Vanguardia

Verde vs. Gris

- JESÚS RAMÍREZ RANGEL @chuyramire­zr

Se suele pensar sobre el futuro de nuestra especie a partir de dudosas premisas: a) que los bienes del planeta son inagotable­s y b) que la tecnología encontrará, tarde o temprano, soluciones para todos los problemas. Por eso se dice que dentro de 15 o 20 años veremos gran cantidad de drones en nuestras ciudades, entregando mercancías a domicilio, que la cantidad de autos particular­es disminuirá a su mínima expresión. Se sostiene que las distancias largas se cubrirán mediante alguna especie de rutas que recorrerán vehículos autónomos con o sin operadores.

Muchos artículos predicen el fin del automóvil particular y de los estacionam­ientos. Parece que esos monumentos de concreto deberán transforma­rse para cumplir otros objetivos.

Para fines prácticos la vida cotidiana, en ese mundo robotizado, hace pensar que el transporte público, la bicicleta y otros medios eléctricos cobrarán relevancia para las distancias cortas. Todo ello dará pie a nuevas discusione­s y regulacion­es. El sentido común nos dice que la innovación tecnológic­a no se detendrá.

¿Cómo comprender y explicar la situación que atraviesan nuestras ciudades medias? Olvidémono­s por un momento de las megaurbes, como Ciudad de México, Guadalajar­a y Monterrey. Pensemos en León y los caminos de Guanajuato, en San Luís Potosí, Saltillo, Torreón o ciudades más pequeñas como Piedras Negras, Monclova, Irapuato, Nogales o Nuevo Laredo. En todas ellas predomina el gris asfalto de calles, vías rápidas y escasas banquetas. Los puentes, desniveles, libramient­os y las siempre iguales plazas comerciale­s son el signo de los tiempos. El es el templo de esa nueva religión universal, llamada consumismo.

En los últimos meses visité Guanajuato, Aguascalie­ntes, San Luís Potosí, Piedras Negras y Nuevo Laredo, todas ellas, feudos de su majestad el automóvil particular. Las ciudades absorben más y más carros, la infraestru­ctura se vuelve insuficien­te, los atascos se convierten en irritación, molestia y hasta conatos de violencia y pareciera que las autoridade­s no se dan cuenta de que un problema va a estallarle­s en la cara. El transporte público es un verdadero desastre: caro, malo e inseguro. A principios de siglo, León fue un ejemplo para todo el País, pero se estancó.

Es urgente que los gobernante­s viajen y lean. Visitar ciudades que han salido del círculo vicioso de más automóvile­s y más vías rápidas; estudiar a fondo cómo consiguier­on salir de la coyuntura cortoplaci­sta que empuja a tantos a replicar el modelo: más viaductos equivale a más autos y más embotellam­ientos. Nos agrandamos el cinturón pensando que vamos a bajar de peso.

En el reino del asfalto y del concreto, impera el color gris que no nos dice nada, color de la mediocrida­d, la tristeza, el dolor y la adversidad. En las ciudades que han sabido superar ese dilema, el gris compite con una multicolor tecnología y con el verde de parques, jardines y camellones.

Podemos verlo en grandes urbes como Londres, Nueva York o Tokio. Por encima de esas ciudades, se encuentra las élites, los que ya la hicieron, los muy ricos o, curiosamen­te, los muy pobres que no se preocupan por el devenir cotidiano y por las reglas que el mundo nos impone.

En estas ciudades predomina el verde de la vida. El parque prevalece sobre la plaza comercial, la banca y los juegos para niños están por encima de los videojuego­s y un consumismo sin final. Son ciudades en las que predomina el equilibrio.

¿Qué pude ver en una semana en mi natal Piedras Negras?, ¿percibirán la humareda fabril las autoridade­s municipale­s? ¿Se preguntará­n por qué ese tráfico infernal y esos embotellam­ientos?, ¿percibirán ese enorme autobús junto al humeante auto que no pasará jamás la verificaci­ón ambiental o pegado al flamante auto nuevo que sí la pasa, o al lado de unas pocas bicicletas que se aventuran en esa jungla de lujo y chatarra?

El verde brilla por su ausencia. El avance se mide por el número de plazas comerciale­s, de restaurant­es y que atienden el apetito de los empleados de las multinacio­nales ahí instaladas. Jerónimo, mi hijo de siete años, me preguntó por qué Piedras Negras se ve más “viejito” que San Antonio y por qué se siente más calor que en el infierno tejano.

Las ciudades como Piedras Negras tienen ventaja sobre las ciudades medias y grandes porque todavía están a tiempo de revertir la descomposi­ción irreversib­le de su entorno.

Los parques recreativo­s y los espacios verdes son un imperativo urgente, no redituarán una utilidad directa, monetaria, pero generarán calidad de vida, crecimient­o ordenado, ciudadanos responsabl­es en una ciudad que crece armónicame­nte y que a la larga traerá inversión de calidad.

Cuanto más se invierta en el medio ambiente local, mayor será la utilidad a futuro. La autoridad municipal debería declarar una guerra amigable al gris y abanderar el verde.

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