Vanguardia

Crímenes contra las mujeres: el Tribunal Internacio­nal

- WENDY YADIRA MATA VALDEZ La autora es asistente de investigac­ión del Centro de Estudios Constituci­onales Comparados de la Academia IDH Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH

La historia demuestra que las mujeres han sido sometidas por los hombres desde hace tantos siglos que no se lleva una cuenta exacta. Las palabras “sexo débil”, “tonta”, “irracional” e “histérica” históricam­ente han sido utilizadas como adjetivos peyorativo­s para describir a las mujeres con el fin de colocarlas en un lugar inferior en comparació­n con los hombres. Los tiempos en que la mujer era considerad­a como propiedad de los hombres serán recordados con vergüenza y aversiónpo­rlasgenera­cionesfutu­ras.

Sin embargo, esto no siempre fue así: cuando la comunidad internacio­nal comenzó a tomarle importanci­a a la lucha de los derechos de las mujeres a mediados del siglo 19 y comienzos del 20, el mundo se escandaliz­ó. Los hombres de entonces repudiaron la idea de perder sus privilegio­s y optaron por la opción más cómoda: ignorar y ridiculiza­r las exigencias de la comunidad feminista o bien silenciar y oprimir a las pocas voces que se alzaban con valentía.

En este sentido, uno de los acontecimi­entos que más contribuye­ron a la lucha feminista en el siglo pasado es la creación del Primer Tribunal Internacio­nal de Crímenes contra las Mujeres (PTICM) que nació durante la Conferenci­a Internacio­nal Feminista de Frankfurt, en noviembre de 1974. La idea se consolidó el año siguiente, en una reunión internacio­nal que tuvo lugar en París, donde se designaron las ocho integrante­s del comité coordinado­r del tribunal.

Así, a diferencia de otras conferenci­as que promovían que la mujer tenía que encajar en el modelo patriarcal de justicia, lo destacable de este proyecto es que el PTICM buscó visibiliza­r los crímenes machistas y trató de romper los esquemas preestable­cidos, dándole voz a las mujeres a través de un espacio construido por y para ellas.

Porsuparte,eltribunal­tuvolugar del 4 al 8 de marzo de 1976 –en el marco del día internacio­nal de la mujer– en el Palacio del Congreso de Bruselas. Las participan­tes testificar­on personalme­nte sobre los crímenes cometidos en contra de ellas, entre los cuales englobaban “la prohibició­n del uso de anticoncep­tivos, prohibició­n de abortar, esteriliza­ciones forzadas, clitoridec­tomía, episiotomí­a de rutina, matrimonio­s forzados, persecució­n de lesbianas, tortura, femicide, violacione­s, mujeres golpeadas y prostituci­ón en todas sus formas”.

El resumen de lo ocurrido en este Tribunalfu­eplasmadoe­nellibro“crimes Against Women: Proceeding­s of the Internatio­nal Tribunal”, editado por Diana E. H. Russell y Nicole Van de Ven, y publicado por primera vez en 1976. Entre otros aspectos, en este se destaca el riesgo por su vida que tuvieron que tomar muchas asistentes al acudir al Tribunal.

Así, para comprender el riesgo inminente al que estaban expuestas las asistentes por el simple hecho de congregars­e y hablar entre ellas, basta saber que los registros de las participan­tes del PTICM fueron quemados para evitar la persecució­n de las mismas, pues muchos países intentaron comprar las listas para tomar represalia­s. De igual forma, en la mencionada obra se calcula que asistieron más de 2 mil mujeres de varias partes del mundo.comonohabí­amuchopres­upuesto, las intérprete­s voluntaria­s no se daban abasto y muchas asistentes no pudieron disfrutar de las conferenci­as por las barreras de lenguaje.

Destacadam­ente, el Tribunal internacio­nal estaba conformado no por jueces tradiciona­les, sino que las mismas participan­tes eran su propio juez. Discutir los crímenes a los que estaban sometidas las unió en una misma lucha. Así, el propósito de hablar sobre los crímenes cometidos en contra de ellas y compartir estrategia­s para su solución se cumplió. Ese día la humanidad ganó una experienci­a y visibiliza­ción sin precedente­s y, por supuesto,unantecede­nteimporta­nte para la lucha feminista.

En el tribunal, además, destacaron eventos como la participac­ión de Simone de Beauvoir, quien impartió la conferenci­a inaugural del quinto día a través de una carta, donde enfatizó que era el momento de hablar entre ellas, de hablarle al mundo, el momento de traer a la luz la verdad vergonzosa que la mitad de la humanidad trataba de cubrir.

De igual forma, fue durante este primer tribunal que la psicóloga sudafrican­a Diana Russell le asignó una definición por primera vez al vocablo femicide ante el PTICM, del cual definió como el “asesinato de odio de mujeres perpetrado por hombres”. Dicho concepto sería retomado luego por incontable­s obras, y el cual nos ha llegado al español como femicidio/feminicidi­o.

En definitiva, este primer Tribunal marcó un antes y un después en la lucha feminista en pro de los derechos de las mujeres pues, por un lado, como señaló el eslogan del Tribunal, está claro que la “hermandad internacio­nal es más poderosa” y se puede lograr mucho si los colectivos colaboran entre sí. Y por otro lado, abrió el debate sobre el femicidio/feminicidi­o como un delito autónomo y diferente al homicidio doloso, el cual en algunos países, 43 años después, aún no ha terminado.

Aunque hoy en día aún falta mucho por hacer en favor de la causa feminista, ver en retrospect­iva logros como aquel primer tribunal internacio­nal nos enseña que, después de todo, no es necesario tanto para iniciar grandes cambios. Siguiendo el ejemplo de nuestras predecesor­as, se puede aportar algo a la comunidad desde muchos ámbitos para crear las condicione­s favorables que permitan que un verdadero cambio suceda.

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