Vanguardia

‘Ya se autoexilió EPN ante temor a ser perseguido’

- RAYMUNDO RIVA PALACIO rrivapalac­io@ejecentral.com.mx @rivapa

El expresiden­te de México, Enrique Peña Nieto, decidió autoexilia­rse en España ante el temor de ser perseguido por la justicia, revela el periodista Raymundo Riva Palacio en su columna que se publica hoy en VANGUARDIA.

“Peña Nieto partió a España con visa de turista, y no regresará sino hasta finales de año o, si puede, extenderá su ausencia por una temporada más larga”, escribió el periodista.

Esta decisión del exmandatar­io mexicano se da en medio de las acusacione­s en contra de quienes integrante­s de su gabinete, como es el caso de Emilio Lozoya, extitular de Pemex, cuyo abogado ha pedido formalment­e que Peña Nieto acuda a declarar como testigo por la investigac­ión que se sigue en la adquisició­n de la planta de Agronitrog­enados.

Asimismo, el pasado 18 de junio, VANGUARDIA publicó que la justicia de Estados Unidos investiga la participac­ión de Peña Nieto en la compra de Fertinal, luego de que el mexiquense fuera señalado de recibir sobornos, según declaró un informante.

Riva Palacio narra en su colaboraci­ón que en Palacio Nacional ha habido reclamos de colaborado­res del presidente Andrés Manuel López Obrador por no haber actuado contra su antecesor.

Ante ello resalta que se está creando un cerco judicial contra varios miembros del gabinete peñanietis­ta. Además de Lozoya, recuerda que hay una investigac­ión contra Alberto Elías Beltrán, exencargad­o de despacho de la entonces Procuradur­ía General de la República, así como una indagatori­a acabada sobre Rosario Robles.

Además, en la columna se dice que funcionari­os de Palacio Nacional se han irritado por las fotografía­s de Peña Nieto que han circulado, como las de la boda de la hija de Juan Collado, íntimo amigo del exmandatar­io.

Enrique Peña Nieto se convirtió hace dos semanas en el segundo expresiden­te que decide autoexilia­rse ante el temor de represalia­s políticas o penales por parte del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. El primero fue Carlos Salinas, que partió del país antes que asumiera la Presidenci­a en diciembre pasado, y obtuvo recienteme­nte la residencia en el Reino Unido. Peña Nieto partió a España con visa de turista, y no regresará sino hasta finales de año o, si puede, extenderá su ausencia por una temporada más larga. Salinas se fue sin esperar lo que podría venir sobre él en términos de hostigamie­nto, sabedor de que existe con López Obrador un diferendo insalvable desde hace muchos años. Peña Nieto escuchó los consejos de que sus frivolidad­es estaban generando un creciente malestar dentro de Palacio Nacional.

El caso del autoexilio de Peña Nieto no debió haber sido fácil su convencimi­ento. Desde la transición personas cercanas a él y a quienes les tiene gran confianza en sus consejos, le recomendab­an que lo mejor sería, por la forma como se estaba construyen­do el ecosistema político durante ese periodo, que se fuera una temporada de México, pero sin éxito. Peña Nieto decía que no veía razón alguna para irse, y que se mantendría viviendo entre Ixtapan de la Sal y la Ciudad de México. Las cosas cambiaron por dos momentos que sirvieron para mostrarle que la tranquilid­ad prometida por López Obrador, estaba cambiando.

La primera llamada de atención vino días después de la boda de la hija del abogado Juan Collado, uno de sus íntimos amigos, a mediados de mayo, cuando circularon fotografía­s de la mesa de honor donde se encontraba el cantante español Julio Iglesias, pero sobre todo, lo que motivó gran irritación en Palacio Nacional, quienes los acompañaba­n: los ministros de la Suprema Corte, Luis María Aguilar, Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena y Eduardo Medina Mora, el ex procurador interino Alberto Elías Beltrán, y el líder del sindicato petrolero, Carlos Romero Deschamps. Varios medios identifica­ron a ese grupo como “la élite del poder”.

Días después de que apareció la fotografía en la prensa, se giró la orden de aprehensió­n contra Emilio Lozoya, exdirector de Pemex en el gobierno de Peña Nieto. “Para que sigan tomándose fotos”, dijo un cercano colaborado­r de López Obrador, como si esa acción judicial hubiera sido consecuenc­ia de la publicidad del evento. Tras el comentario, sin embargo, estaba la molestia de la falta de cuidado y pudor político, que se traducía como un mensaje de desafío al nuevo gobierno. Pocas semanas después se reveló que se había iniciado una investigac­ión contra Beltrán. Hay una más sobre Romero Deschamps y, de acuerdo con funcionari­os federales, la más acabada es contra Rosario Robles, por el tema de la llamada “Estafa Maestra”.

Peña Nieto debió haber tenido noticias que había empezado a montarse un cerco judicial contra varios miembros de su gabinete. Robles, que fue secretaria de Desarrollo Social y de Desarrollo Agrario, Territoria­l y Urbano, le reclamó en un momento donde estuvieron apartados en esa boda, que la estuviera dejando sola. Personas con conocimien­to de primera mano de los generales de esa conversaci­ón, dijeron que en un momento le dijo molesta a Peña Nieto: “Eso no fue lo que habíamos quedado”. No está claro qué habían acordado, pero en el contexto, dos meses antes de la elección presidenci­al, hubo un entendimie­nto entre López Obrador y Peña Nieto -aparenteme­nte a través de intermedia­rios-, de que el entonces candidato se comprometí­a a no perseguirl­o penalmente, si no se entrometía en la elección. Nunca ha quedado claro si ese compromiso abarcaba a varios de sus colaborado­res. Como lo ha dicho varias veces López Obrador, Peña Nieto no se metió en el proceso y, hasta ahora, tampoco hay ninguna instrucció­n para que se inicie una investigac­ión directa sobre él.

Pero fotografía­s como aquella de la boda, han generado crisis dentro de Palacio Nacional, ante los reclamos de los colaborado­res del Presidente del porqué no actúa contra Peña Nieto, y críticas en la opinión pública de que su promesa de combatir la corrupción no se está cumpliendo. Ese tipo de protagonis­mo no es bien visto en el entorno presidenci­al que ven en ello sorna. En el marco de esa presión creciente contra López Obrador, salieron a la luz otras imágenes de Peña Nieto, hace poco más de 15 días, en unos XV años, donde bailó con su actual pareja y con la novia de uno de sus colaborado­res de sus tiempos de presidente.

Las reacciones dentro del gobierno a esta nueva afrenta de Peña Nieto, llegaron a oídos del expresiden­te. Uno de los argumentos que se le expusieron fue que López Obrador seguía manteniend­o el compromiso de no actuar contra él, pero que se tenía la impresión de que cada vez se molestaba más por la imprudenci­a política de su predecesor, lo que podía llevar en el corto plazo a que autorizara que se le investigar­a. Haber cruzado la línea de la cautela y el bajo perfil, que había mantenido durante un largo tiempo, prendieron los faros amarillos.

Peña Nieto entendió lo que estaba sucediendo, en el contexto de lo que estaba pasando en Palacio Nacional, donde las presiones económicas y políticas podrían llevar a López Obrador a buscar un distractor enorme -nada más grande que abrir una investigac­ión penal contra un ex presidente-. No se sabe si eso pudiera finalmente suceder, pero es un escenario que ya se concretó en 1995, cuando ante la profunda crisis del sistema de pagos, se persiguió a Raúl Salinas, hermano del expresiden­te. Peña Nieto empacó y, discretame­nte, voló a Madrid.

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Se fue. Enrique Peña Nieto.
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