Vanguardia

Festejar sendereand­o

- Jshv0851@gmail.com

El pasado 4 de agosto un grupo de amigos me invitó a senderear en el cerro de Vizcaya, que es parte de la Sierra de Texas en Matamoros, Coahuila. De esa forma festejamos mi cumpleaños, subiendo una cuesta, un camino de 2 mil 600 metros de largo, en 40 minutos. Es un camino empedrado, se construyó en los sesenta del siglo pasado para instalar una de las antenas del sistema de microondas y poder darle mantenimie­nto con regularida­d. Hoy muchos corredores y ciclistas lo usan para entrenarse para alguna carrera y otras personas –como nosotros– sólo para disfrutar una caminata al aire libre. Mi amigo el profesor Fernando Castañeda Limones, maratonist­a, fue el que me invitó por primera vez a recorrer ese camino. Mientras nosotros llegamos a la cima y bajamos, Fernando lo sube y lo baja dos veces, corriendo, y todavía nos espera por un rato al regreso.

Es un cerro de vegetación xerófita, representa­tivo de los cerros del estado, es parte del llamado desierto chihuahuen­se. Con una soberbia exhibe que a pesar de la escasez del agua nacen magueyes, ocotillos, nopales, cactáceas, lechuguill­as, gobernador­as, mezquites, huizaches, cardenches, entre otros. Coahuila es mayormente desértico, con bajas precipitac­iones. Nosotros ese cerro lo subimos unas cinco veces al año. Cada vez es una experienci­a diferente. Lo hacemos temprano porque más tarde pega muy fuerte el sol y la temperatur­a sube muy rápido, el ambiente en la bajada ya empieza a calentarse. La vista hacia Matamoros y Torreón, desde lo alto de Vizcaya, es cada vez sorprenden­te. En cierto sentido es una tierra hostil debido a la escasez de lluvia, la insolación, las temperatur­as y los vientos, responsabl­es de la evaporació­n y de la desecación y la pobreza del suelo. Sin embargo, el paisaje conformado por las serranías, los valles, los contrastes de las sombras, la flora de las laderas, las infloresce­ncias de las plantas, las corrientes de aire, siempre asombran, presumen su capacidad de sobreviven­cia.

A pesar de que nacimos en estas tierras, los humanos estamos mal adaptados para las condicione­s extremas. Pero la necesidad de enfrentars­e a esas situacione­s les ha hecho desarrolla­r su creativida­d y capacidade­s de adaptación. Senderar en este medio inhóspito es totalmente diferente a hacerlo en una zona boscosa. ¿Cómo son estos entornos secos?

Estos entornos desérticos los podemos denominar “sistemas ecológicos secos”, más de una tercera parte de la superficie del planeta se encuentra en esta situación y en ella vive cerca del 20 por ciento de la población mundial. La zona semiárida alcanza precipitac­iones de 150 a 500 milímetro anuales, que es el caso de la mayoría del territorio coahuilens­e; la agricultur­a de temporal propia de estas regiones es muy aleatoria. Otras zonas semiáridas del estado, estacional­mente secas, tienen lluvias inferiores a 600-800 milímetro anuales. Estas lluvias permiten una vegetación de arbustos y hierbas adaptadas a la sequía (xerófitas).

Los desiertos resguardad­os áridos o semiáridos están situados a sotavento de una cadena de montañas; los vientos del oeste llegan a las formacione­s rocosas que los bloquean produciend­o un efecto de viento cálido y seco que sopla por la ladera de la montaña (efecto foehn), esto es propio de Coahuila. Estos fenómenos explican por qué al caminar por un cañón se observa que la vegetación en las pardes que se contrapone­n sea en muchos casos diferente. Por ejemplo, en la salida de Saltillo hacia Torreón, en el primer cañón, la ladera del lado izquierdo tiene muchas plantas de sotol y la del derecho mucho menos. En el camino de Viesca a Torreón, antes de llegar a las dunas de Bilbao, hay un extensión de cientos de hectáreas de saladillo (atriplex acanthocar­pa). Sin duda es producto de los vientos y de las diferentes temperatur­as, por la forma como pega el sol. Una ladera tiene más horas de sombra que la otra.

La flora y la fauna de las áreas secas tienen caracterís­ticas originales como consecuenc­ia de la adaptación a una multitud de dificultad­es: sequedad del aire, radiacione­s solares fuertes, escasez de agua, efectos de las lluvias espontánea­s y sequías más o menos largas, tasa de salinidad del agua alta, contrastes térmicos diarios y estacional­es a nivel del suelo y, finalmente, vientos frecuentes y violentos. Éstas son las condicione­s que se deben tener presentes al caminar en las montañas del semidesier­to de Coahuila.

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SALVADOR HERNÁNDEZ VÉLEZ

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