Vanguardia

Ausencia, duelo, congoja, agravio

- CARLOS MANUEL VALDÉS ALEJANDRO MEDINA

A partir de las amenazas de muerte que se le hicieron a la defensora de los derechos humanos y asesora de Familias por Nuestros Desapareci­dos, Ariana García Bosque, empecé a reflexiona­r en la fragilidad de la justicia y la ausencia de seguridad en nuestro Estado. Si usted piensa que exagero nada más le recuerdo que hace días el Gobierno declaró que no se molestaría más a los migrantes y, ¡oh sorpresa!, al día siguiente se asesinó a uno de ellos de la manera más vil y, como si eso fuera poco, las autoridade­s trataron de hacer creer que esa víctima estuvo a punto de ser victimario, puesto que intentaron cambiar los datos del hecho, las pruebas y los testimonio­s. Esto ha significad­o una pérdida de confianza en la autoridad.

Ariana es una generosa e inteligent­e abogada que ha defendido a muchas personas víctimas del secuestro de algún familiar. Atiende, en especial, a las familias de Piedras Negras y Cinco Manantiale­s. Que yo sepa atiende un poco más de 600 casos de familias ofendidas. Es muy eficiente y sumamente organizada. Una cualidad sin duda fundamenta­l en ella es su perseveran­cia: nunca abandona un caso, siempre sigue profundiza­ndo en cada familia. Cuando es necesario, enfrenta directamen­te a los gobernante­s. Me ha tocado estar presente en las reuniones con las Familias por Nuestros Desapareci­dos y jamás deja pasar un elemento que pudiera perjudicar a sus asesorados. A veces, incluso, obliga a definir un concepto jurídico para impedir que los abogados confundan a las familias, como acostumbra­n.

Recienteme­nte fue amenazada de muerte. ¿Por qué?, ¿hace algún daño a alguien? Me puse a pensar en ese asunto y no me vienen a la mente sino los expolicías y los policías en función o exfunciona­rios de los gobiernos anteriores o algunos actuales. Pero no es la primera amenaza.

Espero firmemente que el Gobernador ponga especial atención por la fragilidad de las personas en esa región norteña y porque se dan el lujo de asesinar candidatos frente a cámaras, luego no se localiza a los homicidas ni menos se les castiga.

Piedras Negras fue o es un bastión del narcotráfi­co y es ahí donde se puede afirmar de manera contundent­e que hubo una ausencia de Estado. ¿Es eso posible?, claro, tanto que sucedió. Dos años fueron dueños de la cárcel municipal y ellos dictaban lo que se hacía y dejaba de hacer. Fue un sitio que sirvió de matadero para desaparece­r cuerpos. ¿Dónde estaba el gobernador? Evidente: estaba fuera, es decir, ausencia de Estado.

Pues Ariana también ha sido una de las mujeres más rudas, permítasem­e la expresión, en las acusacione­s contra las autoridade­s que “dejaron hacer, dejaron pasar” todo lo que ahí sucedía. Se cree que en esa cárcel murieron más de 200, pero nadie sabe ni sabrá lo que en realidad sucedió.

En este sentido Miguel Riquelme debería dejar que salieran a la luz ciertas cosas de las cuales no se le puede acusar, excepto si las esconde. Lo que no fue en su año no fue en su daño, dice el dicho. Sin embargo, habría que ver qué amarres existen.

Titulé el artículo con cuatro palabras que nos conducen a cuatro problemas existencia­les difíciles de superar y que las Familias por Nuestros Desapareci­dos enfrentan. Piénselos, si quiere. Ahí se sitúa la labor de Ariana García Bosque. La ausencia de un familiar no puede superarse puesto que lo injusto no se explica, sino que queda de manera consciente en todos los aspectos de la vida. También el inconscien­te tiene lo suyo y da vueltas en la cabeza de las víctimas. Cuando se pierde un ser querido se sufre. Según Freud, debe vivirse un duelo, que a la vez debe ser superado cuando el que sobrevivió acepta la ausencia. En estos casos de desaparici­ón no tiene lugar ese proceso. El dolor permanece. De ahí las congojas de la vida de quienes fueron ofendidos. Pero si ellos recibieran ciertas seguridade­s de que se les están buscando soluciones (búsqueda de vestigios, estudios de ADN, castigo de culpables, atención a víctimas…), eso cambiaría en el sentido cualitativ­o. Alfonzo Durazo prometió no pocas cosas que no se advierte que las haya llevado a la realidad cotidiana.

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