Los salarios máximos, un debate necesario
La política a la fecha para muchos sigue siendo un negocio no sólo rentable sino muy rentable. A diferencia de quien quiere emprender un negocio, cualquiera que sea, el político jamás pondrá en riesgo su patrimonio, porque para buscar algún jugoso escaño público no se requiere más que un buen padrino, muy buenas relaciones y andar por el mundo sin convicciones. Tener por más los jugosos salarios que el “amor a la patria”, del que todos presumen, pero a las primeras de cambio abandonan el barco, es lo suyo.
No digo que no sea importante el bien externo, ese que se convirtió en excesivo y escandaloso; a diferencia del bien interno, ese que presumen tanto y que se nota tan poco. Magistrados, consejeros, servidores públicos y “aviadores” inconformes con la actual austeridad republicana; al mismo tiempo que se han amparado para conservar sus altas percepciones, hoy se muestran amenazantes y se han convertido junto con otros actores políticos en los principales detractores del actual Gobierno. Se entiende, han visto disminuidas sus ganancias.
Esta diatriba que comenzó en la campaña electoral del 2018 y que tiene como punto toral el fin de los privilegios salariales de un sector del servicio público, no de todos, entrará muy pronto a debate. Todo esto en virtud de los amparos que han presentado una buena cantidad de servidores públicos en contra de la Ley de Remuneraciones de Servidores Públicos.
La consigna del Congreso de la Unión será equilibrar la balanza en cuanto a percepciones salariales se refiere; pues en contraposición con un salario mínimo de 102.68 pesos diarios que ganan muchos trabajadores en nuestro País y que, aunque tuvo un alza del 16 por ciento, sigue alcanzando para muy poco. Mientras que quienes nos gobiernan, con nuestros impuestos se han adjudicado salarios que ni en los países económicamente más boyantes se pagan.
Han sido tan cínicos los servidores públicos que peyorativamente a la remuneración que han percibido le llamaron “salarios máximos” para diferenciar las grandes tajadas que se llevaban y se siguen llevando muchos empleados del Gobierno, a diferencia de los salarios mínimos. Los salarios máximos se definen como la retribución máxima que puede percibir un servidor público, un representante político o miembro del Gobierno por el trabajo realizado. Se fundamentan en la Ley Profesional de Carrera en la Administración Pública Federal elaborada en tiempos de Vicente Fox y consolidada en el sexenio de Felipe Calderón, donde no sólo el Estado y la burocracia se engordaron sino que comenzaron a pagarse altos ingresos mensuales.
Por ejemplo, Vicente Fox comenzó ganando 157 mil 41 pesos al mes y terminó con 167 mil 255 pesos en 2006. Felipe Calderón durante su sexenio ganaba 150 mil 530 pesos y Enrique Peña Nieto mensualmente ganaba 259 mil 627 pesos. En todo este tiempo hubo servidores públicos que ganaban más que el Presidente en turno.
Para eso se reformaron los artículos 75, 115, 116, 122, 123 y 127 de la Constitución que establecieron que ningún funcionario público podría ganar más que el Presidente de la República.
Hoy Andrés Manuel López Obrador gana mensualmente 108 mil 656 pesos, según la Plataforma Nacional de Transparencia, pero según la misma fuente hay 119 funcionarios públicos que ganan más que el Presidente, paradójicamente uno de ellos es Lorenzo Córdova, presidente del INE con un sueldo de 177 mil 424 pesos, pero hay otros funcionarios que ganaban por encima de los 200 mil. Por eso el crujir y el rechinar de dientes.
La ecuación es simple: ¿Cómo es posible que los trabajadores ganen más que el dueño?, esto no tiene lógica. En cualquier organización o empresa esto sería impensable. Los funcionarios públicos son nuestros empleados, no perdamos eso de vista. Seguramente Usted, como yo, se ha cuestionado en más de una ocasión si quienes buscaron y buscan un puesto público, sobre todo de alto nivel, lo harían ¿si los sueldos no fueran tan jugosos?