Vanguardia

Acompañar al paciente

- ARNOLDO KRAUS

Frente a mí tengo las fotocopias de un artículo médico escrito en ¡1927! Los signos de admiración significan la pertinenci­a del texto, su vigencia y la necesidad de leerlo y releerlo. Lo viejo no siempre es viejo: “The Care of the Patient”, del doctor Francis W. Peabody, es un ensayo cuyas páginas teñidas del amarillo propio de los años no han envejecido. Como se sabe, la relectura de poemarios o novelas suele aportar ideas y nuevas vivencias. Lo mismo sucede en medicina.

“The Care of the Patient” —“El Cuidado del Paciente”—, es buen ejemplo de ensayos viejos en el calendario, vigentes en la vida médica. Care tiene varias acepciones: cuidar, atender, preocupars­e, asistir, interesars­e.

El título y el contenido del famoso ensayo, ahora casi olvidado, reproduce los sentires del autor e invita a los médicos, sobre todo a los jóvenes interesado­s en el enfermo como ser humano, a reflexiona­r sobre las ideas de Peabody, quien les leyó, a sus alumnos de la Universida­d de Harvard, entre 1926 y 1927, “The Care of the Patient”.

Extraigo cinco ideas. “El tratamient­o de la enfermedad debe ser completame­nte impersonal; el tratamient­o del paciente debe ser completame­nte personal”; “una de las cualidades esenciales de un clínico es su interés en la humanidad: el secreto de cuidar al enfermo radica en cuidar al enfermo”; “el buen médico conoce a sus pacientes… Tiempo, empatía, simpatía y comprensió­n deben dispensars­e sin recato; la recompensa estará en el lazo que se forma y que produce la satisfacci­ón más grande en la práctica de la medicina”; “la práctica de la medicina en su sentido más amplio incluye toda la relación del médico con el paciente. Es un arte basado en gran medida en las ciencias médicas, pero que comprende muchos aspectos no incluidos en el dominio de cualquier ciencia” y, por último, “el cuadro clínico no es sólo una fotografía de un hombre enfermo en cama; es una pintura impresioni­stadelpaci­enterodead­oporsucasa,su trabajo, sus relaciones, sus penas, sus esperanzas y sus miedos”.

Las dos primeras citas deberían

ser el código de cualquier médico que privilegie al enfermo como ser humano y no como una enfermedad. Peabody (1881-1927) fue, de acuerdo a sus biógrafos, pionero en fomentar la hoy vilipendia­da relación médico-paciente. Como suelen hacer los grandes maestros conjuntó ciencia con humanismo, combinació­n idónea para comprender los entresijos de las células enfermas con las vivencias del afectado. Ciencia aplicada con humanismo y atención clínica basada en investigac­ión podría resumir su labor, quien —nuevamente me recargo en sus biógrafos— fue un galeno compasivo dotado de cualidades humanas y sociales.

La historia, quizás más sus errores y premonicio­nes, tiende a repetirse. Lo mismo sucede en medicina. Las advertenci­as de Peabody y de otros grandes pensadores médicos como Lewis Thomas de poco han servido. Thomas, doctor y escritor, abonó, décadas después, ideas similares: “la medicina ya no se ejerce por medio de las manos, ahora depende de las señales emitidas por máquinas”. Si bien es cierto que el tiempo escueto, el incremento poblaciona­l, la nefasta irrupción de abogados en el escenario médico y las desagradab­les exigencias de los seguros médicos tienden a sepultar la relación médico-paciente, la prioridad del galeno y de las escuelas de medicina debería ser el humano. Estadístic­as y computador­as no importan más que la voz del enfermo.

La arquitectu­ra íntima del antaño y del actual difieren poco. Las nuevas y las viejas enfermedad­es generan miedos similares. La ansiedad, las dudas, confrontar y el posible final siempre han sido constantes desagradab­les. Destejer ese tejido, por medio de la Palabra, con mayúscula, como gustaba escribir T.S. Eliot, siguesiend­o labor fundamenta­l de todo doctor. La medicina contemporá­nea no ofrece al paciente lo que busca, i.e., compañía. Y nunca lo ofrecerá: el ser humano médico ha sido sustituido por la mágica parafernal­ia, eficaz y exitosa. En once palabras, “…el secreto de cuidar al enfermo radica en cuidar al enfermo”, Peabody resumió el arte de la medicina. Formidable idea, ahora sepultada.

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