Las latas están bien, pero no son la panacea
La primera idea que todos tenemos si nos plantean la necesidad de conservar comida el máximo tiempo posible es almacenar todo tipo de latas.
Este método de conservación se desarrolló tras una petición expresa del Gobierno francés que, durante las Guerras Napoleónicas, ofreció 12.000 francos a cualquier inventor que ideara un método barato y efectivo para conservar grandes cantidades de alimentos. El ganador del concurso fue el bodeguero Nicolas Appert, que descubrió cómo evitar la acción de los microbios sobre la comida 50 años antes de que Louis Pasteur (otro francés) descubriera su papel en todo esto.
Las latas, bastante más sofisticadas hoy que las inventadas por Appert –aunque en esencia tengan el mismo funcionamiento–, son una buena opción para conservar alimentos durante mucho tiempo. Como explica a Directo al Paladar la farmacéutica Gemma del Caño, experta en seguridad alimentaria, gracias al método de esterilización las latas aguantan muchísimo tiempo. “De hecho”, apunta, “hay alguna lata por ahí de la Segunda Guerra Mundial que estaba tiesa, pero con una microbiología que la haría apta para el consumo, si alguien tuviera el valor de hacerlo”.
Si optamos por las latas, lo mejor sería elegir alimentos altamente procesados, que concentran la mayor cantidad de nutrientes y calorías –justo lo contrario de lo que haríamos si quisiéramos mantener la línea a raya, algo que nos iba a importar bien poco en una situación postapocalíptica–.