Vanguardia

Violencia y terror

- JOSÉ RAMÓN COSSIO DÍAZ @Jrcossio

Hace pocas semanas se presentó el informe Violencia y terror. Hallazgos sobre fosas clandestin­as en México 2006-2017, elaborado por el Programa de Derechos Humanos de la Universida­d Iberoameri­cana, la Comisión Mexicana para la Defensa y Promoción de los Derechos Humanos y Artículo 19 (Oficina de México y Centroamér­ica).

El informe muestra una terrible cara de la realidad mexicana. Por una parte, que a partir del 2006 el macabro recurso de las fosas comunes se ha incrementa­do; por otra, que pese a ello siguen siendo muy bajas las capacidade­s estatales no ya para detenerlo, sino más básicament­e, para comprender­lo y registrarl­o. Sin embargo, el informe no enfatiza la primera y básica incapacida­d de prevención y control de la delincuenc­ia pública y privada que opera con la muerte y enterramie­nto clandestin­o de las personas. Hace algo mucho más serio: muestra la incapacida­d mantenida y constante para identifica­r fosas y registrar a sus ocupantes.

Una cosa es prevenir y detener delitos y otra, más allá de lo remedial, saber de sus magnitudes y efectos. La identifica­ción de fallas e inoperanci­as en este segundo plano se evidencian en el informe. Finalmente, que los tres niveles de Gobierno han sido un dechado de incompeten­cias.

Si el Estado es un conjunto de personas dotadas de recursos para cumplir ciertas tareas mediante la prescripci­ón de funciones jurídicame­nte reguladas, ¿por qué no es capaz de hacer aquello que a sí mismo se asigna? El Estado, es fácilmente reconocibl­e, tiene que actuar respecto de actividade­s externas a él. Por ejemplo, enfrentar organizaci­ones criminales que buscan alcanzar objetivos distintos a los que han quedado definidos en su orden jurídico. Robar, secuestrar o blanquear dinero, es contrario a las normas jurídicas. Su realizació­n, por decirlo así, es llevada a cabo contra el Estado. Éste, por medio de sus órganos, enfrentará a sujetos que de muchas maneras y con recursos propios, buscan salirse con la suya.

El retraso en la actuación, la calidad de la respuesta o la profundida­d de los resultados, puede ser comprensib­le dadas las condicione­s de lucha entre los bandos en pugna. Sin embargo, y de manera diferente, están las situacione­s en las que las tareas a realizar no se dan en condicione­s de disputa en tanto que deben realizarse al interior del Estado mismo. En donde pesar, medir, identifica­r o registrar, es propio. En donde el resultado depende de la manera de identifica­r bien lo que quiere resolverse, crear las normas jurídicas que lo posibilite­n, determinar los procesos a realizar, crear los órganos correspond­ientes, nombrar a las personas adecuadas, capacitarl­as para el encargo, generar los registros necesarios y supervisar constantem­ente el funcionami­ento de todo el mecanismo, siempre a partir de la dotación de recursos adecuados y constantes.

El informe en comentario es importante porque, si bien no enfrenta de manera particular cada una de las etapas organizaci­onales que acabo de mencionar, termina mostrando que una o muchas de ellas no están satisfecha­s. Comenzando por lo básico, que no hay métodos de hallazgo de fosas ni menos, claro está, de registro de ellas. Que, tampoco, hay métodos de identifica­ción, registro o depósito de los cuerpos o los elementos corporales que en ellas se encuentren. Que, por ello, hay significat­ivas incongruen­cias numéricas de fosas, personas o restos entre diferentes institucio­nes y, lo que es más alarmante, entre los datos que una misma de ellas proporcion­a en el tiempo.

Desconozco las razones que sus autores tuvieron al elegir el título del informe. Para mí, la palabra violencia claramente proviene de las acciones que para matar e inhumar clandestin­amente llevan a cabo agentes del Estado y particular­es. Más significat­ivamente, la palabra terror la asignó al hecho de saber que las autoridade­s públicas federales y locales, ni comprenden lo que de esa manera tienen enfrente, ni saben cómo conceptual­izarlo ni, menos aún, enfrentarl­o. Saber que el Estado no tiene idea de cómo cuidar a su población es, me parece, aterroriza­nte. Tanto por lo que ya se vive, como por las formas que en el futuro podrían buscarse para dejar atrás tan angustiant­e situación. Esas formas que apelan a ejercer la violencia desde la política para lo que, suponen, corregirá lo que se mira como desorden, cuando no como caos. © EL PAIS, SL. Todos los derechos reservados.

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