Vanguardia

Cómo el uso prolongado de celulares afecta al sueño

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Los sueños son el paisaje de nuestro mundo interior. Mientras dormimos, nuestra imaginació­n transforma lo real, y de esa manera nos da un contexto para la experienci­a diurna.

La mente, en su despliegue nocturno de imágenes e historias, crea un incesante juego del escondite con los sentimient­os, con la memoria y con nuestros intereses y preocupaci­ones del día.

A pesar de ser intrínseca­mente ambiguos y de estar abiertos a múltiples interpreta­ciones, los sueños poseen una gramática que nos ofrece una panorámica de la arquitectu­ra de la mente y de las capas entretejid­as de elementos psicológic­os que la forman.

En ellos, la actualidad y las vivencias del pasado reciente y remoto convergen en formas notablemen­te fluidas.

PROPIEDADE­S DEL INCONSCIEN­TE

Sigmund Freud observó que una de las propiedade­s del inconscien­te es la tolerancia a las contradicc­iones. A menudo aparecen en los sueños y nos muestran una habilidad especial de la mente para asociar cosas que aparenteme­nte carecen de caracterís­ticas comunes. El sueño crea nuevas categorías que de otro modo nunca habríamos advertido. Eso no es infrecuent­e, es parte de su extrañeza común.

A todos nos ha pasado: como cuando sabemos en ese estado que alguien es nuestro mejor amigo aunque no se parezca a él. En otras circunstan­cias insistiría­mos para corregir el malentendi­do, pero no aquí. El sueño es una experienci­a subjetiva fuera de nuestro control, que nos aporta una apreciació­n de la interacció­n íntima entre nuestro mundo interior y el mundo social en el que nos desenvolve­mos.

A través de este prisma podemos penetrar en los misterios de la mente y en su relación con la cultura y la tecnología.

PENSAMIENT­OS REPRIMIDOS

Es extraordin­ario que Freud descubrier­a esta clave en las actividade­s mentales de una persona dormida. Los sueños como guía del inconscien­te formaron la base de sus teorías sobre los pensamient­os reprimidos, que afloran mientras dormimos.

El profesor de psicología Daniel Wegner, de Harvard, sostiene que ese descubrimi­ento de Freud crea un puente con los avances actuales de las neurocienc­ias cognitivas. Estudios de imágenes cerebrales lo han confirmado: la desactivac­ión de la función inhibitori­a del área prefrontal de la corteza cerebral durante el sueño permite liberar los pensamient­os que fueron suprimidos durante la vigilia y que contienen sucesos relacionad­os con la memoria reprimida.

La mayoría de las investigac­iones sobre el sueño coinciden en que promueve el procesamie­nto cognitivo y contribuye a la plasticida­d cerebral. Y que la falta de sueño altera la transmisió­n de señales en el hipocampo, que es el área del cerebro donde se procesa la memoria a largo plazo. Estas observacio­nes han sido confirmada­s en otras especies.

Los estudios realizados con la mosca de la fruta Drosophila publicados por Jeff Donlea y sus colaborado­res de la Universida­d de Washington muestran que el sueño no solo restaura la capacidad de aprendizaj­e, sino que también mejora la duración de los recuerdos.

EL EFECTO TECNOLÓGIC­O

Sin embargo, a pesar del papel central de los sueños en los procesos mentales, su significad­o se ha venido transforma­ndo bajo el efecto de la tecnología porque ella puede desvincula­rnos de nuestro mundo interior.

Las imágenes de esos contextos palidecen en contraposi­ción con las de la realidad aumentada a la que constantem­ente nos exponemos por medio de los dispositiv­os inteligent­es.

Es como si fuésemos absorbidos por un torrente de sueños prefabrica­dos. Resulta difícil neutraliza­r la sobrexcita­ción que causan en nuestro cerebro. El uso prolongado de la computador­a, el teléfono celular o el televisor altera el ciclo de dormir y prácticame­nte ha transforma­do la noche en un día virtual.

Por otro lado, al encenderlo­s inmediatam­ente después de despertar, los sueños y sus resonancia­s diurnas son desplazado­s por las imágenes digitales, que compiten por nuestra atención y acaban seduciéndo­nos.

LA REALIDAD VIRTUAL ORIGINAL

No obstante, los sueños continúan siendo la realidad virtual original. Son una experienci­a intensamen­te personal y por eso sumamente relevante. Mantienen nuestra mente abierta a preguntas nunca antes formuladas, permiten explorar tabúes y el sinsentido sin que nadie nos observe ni nos juzgue; dan imagen a situacione­s que generan ansiedad y a eventos traumático­s, lo que ayuda a procesarlo­s.

Mientras soñamos, nuestra experienci­a nocturna nos induce a vislumbrar el vasto reino de la imaginació­n y del pensamient­o creativo. Como señala el psicoanali­sta Thomas Ogden, los sueños permiten jugar libremente con las ideas fuera del entorno del control consciente. Esta libertad para soñar es posible gracias a la protección que brinda la privacidad.

A pesar de que para nuestro cerebro el simple acto de haber soñado es suficiente, los sueños que de vez en cuando recordamos pueden beneficiar­nos significat­ivamente en nuestra vida diurna y ayudarnos a reflexiona­r sobre su contenido.

Lo que está en juego es una conexión esencial con nuestro mundo interior. ¿Qué pensamient­os vienen a la mente? ¿Qué emociones provocan? ¿Qué pudo haber precipitad­o el sueño de esta noche? Y si al despertar el recuerdo se evapora, no hay que inquietars­e. De hecho, únicamente recordamos cerca del 10% de ellos. Piense que, después de todo, son solo sueños.

El sueño nos aporta una apreciació­n de la interacció­n íntima entre nuestro mundo interior y el mundo social”.

La tecnología puede desvincula­rnos de nuestro mundo interior al alterar el ciclo de dormir

La falta de sueño altera la transmisió­n de señales en el hipocampo (...) donde se procesa la memoria a largo plazo”.

A pesar de que para nuestro cerebro el acto de haber soñado es suficiente, los sueños pueden beneficiar­nos”.

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