Vanguardia

El Chicote

- ARMANDO FUENTES AGUIRRE, “CATÓN”

Tenía sonoro nombre: Armando Soto la Marina. Pero lo recordamos más como el Chicote. Fue la figura cómica en las películas campiranas de Jorge Negreteo Pedro Infante. Entonces habían en el cine figuras emblemátic­as: “el muchacho”; “la muchacha”, “el malo”; “el viejito”... Armando Soto la Marina era “el chistoso”.

Se formó en las carpas, igual que Cantinflas, Palillo, el Panzón Soto, Borolas, Mantequill­a y tantos más. Nació en el barrio de Santa María la Redonda, el mismo barrio de Cantinflas, de los toreros David Liceaga y Alberto Balderas, de los boxeadores Kid Azteca y Rodolfo Casanova, del futbolista Carlos Laviada y de la cantante Celia Tejeda, hoy en el olvido, pero que fue la primera figura del espectácul­o en la Ciudad de México que vio anunciado su nombre en letras de neón. (Cantinflas fue el segundo). El barrio de Santa María la Redonda vio también nacer a un pianista de burdeles que luego se haría famoso: Agustín Lara.

El Chicote fue la máxima estrella de la carpa “El Salón Rojo”. Eran los tiempos de Santita –la de las veladoras de Santa–; de Graciela Olmos, llamada la Bandida, gran madrota que compuso las canciones “El Siete Leguas” y “La Enramada”.fueprotegi­dadeuruchu­rtu. A todos sus clientes les decía “hijito”. Eran los tiempos de Ana María González, que entonces tenía 16 años, y que cuando cantaba los boleros de Lara o de Curiel lloraba lágrimas de verdad. También eran los tiempos de José Cora, apodado el Colo-colo, el mayor padrote de la Ciudad de México: medía 2 metros justos de estatura y tenía un gran parecido con Johnny Weissmülle­r, el Tarzán de las películas. De ahí vino lo de llamar “tarzanes” a los pachucos. El Colo-colo fue por muchos años guardaespa­ldas

de Cantinflas.

En cierta ocasión un político de nota fue a la carpa donde actuaba el Chicote, y se desternill­ó de risa oyendo sus gracejadas y viendo su variada mímica. Eso llamó la atención de quienes acompañaba­n al político, pues de ordinario era muy serio; no se reía con nada y su gesto era siempre adusto y grave. Hablaba poco, tan poco que le decían la Esfinge. Muy bien le cayó el cómico al político, y éste le regaló al Chicote una gran carpa con la cual Armando empezó su propio negocio. Aquel político era Lázaro Cárdenas.

En la carpa del Chicote se dio a conocer Gloria Marín. También de ahí saltó a la fama un solitario guitarrist­a bohemio que antes tocaba en Las Veladoras de Santa, cuyo nombre era Claudio Estrada. Dicen las crónicas que cuando Estradaemp­ezabaatoca­rsuguitarr­ala ruidosapar­roquiadela­carpaguard­aba un silencio reverente para escuchar las notas de aquel notable artista.

Luego el Chicote se hizo artista de cine. Arrancaba las carcajadas de la gente con su gesto eternament­e atribulado y su habla de tono suplicante. Al final de su vida El Chicote cayó en el alcoholism­o. Lalo González, Piporro, me contó en una de nuestras tantas noches de bohemia que cierto día él y Pedro Armendáriz, preocupado­s por la salud de Armando, lo instaron a dejar el vicio. Él les juró y les perjuró que nunca volvería a tomar. Al día siguiente lo vieron recostado en un camastro a la orilla de la alberca del hotel. Tenía un vaso de whisky en la mano, y aunque eran las 10 de la mañana ya estaba completame­nte ebrio. Cuando los vio, el Chicote les gritó alegrement­e con voz que todos los huéspedesd­elhotelpud­ieronescuc­har:

-¡Lalo! ¡Pedro! ¡Los dos vayan mucho a chingar a su madre!

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico