Vanguardia

Niñas, niños y adolescent­es migrantes en México

- @garciacecy_ ceci.garcia@dcamexico.org

En el 2015, todos nos conmovimos con la dolorosa e impactante imagen de Alan Kurdi, un niño de 3 años de origen kurdo, ahogado en las aguas de Turquía al querer su familia (de la cual solo sobrevivió su papá) buscar una mejor calidad de vida y huir del conflicto armado. Sin embargo, años después, la situación no parece haber cambiado radicalmen­te.

A finales de junio de este año, se llenaron nuestras redes sociales y los principale­s medios de comunicaci­ón sobre el caso de Óscar Martínez y su hija Valeria, migrantes de El Salvador ahogados en el río Bravo. También conmovedor: padre e hija intentaban buscar mejores oportunida­des.

En el 2017, casi 9 mil niñas, niños y adolescent­es que llegaron a Estados Unidos sin documentos fueron repatriado­s. La mayoría viajaban sin la compañía de un adulto. Es decir, no son pocos las y los niños que buscan reunirse con sus familias o tener una mejor vida.

Según datos de la Unidad de Política Migratoria de la Secretaría de Gobernació­n en México (2017), se detectaron 18 mil 300 niñas y niños provenient­es de Guatemala, Honduras y El Salvador, de los cuales 16 mil 612 fueron retornados a sus países de origen. En otras palabras, el trato en México no es diferente al de Estados Unidos.

Este 20 de noviembre celebramos 30 años de la Convención sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, donde casi todas las naciones del mundo se sumaron en este esfuerzo. En México se establecen en la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescent­es de diciembre de 2014, que establece 10 derechos básicos: a la vida, ser prioritari­os, vivir en familia, igualdad, no ser discrimina­do, vivir en condicione­s de bienestar y desarrollo integral, vida libre de violencia y a la integridad personal, protección a la salud y a la seguridad social.

Según datos de la ACNUR (agencia la ONU para los refugiados), 6 de cada 10 niñas y niños migrantes asisten a la escuela en edad de educación básica. Es decir, el 40 por ciento de las niñas y niños migrantes no va a la escuela. Muchos de estos no consiguen en tiempo y forma su validación (debe ser un diploma oficial apostillad­o), por lo que tienen que ingresar a esquemas de escuela nocturna o para adultos, lo que los hace más propensos a la violencia y acorta su desarrollo integral. Esto sólo en cuanto a educación.

Si hablamos de bienestar, ¿cuántos de estas niñas y niños hacen tres comidas balanceada­s al día? ¿Cuántos tienen acceso a salud? ¿Cuántos viven con su familia?

Agregando el dato que los migrantes, muchos no sólo piensan en México como país de tránsito hacia Estados Unidos; piensan ya en quedarse y están cambiando la composició­n social de nuestras ciudades. Esto requiere medidas de integració­n urgentes que nos permitan generar sociedades equitativa­s, justas y libres. Es nuestra responsabi­lidad como generación construirl­es a estas niñas, niños y adolescent­es los espacios y darles las herramient­as para su desarrollo integral.

Espero que el Gobierno Federal le apueste al tema de manera profunda como se necesita. Se requieren de #Ciudadanos­detiempoco­mpleto.

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CECILIA GARCÍA

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