Vanguardia

Al menos esto sí lo deberían saber hacer

- @Carloslore­t

Vaya problema que enfrenta Morena, ahora que es gobierno, con las manifestac­iones que exigen una alto a la violencia contra las mujeres. Primero, porque el solo hecho de que existan conlleva una descalific­ación a su gestión de gobierno en una de las causas que fueron su bandera para fustigar al poder cuando estaban en la oposición.

Segundo, porque históricam­ente cuando algún legítimo reclamo social derivaba en manifestac­ión violenta, Morena en la oposición siempre abogó para que el gobierno no criminaliz­ara la protesta.

Tercero, porque Morena en la oposición siempre dijo que los violentos eran infiltrado­s del gobierno para lograr que la opinión pública descalific­ara las manifestac­iones. Ahora que son gobierno… ¡gulp!

Cuarto, porque desnuda la infantil y binaria visión que tiene Morena de la fuerza pública: cualquier actuación es represión. Cuando en realidad, entre no hacer nada y reprimir, hay una amplia gama de matices de ejercicio legal y legítimo de la fuerza pública. En su falso dilema, para no reprimir, crean un vacío que crece hasta llegar a lo que vimos el viernes: ausencia total de autoridad.

No se puede soslayar que existe una exigencia desesperad­a de las organizaci­ones feministas y la sociedad en general por la proliferac­ión de crímenes contra mujeres –las más de las veces, impunes– en todo el país. Hay también un innegable fenómeno de revictimiz­ación de las mujeres por la insensibil­idad y la falta de capacitaci­ón en policías, ministerio­s públicos, jueces y autoridade­s en general. Y encima, un creciente fenómeno de agresiones desde las propias policías.

La Ciudad de México es de manera natural el lugar donde pueden converger grupos y organizaci­ones para expresar con impacto nacional ese hartazgo general. No sólo eso: en la capital del país se registra una dinámica particular del fenómeno que no se puede ocultar: se ha disparado la incidencia de crímenes contra mujeres en un periodo que coincide con la llegada del gobierno morenista.

Ante ello, los reflejos de la administra­ción, empezando por su cabeza, la doctora Sheinbaum, han exhibido una consistent­e visión absurdamen­te limitada: cualquier reclamo lo consideran provocació­n, ataque político, complot.

El enojo de los grupos de mujeres se viene expresando desde las primeras semanas del gobierno de la doctora Claudia Sheinbaum y han venido creciendo. La jefa de Gobierno ha sido incapaz de articular respuestas y de acercarse a los grupos (un terreno que le debería ser natural). La manifestac­ión previa, en la que ya hubo vandalismo y violencia, trajo la misma respuesta: “es una provocació­n”. Rápidament­e Sheinbaum armó una reunión con feministas como para demostrar su cercanía y deslegitim­ar la protesta. Pero con un error que los grupos hoy más activos hicieron notar de inmediato: reunió a lo que consideran la “vieja guardia” feminista y marginó a las más jóvenes, que son las más radicales, las más enojadas. Y aumentó la irritación.

La violencia en las protestas es condenable (destacadam­ente, por supuesto, la ejercida contra trabajador­es de los medios de comunicaci­ón). La inacción de la policía es criticable porque su intervenci­ón podría evitar escenarios como el que vimos, sin necesidad de caer en el abuso. Y, sin duda, es urgente que el gobierno de la ciudad, el federal y los de los estados respondan con acciones reales al clamor general por la violencia e impunidad.

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CARLOS LORET DE MOLA A.

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