Popularidad… sin efectividad
El coloso impone. El hombre duro siempre lo demostrará ante el débil. El diálogo, el respeto y la paz se pueden dar, claro que se pueden dar, pero siempre entre iguales. Cuando uno es débil será abusado. Sistemáticamente. Es lo que pesa en la relación de México (Andrés Manuel López Obrador) y Estados Unidos (actualmente en su papel de siempre, ser el policía del mundo donde gobierna y va a seguir gobernando Donald Trump). No podemos estar de igual a igual, por eso Trump impone sus condiciones en 145 caracteres de un Twitter. Cuando Trump lanza al ciberespacio sus arengas, todo mundo calla y se estremece. Nunca habíamos estado tan débiles ni sumisos. Ni en las peores épocas del priato. Hoy somos tapete, sólo eso.
La migración se alimenta de la pobreza, la violencia, la desesperación, el sentimiento de abandono y de indefensión. Ya no se cree en cosas como las que uno creía, eso llamado patria (el lugar de nuestros padres). La patria ya no es un término candente, sino olvidado; ahora es un término jurídico: nación. Y nadie cree en su nación. Ni salvadoreños, ni hondureños, ni guatemaltecos, ni mexicanos; menos creen en su nación los haitianos ni africanos. Huyen de su penuria y buscan un trozo de pan para llevarse a la boca y a su panza seca. Ya no hay identidad ni pertenencia ni orgullo. Nada. A los miles de migrantes no les importa su vida, menos su patria. El ejemplo que le ha dado la vuelta al mundo de este drama ha sido la fotografía de los cuerpos de padre e hija, Óscar y Valeria Martínez, quienes fueron devorados por las aguas del Río Bravo –para nosotros; Río Grande para los gringos–. Primero, padre e hija de 25 y 2 años, respectivamente, fueron engullidos por sus aguas bravas y crecidas; luego los dos cuerpos fueron escupidos por el mismo río el cual los regresó a una orilla. De la esperanza a la tragedia. Y como siempre sucede en estos casos (en cualquier caso ya y en todo el mundo), primero, la “conmoción en redes sociales”, luego y hoy, el olvido.
A un año del triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las urnas, ¿estamos mejor? Popularidad no ha sido igual a efectividad, todo mundo ya ha presentado sus números y estadística de ello. En el caso de la crisis de migrantes (crisis inhumana y bestial en ambos lados de la frontera), México ha jugado un sólo papel: tratar de controlar su flujo a como dé lugar hacia Estados Unidos por orden directa de Donald Trump. Lo he escrito antes: migrantes somos todos en alguna etapa de nuestra vida. Para muchos pueblos es su condición de vida misma. Migrantes somos todos desde tiempos bíblicos. En el Evangelio de Mateo se lee textualmente en el capítulo 25, versículos 35 al 40: “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; / estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí…”.
ESQUINA-BAJAN
Pues sí, forasteros, exiliados, migrantes somos todos. Hemos sido todos en alguna etapa de nuestra vida. Pero, acoger a cientos o a miles, no es cosa sencilla. En su campaña rumbo al puesto de la Presidencia de EU, Trump tildó a los mexicanos de “rateros, violadores y vendedores de droga”. Su discurso lo hizo ganar. Hoy, en su reelección, se lo he dicho, no tiene aún un serio opositor, va a ganar de nuevo. ¿Recibir a los miles de migrantes de las nacionalidades antes descritas? Es cosa de análisis, de política, no de buenas intenciones ni de azar o fortuna o ser buenos de corazón. Nada de eso. Si usted lo recuerda, señor lector, en la etapa de la humanidad llamada barroco, surgió la política como una fuerza, como idea que desplazó aquello conocido como “fortuna” o azar. ¿Se ahogaron los migrantes salvadoreños, padre e hija, Óscar Martínez y Valeria Martínez? ¿Fue por azar, mala fortuna? No, fue porque todas las probabilidades matemáticas y las condiciones estaban en su contra. ¿Recibir a miles de haitianos, africanos, salvadoreños?
No lo sé. No es cuestión de buena o mala fa, sino de estructuras, planes, dinero, compensaciones, inversión detallada: es cuestión de diseño de políticas efectivas. Seamos francos, no todos los migrantes (ninguno, tal vez) son como el filósofo Isaiah Berlin (lo pongo a lo rápido como ejemplo que se me ha venido a mi corta y parca memoria, al estar leyendo un par de libros de su autoría). El filósofo había nacido en Riga, luego se trasladó a San Petersburgo, Rusia. Luego se fue a Reino Unido, estudió en Londres y se afincó hasta su muerte en Oxford. Es decir, fue un migrante hasta su muerte. Leía y escribía en ruso, francés, alemán, italiano y, claro, inglés. Uno de sus libros más deslumbrantes es “El Erizo y la Zorra”, ensayo sobre Lev Tolstoi, ancilado su pensamiento y tirada de naipes en la poética de Arquíloco. ¿Los migrantes que buscan establecerse en EU o México, tienen esta capacidad en éste u otros campos del saber o del tema técnico?
¿Quiere una respuesta? Seamos francos y sinceros para comprender dicho problema: no. Por eso AMLO ha prometido 40 mil empleos en la maquila para “indocumentados”: es decir, carne de cañón, obreros, eso que el Papa Francisco, el católico, ha definido muy bien como gente para la “cultura del descarte”. La Organización Mundial para las Migraciones (OIM) ha dado a conocer las últimas cifras de su estudio al respecto. Van algunas: en los últimos cinco años han ocurrido mil 907 muertes de indocumentados (migrantes), año con año las muertes aumentan. De 2014 a 2018 han perdido la vida 84 niños en este viacrucis. Y ahí viene un nuevo golpe: la Corte Suprema gringa decidirá en 2020 la suerte final de los dreamers ¿Sabe usted cuántos podrían ser deportados a México si la Corte resuelve en contra?
LETRAS MINÚSCULAS
700 mil inmigrantes de un sólo jalón. Prepárese para el terror. ¿Y AMLO? Pues sólo obedece órdenes de Trump.