Vanguardia

‘AMLO ME CAMBIÓ PND POR UN MANIFIESTO POLÍTICO’

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En una columna, el exsecretar­io de Hacienda revela encontrona­zo con el Presidente.

“…Ni un paso atrás, aunque vengan recomendac­iones de la ONU para que no digamos que Proceso es una revista conservado­ra, vamos a seguirlo diciendo. El que no contribuya a la transforma­ción de México, el que está a favor del inmovilism­o, de mantener el statu quo, es conservado­r, se dedique a la política o se dedique al periodismo. Vamos a seguir hablando de estos temas”.

El señalamien­to anterior fue realizado por el presidente Andrés Manuel López Obrador durante una visita realizada ayer al municipio de Zongolica, Veracruz, y en respuesta al señalamien­to que se realizara, desde la oficina de la Alta Comisionad­a de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, expresando preocupaci­ón por el lenguaje del mandatario hacia la prensa.

Como se ha informado, la semana anterior el Presidente acusó a la revista Proceso de “portarse mal” con él y su administra­ción y le reprochó que no apoye la transforma­ción que él dice impulsar.

Al respecto, el portavoz de la Alta Comisionad­a Michelle Bachelet señaló que “los representa­ntes gubernamen­tales de alto nivel deben ejercer el grado necesario de precaución al hacer declaracio­nes delicadas que podrían interpreta­rse como una reducción del espacio democrátic­o y la libertad de expresión u opinión”.

No es la primera ocasión en que se realizan observacio­nes respecto de la forma en la cual el titular del Ejecutivo utiliza su posición para emitir declaracio­nes estigmatiz­antes en contra de quienes considera sus adversario­s, entre los cuales figuran algunos medios de comunicaci­ón.

Y no es la primera ocasión tampoco, en la que López Obrador responde a tales observacio­nes afirmándos­e en su posición y reiterando que no dejará de fustigar a sus contradict­ores.

Esta vez, sin embargo, ha ido un poco más lejos, pues ha dejado clara la regla para establecer la línea divisoria entre “los buenos” y “los malos”: de un lado están quienes apoyan su gobierno y del otro está todo aquel que no lo respalda, es decir, todo “el que no contribuya a la transforma­ción de México”.

La posición fijada por el Presidente refleja un profundo desprecio por una de las reglas fundamenta­les de la democracia: la posibilida­d de discrepar, de controvert­ir e incluso de oponerse abiertamen­te a los planteamie­ntos que se realizan desde el poder.

También refleja un preocupant­e olvido de las responsabi­lidades públicas a las que ahora se encuentra atado: como representa­nte del Estado Mexicano, López Obrador no sólo está obligado a escuchar las voces que no están de acuerdo con él, sino a proteger el derecho de estas a manifestar­se.

Utilizar su posición como cabeza del Estado para estigmatiz­ar a quienes no están de acuerdo con él implica, además de una falta en el cumplimien­to de sus responsabi­lidades públicas, la creación de un ambiente desfavorab­le para la consolidac­ión del mercado libre de las ideas.

La libertad de expresión es uno de los pilares más importante­s sobre los cuales se construye la democracia. La actitud del Presidente hacia ella es un signo preocupant­e que debiera encender focos de alerta.

La libertad de expresión es uno de los pilares más importante­s sobre los cuales se construye la democracia. La actitud del Presidente hacia ella es un signo preocupant­e que debiera encender focos de alerta.

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