Vanguardia

Las Huilota, el barrio de Agustín Jaime

Recorrer las calles de la colonia Topo Chico es como retroceder en el tiempo; su historia es tan fascinante como sus protagonis­tas, como Agustín Jaime, quien ‘bajaba, bajaba a caballo...’

- TEXTO: CHRISTIAN MARTÍNEZ/FOTOS: MARCO MEDINA

Las sustancias para trabajar la piel, actividad a la que se dedicaba una de las familias del antiguo barrio de la Topo Chico, fueron derramadas dentro de una de las lagunas cercanas a estos

terrenos, según el investigad­or Andrés Garza Elguézabal.

Dichas sustancias siguen sin ser absorbidas por completo, lo que genera que el salitre se encuentre en la mayoría de los muros de esta zona dañando las construcci­ones y obligando a que se tengan que enyesar constantem­ente.

Durante una tarde infantil, un par de hermanos subió a un torreón que se encontraba en el terreno de la ahora parroquia del Espíritu Santo. Al llegar a lo más alto se toparon con la cantidad abrumadora de llanura que rodeaba el lugar: metros y metros de tierra, arroyos y matorrales terminaban en el horizonte.

El torreón era una especie de fuerte que levantaron los revolucion­arios. Ahí guardaban el dinero u objetos confiscado­s a los cuatreros y ladrones. Al menos, eso les contaba su padre.

Calles más adelante, don Francisco Hernández Solís, de 83 años tiene un Chevrolet 53 oxidado. Salió a ofrecerlo en venta después de percatarse que se le estaba fotografia­ndo. Su memoria y su oído ya fallan. Tiene 83 años de edad y más de 50 viviendo en el lugar.

“Es de 6 cilindros. Cuando pita tienes que retirarte porque pita con madre. Si le pitas haz de cuenta que estás oyendo un toro bramando. No está muy mal que digamos. Dime cuánto me das por él”, preguntó el hombre.

“Nosotros tenemos más de 50 años aquí y ya era la Topo Chico. Aquí la gente no quería vivir porque aquí eran pleitistas hasta la madre. Se fueron muriendo los “broncudos” y ya quedó pura gente pacífica, como yo. Se fue calmando la cosa y fue quedando pura gente trabajador­a”, dice.

Don Jorge, de la calle Rayón, se mudó a “Las Huilota de Arriba”. Así se llamaba La Topo: Las Huilota de Abajo (después de Valdés Sánchez, ahora la colonia El Olmo).

La mayoría de los habitantes señalan la existencia de una vía que circulaba por el que ahora es el bulevar Francisco Coss. Don Óscar, de 86 años, quien vive en la calle La Llave y Coss, cuenta que justo en esta calle el tren estacionab­a los vagones que no estaban en uso; esto propiciaba que por las noches se juntaran varios hombres a delinquir, pelear y fumar mota.

Hasta estas fechas el barrio de la Topo vio nacer a la pandilla “Los Pika Pika”, los cuales, según los vecinos, siguen juntándose cerca.

AGUSTÍN SE COLUMPIABA

El Barrio de “La Huilota”, palabra náhuatl que significa paloma, estaba junto a los barrios “El Andrajo”, “El Barrial”, “El Calvario” y “La Goleta”.

La mayoría de las construcci­ones eran haciendas de adobe habitadas por personas de clase media o baja tanto así que el barrio “El Andrajo” llevaba ese nombre por la cantidad de “andrajosos” que vivían ahí; manera despectiva de referirse a las zonas pobres, de acuerdo con el historiado­r Carlos Recio, quien dedujo que por la cantidad de agua que había en la zona se propició la reproducci­ón de esta ave (huilota).

“La Topo estaba bastante fuera de la ciudad. Durante 300 años Saltillo no abarcaba más allá de la calle Pérez Treviño hacia el norte. Era un lugar de huertas, gallinas, cabras, cerdos. Por ahí pasa el arroyo de La Tórtola y había actividad agrícola y ganadera. La tenería dejó el lugar sin posibilida­des poco a poco de sembrar

El Andrajo estaba en la calle Dionisio García y Arteaga, entre Presidente Cárdenas y Coss. Por esa parte de la ciudad, entre las calles Terán y Comandante Leza se encontraba la primera zona de tolerancia que permaneció ahí hasta el año 1950 cuando fue trasladada a la colonia González y casi 30 años después hacia la colonia Guerrero, en donde se encuentra en la actualidad.

De acuerdo con Rodolfo López Ortiz, uno de los primeros habitantes del barrio y que escribió un pequeño libro sobre la historia de este lugar, los hombres tomaban valor en las cantinas como en la que murió Agustín Jaime, cercanas a la zona de tolerancia, para después beber un rato en el “Columpio del Amor”, uno de los cabarets con más cantidad de visitantes que amanecían hasta la seis de la mañana.

“Actualment­e se encuentra la cantina Río Escondido. Ésta tiene desde aquellos años. La zona estaba integrada al primer cuadro de la ciudad. Ese ya no era barrio, era la zona”, dice López Ortiz.

“Era una zona de tolerancia muy bien formada para su tiempo. Había varios cabarets de primera; gente de dinero que se paseaba y se divertía. Unos ocho cabarets buenos. De buenos a menos; había bares y cabarets y las prostituta­s. Bebíamos la Carta Blanca y de vinos el famoso Madero Cinco Qquis (Madero 5X) y el Bacardí. El Madero 5X ya no se vende en el país.

Rodolfo se negaba dar nombres sobre los hombres adinerados que visitaban la zona en busca de mujeres. Hasta que accedió con la condición de que no fueran publicados. Entre estos nombres, sonaban empresario­s que mucho tiempo sostuviero­n la economía de la ciudad.

“Había un cabaret que se llamaba El Montecarlo y fuera de esta zona también existían las casas de citas en el barrio Tacubaya y otro por el callejón de Miraflores, y el cabaret El Egipcio.

Los precios de la cerveza era de 30 centavos, y una copa de Madero 5X costaba alrededor de un peso, más la acompañant­e, todo era más caro. La mayoría de las mujeres eran de Saltillo y en “El Egipcio” y en “El Miraflores” probableme­nte trabajaban mujeres extranjera­s, de acuerdo con el testimonio.

Jonás Yeverino fue uno de los personajes que, enamorado de la dueña de unos de estos cabarets, compuso el bolero “Inspiració­n”. A Jonás la mujer no le hacía caso por ser un músico bohemio que trabajaba en los bares y sobrevivie­ndo de lo que las gente le daba. Ella estaba enamorada de uno de los pilotos del Escuadrón 501.

Sobre lo anterior, hay quienes señalan que esta canción realmente fue compuesta por el hermano Jesús Yeverino, los dos nacidos en General Cepeda. APELLIDOS

En los mapas de 1902 del Satillo, el área de la Topo Chico se ofrecía en venta. Para 1934, en uno de los mapas que utilizó Vito Alessio Robles para sus investigac­iones, ya se muestran varios trazos de haciendas.

Fue en ese lapso entre 1902 y 1934 en donde los primeros pobladores comenzaron a llegar a “La Huilota”.

Entre los apellidos que llegaron primero a esta zona, de acurdo con el libro de Rodolfo López, se encuentran los López, Ortiz, Pepi, Valdez, Ángeles, García, Briones, Castillo, Gaona, García, Cabello, Gonzalez, Luna, Oyervides, Turrubiate­s, Berlanga, Robledo, Velásquez, Martínez, Alvarado, Márquez, Ramírez, Gutiérrez y Covarrubia­s

Fue a mitad del siglo pasado cuando la empresa John Deere, antes Internatio­nal Harvester, llegó a la ciudad y se instaló en la zona propiciand­o que la cantidad de vecinos se multiplica­ra hasta a llegar a los que hoy es la Topo.

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‘Añejas’. Las cantinas poco han
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Vandalismo. El graffiti también tiene su rinconcito en el populoso barrio.
 ??  ?? Coss y Arteaga. Por aquí cruzaban las vías del ferrocarri­l.
Coss y Arteaga. Por aquí cruzaban las vías del ferrocarri­l.
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Reliquia. Don Francisco ofrece en venta su Chevrolet 53.

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