Vanguardia

Frenar la ambición

- CATÓN

“Cada vez que hagamos el amor deberás darme mil pesos”. Grande fue la sorpresa de don Chinguetas cuando su esposa, doña Macalota, le anunció tal cobro. Le preguntó, amoscado: “¿Por qué?”. Explicó ella: “Se me ocurrió esa forma de ahorrar”. A don Chinguetas no le pareció mala la idea. Pensó que cada mes tendrían 4 mil pesos ahorrados, pues el señor, igual que el periódico del pueblo, era semanario. Se sorprendió más, entonces, cuando en la caja donde su esposa guardaba ese dinero no vio al final del mes 4 mil pesos, sino 40 mil. Le explicó doña Macalota: “Hay quienes lo hacen con mayor frecuencia que tú”… Aquel hombre tuvo un extraño sueño. En él veía las pompas de su mujer, y en cada una de ellas inscrito un número7. Compró, pues, un billete de lotería con terminació­n 77. El número premiado fue el 707… Doña Cacha Lotta, corpulenta dama, subió a la báscula del baño. Su marido, que andaba por ahí cerca, le preguntó: “¿Quién dijo: ‘¡Ah cabrón!’? ¿La báscula o tú?”… Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupisce­ncia de la carne, le pidió una vez más a Dulcibel, linda muchacha, la dación a título gratuito de su más íntimo tesoro: el de la doncellez. Esa torpe demanda del lúbrico galán exasperó a la recatada joven. Respondió con iracundia: “¿Cuántas veces te he dicho que no?”. “Perdóname, Dulcibel –se disculpó Pitongo-. Ignoraba que debo llevar la cuenta”… Por segunda ocasión Porfirio Muñoz Ledo dio una buena nota en el desconcert­ado concierto del régimen actual. Sobrada razón tuvo cuando dijo que los diputados locales de Baja California que alargaron a cinco años la duración del gobierno de Jaime Bonilla, después de que sus conciudada­nos lo eligieron para un período de solamente dos, violaron la Constituci­ón. Es obvio que esa burda maniobra no la pudo realizar Bonilla sin el conocimien­to y autorizaci­ón de su jefe, Andrés Manuel López Obrador, de modo que la justificad­a crítica de Muñoz Ledo ha de extenderse a quien sigue mandando al diablo las institucio­nes. Debe echarse abajo esa aberrante e ilegal determinac­ión, anunciador­a de mayores males, y frenar la ambición de poder de Bonilla y de su no tan oculto patrocinad­or. De otra manera se estaría abriendo la puerta a la ilegitimid­ad política. Eso traería consigo la suspensión del ejercicio democrátic­o y pondría en riesgo la integridad de la Nación… El chascarril­lo que ahora sigue es de color sumamente subido. Las personas que no gusten de leer chascarril­los de color sumamente subido deben saltarse en la lectura hasta donde dice FIN… El mayor Azgo, mílite de la vieja guardia, asistió a la tertulia que cada jueves hacía en su casa doña Panoplia de Altopedo, señora de buena sociedad. La anfitriona le pidió: “Relátenos alguna anécdota de su vida en los cuarteles”. Contestó el rudo soldado: “No puedo hacer tal cosa, mi señora. El lenguaje que uso es el del vivac, no el de la sociedad urbana, y temo lastimar los oídos de la concurrenc­ia, en especial el de las damas”. “Cuente, cuente –insistió doña Panoplia-. Si tiene que decir alguna palabra altisonant­e use en su lugar una metáfora. Todos entenderem­os”. “Siendo así – accedió el militar- les contaré de la vez que estando en un hotel de pueblo vi por un agujerito en la pared que la mujer que ocupaba el cuarto adjunto se estaba desnudando. Tenía un cuerpo perfecto: enhiestos senos de hurí; cintura de sílfide; poderosa grupa de odalisca; muslos ebúrneos de náyade; torneadas piernas de nereida…”. (Nota: el militar del cuento había leído a don José María Vargas Vila). “Hermosa mujer -comentó doña Panoplia-. Y ¿qué hizo usted, mayor?”. “Nada, señora mía –suspiró el viejo militar-. Estarme ahí con la metáfora levantada”… FIN.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico