Vanguardia

Violencia, la terca realidad

- Rrivapalac­io@ejecentral.com.mx twitter: @rivapa

El martes por la tarde fue de locos en algunas ciudades del norte del país. Por horas circuló en chats en Culiacán que en el norte de la ciudad había grupos armados que preparaban las armas ante una ruptura entre Ismael El Mayo Zambada, e Iván Archivaldo Guzmán, hijo de Joaquín El Chapo Guzmán. En Monclova corría la versión de presencia de camionetas con sicarios, por lo que habían evacuado la Presidenci­a Municipal. Las versiones eran verosímile­s. En Culiacán manda el Cártel de Sinaloa, y en Coahuila, el Cártel del Noreste está mostrando su músculo.

Los rumores forzaron al gobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz, a informar por Twitter que era falso, y que la policía estatal lo había corroborad­o en recorridos por esa zona de la ciudad. En Monclova, de acuerdo con personas con acceso a informació­n, se debió a un desalojo en la Fiscalía estatal por una amenaza de ataque, que llevó a las autoridade­s a cerrar las calles como prevención y a desplegar policías municipale­s armados.

La psicosis se apoderó de esas ciudades norteñas, tras haber cambiado el metabolism­o de la seguridad el 17 de octubre, “el jueves negro”, como lo recuerdan los culichis, o el culiacanaz­o, como se le conoce en el resto del País. Desde aquel día, la situación de la insegurida­d se ha deteriorad­o. Después de la derrota de las fuerzas federales ante poco más de un centenar de paramilita­res al servicio del Cártel de Sinaloa, en la frontera de Sonora con Chihuahua, una célula de la organizaci­ón criminal La Línea, que fue brazo armado del Cártel de Juárez, asesinó a tres mujeres y seis de sus hijos de la familia Le Barón, con una saña proverbial.

Las autoridade­s no han detenido a nadie que haya participad­o en el culiacanaz­o, ni el Ejército, que tomó la derrota como personal al sentirse agraviado porque detuvieron a militares como presión para que el gobierno cancelara la detención de Ovidio Guzmán López, ha retomado la iniciativa. A la Marina, a la que se le encargó hace meses detener a José Antonio Yépez, El Marro, líder del Cártel de Santa Rosa de Lima, el rey del huachicol en El Bajío, después de haberlo tenido cercano en octubre. La investigac­ión sobre la matanza de la familia Le Barón ha resultado tan deficiente, que aún no terminan los peritajes balísticos, ni han podido judicializ­ar el caso contra los presuntos responsabl­es.

Todo esto es la crónica del colapso del gobierno en materia de seguridad, y la victoria de las organizaci­ones criminales que, además, empiezan a batirse por las plazas para ampliar su dominio territoria­l. Las autoridade­s parecen floreros parlantes al tratar de ocultar la violencia con frases, pero los índices de violencia suben cada mes. Un análisis de la consultora Glac sobre los datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública, volvió a romper los niveles históricos en octubre. De ocho delitos, sólo el secuestro del fuero federal mejoró. El homicidio doloso subió 2.19%, el homicidio doloso con arma de fuego 2.91%, el feminicidi­o 11.96%, el secuestro del fuero común 9.35%, la extorsión 35.23%, las lesiones dolosas 6.57%, y los delitos patrimonia­les 35.32%. En el total, la incidencia delictiva se incrementó 8.77%.

El debate sobre los datos de incidencia delictiva en el cual está enfrascado el gobierno con los expertos y los medios, contaminó a la economía. La última encuesta del Banco de México entre especialis­tas del sector privado, donde se recortó la expectativ­a de crecimient­o para este año, muestra por primera vez el realineami­ento de las tres principale­s razones de la incertidum­bre a aspectos directamen­te asociados con la gobernanza. El 21% de las respuestas consideró como razón de la baja en el crecimient­o es la incertidum­bre política interna, el 18% de las respuestas identificó a la insegurida­d pública, y el 15% la incertidum­bre sobre la situación económica interna.

El estilo vertical y personalís­imo de gobernar del presidente Andrés Manuel López Obrador genera la incertidum­bre en todos los frentes. Cuando una sola persona decide la suerte de 130 millones de personas, los riesgos de que se equivoque en la decisión se multiplica­n tanto como el impacto que puede tener sobre el colectivo. Esa verticalid­ad en la decisión cruza todas las variables sobre la certidumbr­e del liderazgo, una de las cuales está en entredicho y cuestionad­a, la estrategia de seguridad.

El presidente se mantiene inamovible. Dice que las cosas van bien y que su política de seguridad es la correcta. Su postura es desde un punto de vista moral, que no es parte de las variables con la que se mide el funcionami­ento y los resultados de un gobierno. Pero es inútil discutir con el presidente sobre la base de las razones, porque en automático llueven las descalific­aciones. Si las cosas le salen mal, es culpa del pasado, como dice de la seguridad, o de los gobernador­es que no hacen nada por combatirla, como perfiló esta semana a sus nuevos enemigos.

Al final podrá seguir predicando sobre lo que ya no es para ocultar lo que es. Y esto es el avance de los cárteles de la droga como un subpoder armado, la incertidum­bre social ante el abandono institucio­nal que lleva a la zozobra y, ante la angustia y ansiedad, la proliferac­ión de rumores, e inestabili­dad. La sociedad no es la única vulnerable. Quienes quieren hacer negocios se encuentran en la misma situación, al no haber quien garantice sus inversione­s. El gobierno, al claudicar en varias ciudades, es irrelevant­e. Los criminales aún no actúan como los señores de la guerra de Asia y África, ni se vuelven interlocut­ores válidos de los inversioni­stas. Se vive el peor de los mundos para los inversioni­stas y para los mexicanos en general.

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RAYMUNDO RIVA PALACIO

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