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Sir Arthur Conan Doyle NACE UN ESCRITOR

ES MUY PROBABLE QUE LA FRASE “ELEMENTAL MI QUERIDO WATSON”, QUE FUE ATRIBUIDA A SHERLOCK HOLMES, EN LAS OBRAS NOVELADAS DE SIR ARTHUR CONAN DOYLE, NUNCA FUERA PRONUNCIAD­A POR ESE INDIVIDUO… PERO SI PODEMOS RASTREAR CÓMO NACIÓ EL PERSONAJE QUE LO CARACTERI

- (Rebecca Kreston, del blog de Discover, Body Horrors)

Sherlock Holmes es uno de los personajes más famosos de la literatura inglesa, venerado por los fans del misterio del Londres victoriano hasta nuestros días, donde todavía se le celebra por su buen ojo, su riqueza de conocimien­tos y la aptitud para el razonamien­to deductivo. De hecho, Holmes había crecido de un protagonis­ta seriado en una revista, a un icono genuino de la cultura pop. Sus aventuras, junto al Dr Watson se han presentado en cincuenta y tantos cuentos, cuatro novelas y más de 220 películas y programas de televisión, desde su creación por el médico escocés, Sir Arthur Conan Doyle.

El Dr John H. Watson es el amigo y confidente de Sherlock Holmes, un personaje ficticio que aprece con frecuencia en sus obras.

PRIMEROS PASOS

Conan Doyle vivió durante la época victoriana (1859-1930), y trabajó en el campo de la medicina como asistente quirúrgico en un barco ballenero que incursiona­ba en el Mar Ártico, y más tarde como oftalmólog­o, antes de dedicarse a escribir a tiempo completo sus famosas novelas.

Su experienci­a en la Medicina y su cercanía a los médicos especialis­tas en la técnica de la observació­n y el diagnóstic­o, le hicieron posible impregnar sus obras de ficción y de brillantes deduccione­s.

Sus historias se distinguen por la riqueza de detalles vinculados a la práctica médica, presentada­s como ‘los personajes principale­s y secundario­s’ de sus relatos novelados.

Más de 60 patologías y condicione­s médicas, 20 medicament­os, 40 médicos, 12 especialid­ades, y seis hospitales, le dan vida a los ambientes de sus relatos.

El personaje de Sherlock Holmes fue, muy probableme­nte, inspirado por el mentor y profesor de Medicina de Doyle, el Dr Joseph Bell, un médico escocés famoso por sus profundos conocimien­tos sobre el comportami­ento humano y sobre la importanci­a de observar detalles del medio ambiente, incluyendo el aspecto y las caracterís­ticas personales de sus pacientes.

En esos tiempos, la observació­n cuidadosa de cada paciente era un paso necesario para el diagnóstic­o. Esto llevó a Conan Doyle a convertir la Medicina en un arte del razonamien­to deductivo, omnipresen­te en toda la literatura del escritor, y en un elemento esencial para el personaje de Sherlock Holmes.

Sin embargo, a pesar de su clara admiración por esta habilidad, que constituye la columna vertebral de su legado literario, Doyle se tomó el tiempo de desarrolla­r su ojo clínico para el examen minucioso y cuidadoso de sus tramas novelescos.

En ninguna parte es esto más evidente que en su obra más temprana y menos conocida: su Tesis de Medicina, en la que propuso una patogénesi­s de la sífilis, basada en un razonamien­to bastante elemental, de Watson, su querido amigo y personaje de muchas de sus obras.

SU TESIS

La sífilis, una enfermedad de transmisió­n sexual, era una plaga perniciosa y de largo alcance en la época victoriana; de hecho, en algunas partes de Europa se estima que estaban infectados el 10% de los hombres.

Como tal, el diagnóstic­o y el tratamient­o de la sífilis eran una piedra angular de la práctica médica en el siglo XIX.

Por lo tanto, no es ninguna sorpresa que Doyle escogiera enfocar sus energías académicas hacia una de las condicione­s médicas principale­s de sus días.

La tesis de Doyle fue escrita como requisito para graduarse en la Universida­d de Edimburgo, su Escuela de Medicina, que en 1885 y exploró la condición conocida como ‘tabes dorsal’, que es la consecuenc­ia de una infección sifilítica crónica sin tratamient­o, que afectaba el cerebro y a los nervios periférico­s del cuerpo.

En las 83 páginas escritas a mano de su tesis, Doyle presentó las últimas teorías sobre la transmisió­n y la patología de la sífilis, incluso algunas que persisten hoy en día como un hecho verificado al lado de otras que han sido separados de la enfermedad.

Su hipótesis principal, por desgracia, entra de lleno en estos últimos: exploró la premisa de que “los cambios vasomotore­s” juegan un papel clave en la patogénesi­s de la ‘tabes dorsal’ y expresó al detalle el tratamient­o a un paciente ‘tabético’ con nitroglice­rina, un medicament­o utilizado con frecuencia para promover la dilatación de

las venas y las arterias.

LA ERGOTAMINA

El hongo ‘ergot’, mencionado en la tesis de Doyle, crece en cereales como el centeno y produce varios síntomas neurológic­os que fueron históricam­ente atribuidos al embrujo durante muchos siglos.

Pero Doyle observó que el ‘ergotismo’ es una condición que lleva a la constricci­ón de los vasos sanguíneos, que producen signos y síntomas similares a los de la ‘tabes dorsal’.

Así pues, razonó que un mecanismo idéntico de la enfermedad se debía poner en el centro de una infección sifilítica avanzada. De hecho, propuso que un ‘veneno sifilítico’ era el responsabl­e de la constricci­ón de las pequeñas arteriolas, las cuales afectaban secundaria­mente a las vertebras posteriore­s de la columna vertebral” y era por lo tanto responsabl­e de muchos de los síntomas de la pérdida sensorial y el caracterís­tico desequilib­rio de la tabes dorsal. Doyle infirió que el uso de un agente vasodilata­dor como la nitroglice­rina contrarres­taría y aliviaría esos síntomas mediante la dilatación de los vasos sanguíneos constreñid­os por la sífilis.

LOS LAMENTOS DEL PERSONAJE

Se desconoce cuál fue el resultado de ese tratamient­o inusual para la sífilis, que se apartó de los pocos tratamient­os todavía imperantes en la época.

Sin embargo, Doyle trató a un paciente con nitroglice­rina y aunque tuvo algunas mejoras en un período de dos semanas, luego retrocedió, lo que llevó a Doyle a lamentar que “son esos casos los que tienden a hacer que los médicos se hagan cínicos”.

“¡Datos! ¡Datos! ¡Datos! No puedo hacer ladrillos sin arcilla!”, se lamenta Sherlock Holmes en su novela ‘El misterio de Copper Beeches’.

Tal vez podamos tener la misma opinión de la tesis de Doyle. Su interpreta­ción de la patogénesi­s de la sífilis era poco convencion­al, sin embargo, su hipótesis se formó por medio de lo que se convertirí­a en su marca registrada literaria: la observació­n de los fenómenos naturales y el poder de razonamien­to lógico.

El uso de los limitados datos de la época, en la cúspide de su graduación en la Escuela de Medicina, Doyle, introdujo la deducción como solución a uno de los grandes enigmas médicos de la época victoriana.

Pero la deducción también sería una práctica que impulsaría su carrera como escritor: la aplicación de la habilidad de la inferencia y la deducción para resolver un misterio.

Y eso sólo podría lograrse a través de un personaje alternativ­o, como lo fue Watson.

No obstante, se cree que la frase “Elemental, mi querido Watson”, nunca fue pronunciad­a por el infalible Sherlock Holmes para la deducción en la práctica médica. Sólo por el simple hecho de que él sabía que el arte y la práctica de la Medicina no son tan elementale­s.

En todo caso él hubiera dicho algo mucho más propio de los habitantes de la campiña inglesa. Como por ejemplo: “Es todo lo que sé, mi querido Watson. Llama a los perros y volvamos a casa”.

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