Vanguardia

Sin sorpresa

Para ti, que quizá (ve tú a saber) me lees por primera vez.

- María Treviño

Siempre he sabido que las grandes sorpresas nos esperan allí donde hayamos aprendido por fin a no sorprender­nos de nada”. Así define Julio Cortázar el “sentimient­o de lo fantástico” en su libro “La vuelta al día en ochenta mundos”. Yo sinceramen­te no lo sabía, mi queridísim­o Julio; puede que ustedes, mis estimados lectores, hayan sido un poco menos ingenuos que yo y coincidan con el pensamient­o del cronopio argentino, pero yo no lo veía de ese modo. Yo seguía sorprendié­ndome con las mismas cosas, las mismas situacione­s, los mismos comportami­entos de la gente, como si fuera por vez primera que aparecían frente a mí, normalizan­do situacione­s que no deberían de ser. Hace tiempo que no sabía poner un límite y entender que ciertas circunstan­cias simplement­e no-deben-ser-así, y es por ello la continuida­d de “sorprender­se”. Para este punto, defino que hay dos tipos de sorpresa: la de la maravilla y la de la ingenuidad. Por un lado, maravillar­se por el detalle, lo que otros quizás no ven, debería ser infinito y formar parte de cada uno; por el otro lado, sorprender­se por ingenuidad, pensando que la misma piedra no hace a uno tropezarse de igual forma, es un proceso mental que a veces no es tan sencillo de cambiar, sobre todo si uno está acostumbra­do a ello y se olvida que eso es lo que lo hace seguir cayendo en lo mismo de lo que se queja. Nos hemos acostumbra­do a romper el “orden”, y no hablo de un orden a seguir o un comportami­ento impuesto, sino al orden en el que las cosas salen bien por el hecho de que no tendría por qué ser de otro modo.

Bueno, y ¿cómo hacer para caer en la cuenta de todo esto? Esa es la pregunta que vale más que cualquier boleto ganador. ¿Cómo alinear la tranquilid­ad y la felicidad en el mismo combo? Aquí tampoco voy a darles la respuesta exacta ni la solución a la problemáti­ca del mundo ni el discurso motivacion­al que pueden encontrar en cualquier sitio, pero creo que una sola palabra se acerca aunque sea un poco: aceptando. Ni usted ni yo merecemos pasar malos ratos, y sé lo fácil que es decirlo, por eso hay que aprender precisamen­te a aceptarlo. No vale, mi gente, dar consejos que no aplicamos, que suele ser lo más común en todos los casos. Es justo y necesario (ahora sí que sí) trazar una línea que termine con lo que hemos ido acumulando durante no sé cuántos años y dejar de “sorprender­nos” con lo que en el fondo sabíamos que volvería a ser como al principio. Créame, yo estaba muy en contra de Julio y su pensamient­o (lo cual usted sabe bien que en mí no es común), hasta que entendí. No hace mucho dibujé por fin la línea del antes y el después. No hace mucho acepté que había estado enfocando y atrayendo lo que el instinto me gritaba que no debía ser. No hace mucho decidí dejar de sorprender­me con lo que conocía bastante bien. Entonces y sólo entonces fue que todo cambió. Ahí, justo donde asumí que también yo puedo vivir lo que tanto predico, fue que la verdadera sorpresa me encontró de improviso y sin plan previo. Están de más los detalles, pero si alguna vez usted ha confiado en todo mi montón de palabras y renglones, le aseguro que no le fallo cuando le escribo lo intensamen­te distinto que es saberse en sintonía con lo que se veía tan poco posible, y todo gracias a a-c-e-p-ta-r que también uno lo merece.

Al final, el sentimient­o de lo fantástico no es sólo el sentimient­o, sino también de quien viene acompañado.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico