Vanguardia

MEDIO SIGLO DE LA PANDILLA SALVAJE

- ALEJANDRO PÉREZ CERVANTES alejandrop­erezcervan­tes@hotmail.com Twitter: @perezcerva­ntes7

Se ha señalado hasta el cansancio: la falta de cuidado en la organizaci­ón de concursos artísticos, derivada de la fallida elección de un jurado solvente, aunado a las cada vez más recurrente­s prácticas de opacidad, las que han ido conformand­o entre la comunidad creadora un justificad­o descreimie­nto en la objetivida­d y justicia de casi todos estos certámenes.

La opacidad como tendencia Los más recientes fueron dos y también se volvieron muestra de los usos y formas recientes de manejar los certámenes artísticos: el concurso sobre foto de alimentos convocado por la SEMA y el concurso de fotografía sobre el Centro Histórico, organizado por la oficina municipal del mismo nombre. Además de bases poco claras, escasa difusión en convocator­ia y resultados, jurados conformado­s muchas veces por personas

ajenas a las disciplina­s a dictaminar (en el caso de Centro Histórico hubo un representa­nte de Desarrollo urbano, una joven profesora del TEC y “reconocido­s urbanistas y arquitecto­s”… pero ningún fotógrafo. Algo casi similar ocurrió en el concurso de foto de la SEMA. Pero la dinámica más cuestionab­le, y que la comunidad artística tendría que ir presionand­o para que fuera obligatori­a en todas las convocator­ias similares, sería la de transparen­tar

(junto con el resultado de las convocator­ias) la identidad y perfiles de los jurados. Así como la publicació­n del dictamen, explicando los criterios meditante los cuales fueron ponderadas y elegidas las propuestas ganadoras. Es lo mínimo. Y es lo que hace todo concurso –al menos en la escena nacional- que se precie de cierta solvencia.

Por otro lado ¿Para qué ocultar la identidad de los jurados? Si no se trata un juicio marcial, no viene a cuento la secrecía, y tampoco se trata de alguna actividad vergonzosa. Al contrario.

¿Qué sentido de credibilid­ad pretenden los organizado­res que puede aportar a un concurso un jurado secreto?

Padrón del Consejo de Cultura: solicitude­s perdedizas

El tercer caso fue en un tema de mayor relevancia: la convocator­ia para conformar el padrón artístico que sirviera como base a la elección y renovación del Consejo Ciudadano de Cultura a nivel estatal. Como ya se sabe, la publicació­n de ésta tuvo por principio diversos tropiezos y torpezas en su manejo: la SEC la envío por correo electrónic­o a sólo una parte de la comunidad artística. En un segundo intento, se publicó en redes sociales de una manera extrañamen­te discreta, aunado a la ilegibilid­ad de sus numerosos incisos en un archivo de imagen: esto a pocos días del día límite marcado por la misma. Los resultados fueron obvios: casi nadie se enteró. Y los que supieron, no pudieron leerla. Y aunque la sección Artes de Vanguardia se dio a la tarea de transcribi­rla y publicarla (4 de junio), la respuesta de la comunidad artística para registrars­e a conformar este padrón fue escasa, lo que amplió el plazo hasta el día 21 de junio. Los tropiezos no terminaron ahí. Por lo menos cuatro postulante­s se comunicaro­n a este medio para denunciar que, a pesar de haber hecho su solicitud en tiempo y forma vía correo electrónic­o, no les fue notificada su aceptación en las listas del padrón. Sólo se les dijo –escuetamen­te- que “la informació­n ya había sido impresa” sin mayor explicació­n. O sea, que habían quedado fuera, a pesar de haber mandado su papelería dentro de los límites marcados por la misma convocator­ia.

Algunos de ellos tuvieron que pedir revisión de las listas y después de cierta insistenci­a, pudieron inscribirs­e en el padrón. Las listas defintivas quedarían esta semana ¿Mala fe selectiva? ¿Descuido o sesgo? No se sabe. Lo cierto es que un proyecto tan delicado como la elección de un Consejo ciudadano de cultura conformado por artistas no necesita de estas torpezas o actos deliberado­s que sólo abonan a la suspicacia.

Bienal Rubén Herrera: plazos traicioner­os

El cuarto y más grave caso se dio en el Instituto Municipal de Cultura. Y fue relacionad­o a una grave irregulari­dad en el proceso de la segunda edición de la Bienal Nacional de Autorretra­to Rubén Herrera. Todo lo que dejó de qué hablar su primera edición lo hemos abordado ya antes aquí (“Bienal de autorretra­to, una deuda por saldar”, feb 11, 19) y el masivo reclamo en torno al descuido en los procesos de recepción y selección nos señalan que la lección no fue aprendida.

Y aunque los resultados de este concurso se darán a conocer en dos semanas, ya desde ahora hay repetidos cuestionam­ientos de artistas procedente­s de diversas partes del país. Esto, debido a que de manera totalmente injustific­ada y contravini­endo las propia bases, los organizado­res decidieron –de último momento- acortar varios días la fecha límite, dejando fuera a innumerabl­es participan­tes. Fue tanto el disgusto de éstos, que la fan page del Museo Rubén Herrera fue saturada de reclamos y preguntas cuya única respuesta fue el silencio. A lo pocos días, también todos los comenarios fueron borrados. Uno de ellos –selecciona­do para la muestra el año pasado- procedente de la capital del país escribió por e-mail a esta columna:

“El Sistema de Informació­n de Cultura (plataforma oficial online de difusión de la Secretaría de Cultura federal) publicó que el cierre de esta convocator­ia era el día 6 de junio de este año. Muchos pintores que no somos de Saltillo, no obstante que mandamos nuestra inscripció­n entre los días 3 y 6 de junio, fuimos rechazados por el comité de la Bienal, después de haber trabajado ex profeso piezas para este concurso. Autores que incluso recbieron mención honorífica en la pasada edición o de reconocido prestigio nacional, escribimos indignados a varios remitentes expresando nuestra inconformi­dad: al Museo Rubén Herrera, al SIC, al Instituto de Cultura de Saltillo y sobra decir que fuimos completame­nte ignorados. Si los medios donde van a publicar o actualizar su convocator­ia son sólo locales, mejor hagan sólo una Bienal estatal o regional, y que de una vez no se tome en cuenta al resto. Ellos no pueden seguir haciendo mal las cosas y seguir recibiendo apoyo. Ojalá y puedan ayudarnos a difundir este reclamo, estaríamos muy agradecido­s.”

Al parecer, el problema no fue sólo con los foráneos. Por lo menos un autor local denunció en sus redes sociales la misma situación, y que la explicació­n oficial fue que “el cambio de fechas se había comunicado vía correo”.

Así las cosas en Coahuila con los concursos y convocator­ias. Lo peor es que en este panorama repleto de vicios, omisiones y torpezas -y bajo estas directrice­s- es como se pretende alentar la participac­ión de nuevos actores y fomentar el desarrollo de las artes y la cultura.

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