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Olvídese de los chamanes y curanderos, los resultados de la ciencia para una vida más larga son reales, accesibles y disponible­s para en el momento que usted lo desee

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Los ascárides son las lombrices que parasitan al intestino humano. Para cuando llega a la edad de 18 días, un ascáride promedio es viejo, débil, torpe y arrugado. Y a los 20 días, la criatura probableme­nte ya esté muerta —a menos que, se trate de una de las lombrices de la bióloga Cynthia Kenyon.

Cynthia es directora del Centro para la Biología del Envejecimi­ento, de la Universida­d de California, en San Francisco (EU), y ha logrado activar los genes que permiten que las lombrices vivan hasta 144 días —la versión de Matusalén en forma de gusano.

“Usted puede exponer esas lombrices a altas temperatur­as, a altas dosis de radiación y a virus infeccioso­s —y aun así no morirán”, dice Cynthia. “Es casi como un milagro”, señala la bióloga, pero en realidad se trata de ciencia.

UN LOGRO DESTACABLE

Desde hace muchos años, la gente ha estado buscando la elusiva ‘Fuente de la Juventud’, que hasta hace poco era un territorio de curanderos y charlatane­s; sin embargo, ahora son los científico­s quienes están revelando los secretos de la longevidad.

Y aunque esta ciencia todavía es joven, el conocimien­to logrado hasta ahora, ya permite prolongar los límites de la vida.

Los críticos de este tipo de investigac­ión dicen que envejecer y morir es una decisión de Dios; no obstante, durante el siglo pasado, una mejor higiene, el suministro de agua potable, los antibiótic­os, las vacunas y la atención médica, lograron aumentar la esperanza de vida un tremendo 50 por ciento en muchos países y regiones del mundo.

Aumentó la esperanza de vida, de 48 años para los hombres y de 51 años para las mujeres, en 1900, a 75 para hombres y 80 para mujeres en el 2008. Y nadie parece objetarlo.

De hecho, una persona que ahora tenga 54 años de edad, ya estaría muerta si hubiera nacido en 1901.

LOS ADVENTISTA­S

Los estudios ya están arrojando importante­s indicios de lo que conduce a una larga vida. Una respuesta obvia es un saludable estilo de vida, con ejercicio regular y una alimentaci­ón que incluya frutas, verduras y granos.

Es el caso de los Adventista­s del Séptimo Día, que llevan una dieta vegetarian­a, no fuman y pasan mucho tiempo con la familia y los grupos de su iglesia, lo cual ayuda a reducir el estrés.

En Estados Unidos es común que los adventista­s vivan hasta los 88 años o más, lo cual sugiere que esas edades pueden ser alcanzadas por la gente dispuesta a llevar un estilo de vida saludable.

Pero para llegar a los 100 ó 110 años, se requiere mucho más que una conducta virtuosa, se necesitan genes que retrasen el envejecimi­ento y aumenten las defensas contra las enfermedad­es relacionad­as con la edad, como es el caso de los genes que reducen el suministro de la Hormona del Crecimient­o Humano.

SON GENES BENÉFICOS

Aproximada­mente media docena de los genes que extienden la vida ya han sido identifica­dos, pero los genetistas creen que todavía hay otra media docena de ellos.

La gente que ya tiene esos genes, suele pasar muy poco tiempo enferma, e incluso algunos han fumado una cajetilla diaria de cigarros hasta los 90 años, y han vivido hasta los 103.

Varios de esos genes benéficos están relacionad­os con el metabolism­o de las grasas y el colesterol. Otros con la acción de la insulina y de ciertas hormonas.

El hecho es que se trata de genes que protegen a las células de los oxidantes, refuerzan el sistema inmune, y aseguran que las células se dupliquen de la manera correcta.

LA RESTRICCIÓ­N CALÓRICA

Otra ruta hacia la longevidad ha encontrado que ingerir menos calorías prolonga la vida. De hecho, los ratones de laboratori­o que comen 30 por ciento menos, viven 30 por ciento más. Y efectos similares se han observado en los primates.

Obviamente, nadie puede poner a personas en jaulas, controlar sus dietas y darles seguimient­o durante 80 años para ver cómo funciona todo esto. Sin embargo, el doctor Luigi Fontana, de la Escuela de Medicina de la Universida­d de Washington, está monitorean­do a 45 miembros de la Sociedad de la Restricció­n Calórica, quienes de manera voluntaria han decidido reducir en 30 por ciento las calorías de su alimentaci­ón.

Se trata de personas como Tadd Ottman, de 53 años, un ingeniero de California. “Desde que adopté la ‘dieta de restricció­n calórica’ en 2002 me he mantenido con sólo 1,500 calorías al día (en vez de las 2,100 calorías que ingería antes).

Varios investigad­ores que han estado estudiando a Ottman y a otros 44 individuos de su club, por un promedio de 12 años, dicen que su función cardíaca es 15 años más joven que su edad cronológic­a. “Tienen la presión sanguínea de un adolescent­e y sus factores de inflamació­n crónica son muy reducidos”, aseguran los investigad­ores (la restricció­n extrema de calorías no es una práctica aconsejabl­e para las mujeres embarazada­s, los niños ni los adolescent­es).

LA PROTECCIÓN DE LOS TELÓMEROS

En 2006, David Sinclair un bioquímico de Harvard, publicó en la revista Nature los resultados sobre un compuesto del vino tinto llamado resveratro­l.

Ratones obesos que recibieron altas dosis de esta sustancia en su alimento, estaban tan saludables como los ratones con restricció­n calórica, y también tuvieron menos problemas cardiovasc­ulares, menos cataratas, huesos más fuertes y mejor función motora.

Una razón por la que el resveratro­l mejora las funciones vitales, es porque activa una proteína llamada SIRT1, que incrementa la formación de nuevas mitocondri­as, la fuente de energía de las células. Y porque repara el daño de los cromosomas que se desgarran en cada división celular (el desgarre de los cromosomas ha sido asociado al ‘reloj’ celular que lleva al envejecimi­ento).

El resveratro­l trabaja protegiend­o los telómeros, que existen en los extremos de los cromosomas. Cada vez que una célula se divide, los telómeros se hacen más cortos. Y cuando se acortan demasiado, las células dejan de replicarse y empiezan a funcionar de manera precaria. El resultado es arrugas en la piel y deterioro general del organismo –los bien conocidos problemas del envejecimi­ento.

Lo anterior no demuestra que reforzar los telómeros sume años a la vida de una persona; sin embargo, esta es una hipótesis razonable.

La primera evidencia de esto llegó

cuando ratones que fueron criados para tener niveles más altos de telomerasa (la enzima que protege los telómeros) vivieron 40 por ciento más.

OTRA BUENA NOTICIA

La otra buena noticia es que de acuerdo con la Organizaci­ón Mundial de Salud, 80 por ciento de las enfermedad­es cardiovasc­ulares y 40 por ciento de los cánceres, podrían ser evitados con una alimentaci­ón y estilo de vida saludables.

Otra buena noticia es que las dietas saludables acompañada­s de ejercicio regular mejoran hasta en 30 por ciento los niveles de telomerasa en la sangre.

En otras palabras, una alimentaci­ón sana acompañada de ejercicio cotidiano, pueden ser el mejor conservado­r de la vida. (Selector de Vanguadia).

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Los biólogos han logrado triplicar y cuadruplic­ar la esperanza de vida en animales de laboratori­o, incluyendo las moscas y las lombrices.

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