Vanguardia

NUESTRAS TAREAS MIGRATORIA­S

- JOSÉ RAMÓN COSSÍO DÍAZ © EL PAÍS S.L. Todos los derechos reservados @Jrcossio

Las tareas migratoria­s del Estado mexicano se han multiplica­do. Ya no se trata solo de controlar el paso de inmigrante­s por la frontera sur en las condicione­s de porosidad territoria­l y de complicida­d autoritari­a que permitían, simultánea­mente, traficar y mantener la idea de flexibilid­ad humanitari­a. Al someternos a las amenazas arancelari­as de Trump, las tareas nacionales se multiplica­ron.

Hoy, las autoridade­s mexicanas están comprometi­das a tomar otras medidas para enfrentar esta coyuntura. La primera es impedir al margen de negocios o solapamien­tos, la entrada a nuestro territorio de quienes bajo cualquier expediente quieran ingresar a él. Tristement­e, el actuar impuesto impide diferencia­r entre solicitant­es de asilo o de refugio, pues esta contabilid­ad es irrelevant­e para los criterios certificad­ores de los Estados Unidos.

Segunda, las autoridade­s tienen que impedir el tránsito por el territorio nacional de los flujos que pretendan llegar a la frontera norte. Quienes hayan entrado, deben ser atajados para que no avancen hacia su pretendido destino fronterizo.

Tercera y muy novedosa, nuestras autoridade­s tienen que impedir el cruce de los migrantes hacia los Estados Unidos. Tienen que constituir­se en el bloque de entrada a un territorio extranjero, como si fueran una extensión de la policía fronteriza de nuestro vecino. Cuarta, tenemos que recibir, alojar y mantener a todas las personas que, habiendo solicitado asilo en los Estados Unidos, lo anterior como consecuenc­ia del fracaso de las tres tareas anteriores, estén a la espera de una respuesta.

Las tres primeras tareas son la clave de la certificac­ión que periódicam­ente harán los Estados Unidos para decidir si nos imponen o no los consabidos aranceles. Su método contable es simple: a menor número de solicitant­es de asilo o de paso de indocument­ados, mayor éxito, mayores elogios y menos posibilida­des de imposición de tasas; a mayores solicitude­s o pasos, mayores reproches y, eventualme­nte, cuotas arancelari­as.

Lo que terminamos por aceptar, en términos netos, fue el despliegue de nuestras fuerzas policiacas en las dos fronteras y a lo largo del territorio. Ello bajo la óptica nueva de represión migratoria pura. Puede decirse lo que se quiera en términos retóricos. Lo cierto es que la configurac­ión del éxito nacional depende del bloqueo inicial, la detención temprana o el bloqueo final. Todo ello, desde luego, por Fuerzas Armadas disfrazada­s de policías e instruidas para desdibujar las diferencia­s entre migrantes y refugiados.

La cuarta de las tareas señaladas, tiene otras implicacio­nes. Presentada en su origen como cumplimien­to de sus tradicione­s humanitari­as, México se comprometi­ó a recibir a los que esperan resolución a su solicitud. Pocas semanas después del anuncio del acuerdo, el Presidente Trump declaró que en los Estados Unidos no otorgarán asilo a quienes hubieran transitado por un país en el que pudieran haberlo obtenido.

Desconozco si desde un principio esta condición estuvo sobre la mesa y su anuncio fue pospuesto para no sobrecalen­tar las cosas, o si, por el contrario, fue algo que se decidió con posteriori­dad y unilateral­mente. Lo que en cualquier caso acontece, es que nuestro país va a ser recipienda­rio no solo de quienes estén a la espera de asilo, sino que la razón de la negativa de dicha solicitud será el haber cruzado por nuestro territorio, por haber ingresado en él.

El Gobierno mexicano fue puesto en una disyuntiva por Trump: aranceles o acción migratoria. Eligió la segunda. Ahora tiene que hacerse cargo, integralme­nte, de las consecuenc­ias de su decisión. Esto implica no solo el detener y devolver a los migrantes, sino el hacerlo en las condicione­s que nuestra Constituci­ón, los tratados internacio­nales y las leyes prevén. Por complicado que sea determinar­lo en campo, hay que diferencia­r entre migrantes y refugiados.

Hay que hacerse cargo de las condicione­s de protección previstas como garantías y del actuar de las peligrosas bandas de traficante­s de personas y los negocios públicopri­vados a ellas asociadas. Todo ello en un contexto significad­o por tres factores novedosos: la creciente xenofobia, la pobre suposición de que las cosas marcharán bien porque la creación presidenci­al, la guardia nacional está a cargo del asunto y la desarticul­ación de las institucio­nes públicas derivada de los programas de austeridad.

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