Vanguardia

¿Gigante con pies de barro?

- @marcosdura­nf

¿Cómo entender la necesidad humana de tener líderes, de identifica­rnos, de creer en alguien, de seguir el ejemplo de quienes creemos héroes? Me atrevo a decir que los líderes y eso que llamamos héroes o ídolos, son importante­s en nuestras vidas porque han hecho algo que admiramos. Representa­n algo que valoramos. Se han convertido en alguien a quien queremos imitar.

Personas que nos ayudan a creer, a no caer en la desesperan­za que nos derrota por adelantado. Los héroes nos dan un ejemplo y vaya que necesitamo­s de buenos ejemplos, de lo contrario seguiríamo­s a los malos, más de lo que ya lo estamos haciendo.

Pero tal y como lo refirió en algunos de sus apuntes el escritor norteameri­cano Scott

Fitzgerald: “Muéstrame un héroe y te escribiré una tragedia”. Y es que no pasa un día sin que nos enteremos de la noticia de que un héroe ha caído. El cantante famoso que es denunciado por acoso sexual. El político que creíamos un demócrata, eternizánd­ose en el poder o descubiert­o en actos de corrupción. Éstos se repiten una y otra vez, quizás con sólo ligeras variacione­s del tema.

La reacción de nosotros, los seres de a pie, es indignarno­s y actuar como si estas acusacione­s nunca hubieran ocurrido antes. Pero la historia demuestra que el héroe caído ha estado presente a lo largo de los comienzos de la humanidad. Sólo se necesita revisar las fuentes históricas consagrada­s por el tiempo, como la Biblia. Pero hoy, las acusacione­s son más frecuentes, gracias a la velocidad con que viajan las noticias.

Sé que muchos estamos sorprendid­os luego que se revelara que el cantante español

Plácido Domingo, una de las glorias mundiales de la ópera y con más 50 años de carrera artística, fuera denunciado de haber acosado sexualment­e a varias compañeras cantantes. El tenor se une a la larga lista de personalid­ades que, de la noche a la mañana, ven manchadas sus carreras y vida personal por acusacione­s de este tipo. Por supuesto, no es ésta una defensa de lo que pudiera ser una conducta a todas luces ilícita.

El peligro es que esas denuncias en su mayoría suelen ser anónimas, sucedieron décadas atrás y en muchas ocasiones –es entendible– no existe aportación de pruebas. Está el caso de la mezzosopra­no Patricia Wulf, la única de las nueve mujeres que ha dado la cara para acusar públicamen­te a Plácido Domingo de haberlas acosado sexualment­e, aunque en su propia biografía ella mencionaba que uno de sus máximos honores era haber cantado al lado del intérprete de “Granada”. ¿Será Plácido Domingo un gigante con pies de barro?

Como usted lo sabe, la expresión tiene origen en el relato bíblico acerca de un sueño que tuvo Nabucodono­sor, rey de Babilonia, cuando una enorme estatua construida de oro, plata, bronce y hierro fue golpeada por una pequeña piedra y destruida por completo. El sueño fue interpreta­do como el destino al que se enfrentan todos los grandes imperios, todos los ídolos terminan sucumbiend­o.

Desconozco cuál vaya ser el resultado del destino de Plácido Domingo, y si una investigac­ión seria revelará la verdad, que en estos casos parece no importar ya. Su imagen se ha manchado para siempre y no volverá a ser la misma. Y si fue así, ¿por qué estos seres no pueden vivir vidas ejemplares que todos podamos emular? La respuesta es muy simple: son humanos de carne y hueso. Fallan, tropiezan. Tienen miedos y debilidade­s. Se deprimen igual que nosotros. Lo hacen porque son personas normales, como usted y como yo, con virtudes y defectos, con deseos y pasiones, seres que cometen errores, desviacion­es y algunos hasta delitos.

Pero lo que no podemos hacer es juzgar con un doble rasero y lamentarno­s por el hecho de que no cumplan con su estatus de ídolo. Y es que piénselo: una mentira que viene de un cantante o un gobernante decepciona y lastima, pero una mentira de una madre, un padre, un hermano o un amigo: sacude.

Así que desgarrar a los ídolos por sus errores, pero dejar pasar los nuestros porque “somos simples mortales” no puede seguirnos funcionand­o de excusa. Hay poco espacio para seguir decepciona­do aún más a nuestros hijos y familias. Quizás no lo sabe, pero para ellos, usted y yo somos sus ídolos héroes y primarios. ¿Para ellos seremos gigantes con pies de barro?

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MARCOS DURÁN

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