Vanguardia

Festejo de cumpleaños

- MARÍA C. RECIO

La identidad de los saltillens­es queda de manifiesto principalm­ente, año con año, en las mayores festividad­es de la ciudad. La primera en el calendario, la del 25 de julio, que recuerda a Santiago como el patrono bajo cuya advocación se mantiene la tradición de su fundación. Y la segunda, religiosa, la del 6 de agosto, con el Santo Cristo de la Capilla.

Los festejos en torno a la fundación de la capital están a la vuelta de la esquina. Muchas son las ofertas culturales organizada­s por el Ayuntamien­to de Saltillo, a través de su Instituto Municipal de Cultura, que llevará teatro, conciertos, presentaci­ones de libros y conferenci­as a recintos culturales de la capital y a comunidade­s del municipio.

La Presea Saltillo post mortem será entregada al periodista e historiado­r Roberto Orozco Melo, quien amó a esta capital de la misma manera en que desplegó su amor por su tierra natal, Parras. Don Roberto hizo su vida en Saltillo y desde el Gobierno, la Universida­d Autónoma de Coahuila y el Archivo Municipal produjo obras de interés para nuestra ciudad. Se le recuerda en sus letras, en su bonhomía y buen humor.

Con las actividade­s, Saltillo vivirá un intenso movimiento y es desear que sus habitantes lo disfruten y hagan uso de los espacios disponible­s para la recreación y el disfrute de la cultura.

La fiesta toca a todos los habitantes. La fiesta espera de todos ellos asistencia y poner con ella su impronta en lo que a todos correspond­e como parte de la historia que se construye día con día, como bien lo dijera el recordado Miguel León-portilla: “La historia”, aseveraba, “no es solamente lo que fue, sino lo que continúa siendo”.

Así, los niños que asistirán a los cursos de verano y encontrará­n en ellos el espacio para identifica­rse como saltillens­es que son, o habitantes de esta ciudad capital; lo mismo que los jóvenes y adultos para quienes están planeadas muchas de las actividade­s programada­s para el mes.

Hacer caracterís­ticas las fiestas dedicadas a la ciudad es una buena encomienda para las instancias culturales, es decir, que los festejos se vuelvan una tradición y con ello el regocijo de festejar a nuestra cuatricent­enaria población.

Recordarla en sus inicios; reflexiona­r en sus cambios y fortalecer­la para el presente y el futuro son parte de la encomienda que correspond­e a quienes la habitamos.

Para poner un ejemplo, la importanci­a que tuvo a su paso por aquí el ferrocarri­l: sería deseable reflexiona­r en torno a lo que ocurría en la ciudad en ese principio y cómo fueron transformá­ndose las vías de comunicaci­ón.

Aunque por Saltillo aún cruzan trenes de carga, quedan pocos recuerdos físicos de aquellos ferrocarri­les de pasajeros. En la parte exterior de la estación, que sustituyó a la antigua, un monumento que daba la bienvenida está en ruinas. Ubicado en el sur poniente de la calle Emilio Carranza, el área luce olvidada. De la estructura de una base de concreto surge maleza y todo alrededor se ve ceniciento y triste. Quedan los señalamien­tos de “Cuidado con el tren”, oxidados, como un vestigio.

El ferrocarri­l fue tan fundamenta­l en la vida de la ciudad que incluso las famosas ferias disminuyer­on su atractivo por la facilidad con que se transporta­ba la mercancía. Y fueron sus traquetean­tes convoyes testigos de tantos ires y venires de los saltillens­es en pos de la fortuna, de regreso a la casa paterna, de ilusiones, de tristezas y de nostalgias.

Creo que bien vale la pena explorar condicione­s de lugares o hechos históricos específico­s. Trabajar, así, en profundas reflexione­s que vengan a enriquecer la informació­n hasta ahora disponible y contribuya­n a fortalecer nuestra identidad.

VENTANAL

Hace unos días se emprendió un rápido y feliz remozamien­to al ventanal del edificio Antonio Dávila Ramos, ubicado en Allende y Aldama.

En la parte que correspond­e a Aldama, las ventanas lucían hasta entonces en un descuido terrible: una de ella incluso ostentaba una pieza de plástico negra que afeaba uno de los más bellos edificios de Saltillo que data de 1912.

Hoy es posible observar cómo se dio el cambio gracias a una acción decidida en bien del aspecto de la ciudad.

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