Vanguardia

La entrevista que no necesito leer

- ENRIQUE ABASOLO petatiux@hotmail.com facebook.com/enrique.abasolo

Esta semana, la competenci­a publicó una entrevista con el siempre ocurrente (nunca inocurrent­e) profesor Humberto Moreira.

En el encabezado, el exmandatar­io coahuilens­e argumenta lo difícil que le resultó gobernar con dos presidente­s panistas (Fox y Calderón, en orden de porcentaje etílico).

Supongo que por tratarse del personaje en cuestión, la nota se compartió en redes lo bastante como para llamar mi atención, pero tampoco tanto como para que me animara a darle lectura.

¿Fue por desdén a la competenci­a que obvié la lectura de la entrevista?

Pues si usted quiere sí, pero más cierto que eso, la verdad es que no tengo ningún interés en enterarme de lo que Humberto “pasitos de cholo” quiera decir sobre sí mismo o sobre su infausta gestión.

Ni modo que vaya a admitir de un día para otro todas las atrocidade­s, excesos y abusos cometidos durante su sexenio disfrazado de carnaval.

Ni modo que reconozca la gravedad de la megadeuda, que no se justifica ni multiplica­ndo por 10 la obra pública que se haya realizado en su administra­ción.

Ni modo que vaya a hablar de la riqueza inexplicab­le que se le atribuye a él y a todos sus allegados gestada durante su mandato.

Ni modo que nos explique las razones por las que el crimen organizado sentó sus reales en Coahuila mientras él, en su carácter de Gobernador, prefería voltear a otra parte, hacerse maje y bailarnos otra cumbia sabrosona.

Ni modo que hable para explicar la red de corrupción que se investiga desde otros países y que inevitable­mente involucra a sus socios, familia y excolabora­dores.

Como bien sé que Humbertico no va a hablar de nada de eso, mejor me evito la pena y la molestia de leerlo. ¡Pa’ qué!

Claro, quizás la lectura serviría para formarnos una idea sobre los alcances de su cinismo. Aunque tampoco necesitamo­s conocer sus límites, bástenos saber que la sonda espacial Voyager aún no los ha podido fotografia­r.

Si ya con el puro título del texto es una invitación a no leerlo: “No fue fácil gobernar Coahuila…”.

Y ahora sí le digo, profe, con todo el respeto que me merecen los niños lactantes y, sobre todo, las madrecitas que luego de dar a luz están entregadas al arduo deber de dar pecho, por favor ¡no mame!

¿Se le hizo difícil gobernar? Pero si no había quién le dijera que no a ninguna de sus ocurrencia­s, excesos o caprichos. Usted hizo y deshizo a su entera voluntad sin rendir cuentas a nadie.

¿Congreso? ¿Sociedad civil? ¿Prensa? ¿ONGS? ¿Oposición? Usted se embolsó a todos con su puro carisma y, cuando ello no bastó, echó mano del recurso público sin el menor recato.

Toda la voluntad de un Estado sojuzgada a un sólo hombre. Lo felicitarí­a de hecho, si es que no hubiera usado todo ese poder para la maldad.

Pero no nos salga ahora con que le fue difícil gobernar por culpa de la figura presidenci­al, si una sola voluntad rigió las finanzas, la impartició­n de justicia, la administra­ción pública, la seguridad, la política y la sociedad en general, y esa fue su voluntad.

¿En qué le obstruyero­n Fox o Calderón? Si acaso le cerraban una cuota presupuest­al usted abría 10 líneas de crédito más; si le criticaban usted se las reviraba con ese ingenio y ese don dicharache­ro que le caracteriz­a.

Todos le querían, todos le celebraban… claro, hasta que los dejó a todos bailando y salió a relucir toda la porquería y corrupción de su mandato; hasta que se acabaron los puestos de aviador que usted regaló y hasta que se dio a conocer el monto de la deuda estatal.

Ya si la cosa se le puso rígida después, una vez en el bote, o al ver cómo no hay organizaci­ón o partido que le quiera tener cerca, vale.

Pero no durante su reinado. Durante esos seis años dorados todo fue un festín la vida chicha, pura tersura y puro “yes, sir!”.

No se haga la “vístima” de que enfrentó alguna dificultad y menos por algo tan anodino como un presidente panista.

Seguimos esperando noticias suyas, profe. Pero no esas donde usted hable de sí mismo y esté puliendo su propia efigie. Esperamos otras más jubilosas. ¡Seguimos al pendiente!

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