tratamiento.
En un estudio reciente, que involucró a 52 pacientes con leucemia, se les administró una serie de inyecciones de trióxido de arsénico (aproximadamente una tercera parte de la dosis fatal), y ¡bingo!, el 90 por ciento de ellos fue dado de alta —y la mitad todavía vivía dos años después. “Es un regreso espectacular a la medicina del pasado”, aseguró Anthony Murgo, investigador del Instituto Nacional del Cáncer, de Estados Unidos.
Irónicamente, los tratamientos con arsénico son menos calamitosos para las células sanas, que la quimioterapia estándar. Como si se tratase de un maestro acallando a un grupo desordenado de estudiantes, a base de echar fuera al payaso de la clase, el trióxido de arsénico ataca solamente a las proteínas que propician que los glóbulos blancos se desarrollen anormalmente y activen la leucemia.
El resultado es una bendición de Dios para muchos pacientes que han visto desaparecer su leucemia y regresar a una vida normal. SEGUNDO EJEMPLO: BOTOX, EL DOMADOR DE LOS MÚSCULOS La bacteria Clostridium botulinum produce una toxina tan letal que un gramo sería suficiente para matar a miles de personas. Es la famosa ‘bacteria del botulismo’ que se desarrolla en granos mal almacenados y en alimentos enlatados que antes de ser envasados estaban contaminados con la bacteria.
La Clostridium botulinum es uno de los agentes más temidos de la guerra biológica. Sin embargo, también es uno de los medicamentos más usados en la actualidad, en la forma domesticada conocida como Botox.
El Botox fue desarrollado para tratar el parpadeo incontrolable, y ahora es usado en el tratamiento de por lo menos 40 disfunciones, que van desde las que paralizan, hasta las que atacan el cerebro, como el mal de Parkinson, pasando por problemas menos amenazantes para la vida, como borrar las arrugas faciales.
El Botox ayuda a regular la liberación de acetilcolina, un neurotransmisor que puede causar contracciones musculares muy dolorosas. En la distonia cervical, por ejemplo, el cuello se queda agarrotado en un ángulo muy incomodo, pero al inyectar Botox en los músculos afectados, se reduce la liberación de acetilcolina, lo que permite que éstos se relajen y el cuello vuelva a la normalidad.
“Aparte de la aspirina y la penicilina, hay muy pocos medicamentos que tengan tantos usos como el Botox”, dice Erick First, un médico que ha estudiado esta toxina por más de 20 años. (Selector de Vanguardia)