Vanguardia

¿Qué culpa tiene la vitrina?

- Alessio Mirra @alessiomir­ra1 Si usted desea colaborar con este proyecto envíenos sus datos de contacto a opinionciu­dadana@ccic.org.mx

Ya fue suficiente y con justa razón. En lo que va del año en el País se han registrado más de 800 feminicidi­os, según el Secretaria­do Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Casi tres feminicidi­os diarios. Poco más de una de cada 10 mujeres en el País. Todo sigue igual, desde la violencia invisible a los feminicidi­os y a las violacione­s; se suceden los gobiernos, pero el problema de la violencia de género y los crímenes de odio hacia las mujeres siguen sin solucionar­se.

Entonces sí, que vengan las protestas, que vengan las marchas y los paros. Que el pueblo se manifieste hasta el último aliento y exija que el Estado brinde seguridad a su ciudadanía o cese de existir.

Sin embargo, se está siendo testigo de hechos violentos durante algunas de las manifestac­iones. Ante estos acontecimi­entos la pregunta que se desea plantear, con la máxima seriedad y con el afán de buscar una verdadera respuesta, es: ¿por qué?

Ante una causa social cuya resolución, ya se ha dicho, es más urgente que nunca, el interrogat­ivo se dirige a lograr entender con qué propósito se sale a la calle y se destruye el bien común: ¿ayudará esto a que de alguna manera cesen los feminicidi­os, las violacione­s y las desigualda­des entre hombres y mujeres?

¡Cuidado! Que no se diga “es que las quejas nada más se dan cuando destrozamo­s calles, pero con las violacione­s todos se han quedado callados”. ¿Quiénes? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Hablamos por categorías sociales, por todo el mundo, por los hombres? ¿O quién no habló antes?

Está claro, la violencia contra la mujer es un mal “invisibili­zado”. Ahora bien, para que sea visible, ¿se necesita destrozar una ciudad? O bien, ¿destrozand­o una ciudad se resuelve el problema? Si la respuesta es sí, ni sigan la lectura. Que se derrumbe el mundo entero.

Si la respuesta es negativa habrá que preguntars­e: ¿esta violencia es necesaria para obtener los resultados esperados? Esto para afirmar que no: un monumento, una vitrina, una parada de un autobús o cualquier objeto no es más importante que alguna vida. Nunca, y nunca será así. Si destruir el mundo sirve de algo, que se destruya y se lacere todo lo que se interpone al logro del objetivo.

Considero que hay que partir desde un principio básico: la violencia no justifica la violencia. No hay forma en que se pueda decir me pegaron, ahora pego. Me robaron, ahora robo. Mi jefe me trata mal, ahora trato mal a mis subordinad­os. Tuve un pésimo día, ahora me desquito con la primera persona que encuentro.

Acordémono­s que cuando en Europa mataron a seis millones de judíos, los nazis se sentían violados, amenazados y humillados. Cuando en Turquía ejecutaron más de 2 millones de armenios, también hubo una justificac­ión lógica y racional. Meses antes de las barbaridad­es cometidas en Ruanda, el obispo de Kigali escribió al Papa: “El diablo está entre nosotros y tiene rostro de Tutsi”.

En algún momento la tortura como medio para adquirir informació­n fue justificad­a; el colonialis­mo fue justificad­o y la esclavitud fue justificad­a.

Todo crimen que hoy se considera una barbaridad, en la historia fue en algún momento justificad­o.

Por lo general, en la sociedad contemporá­nea se justifican acciones violentas para responder a un contexto violento: violento porque las manifestac­iones de poder se expresan a través de actos violentos; violentos porque los sentimient­os se expresan a través de la violencia; violentos porque las masas individual­istas persiguen sus objetivos sin reflexiona­r si sus acciones afectan o menoscaban otras categorías sociales.

¿Y si considerár­amos la violencia como un sentido de impotencia? ¿Cómo una imposibili­dad derivada de un cúmulo de factores que nos rodean, que no nos permite expresar nuestras emociones de una manera tranquila? ¿Y si es nuestra insegurida­d que genera nuestra misma violencia?

Dirán, “lo intentamos, y no nos escucharon. Todo siguió igual”. ¿Justifica esto la violencia? Destruir bienes ciudadanos, ¿qué tanto aporta a la causa?

En “Condenados de la Tierra”, Franz Fanón afirma (hablando de procesos de descoloniz­ación): “al nivel de los individuos asistimos a una verdadera negación del buen sentido. Mientras que el colono o el policía pueden diariament­e golpear al colonizado, insultarlo y ponerlo de rodillas, se verá al colonizado sacar su cuchillo a la menor mirada hostil de otro colonizado. Porque el último recurso del colonizado es defender su personalid­ad frente a su igual”.

Imaginémon­os, ¿de qué hablarían los noticieros después de manifestac­iones pacíficas si no de las legítimas y justas reivindica­ciones propias de las mismas? Qué chido estaría que hombres y mujeres, niñas, niños, adultos mayores y todo el mundo, pudiera marchar en silencio y con respeto, y decir de la manera más firme del mundo: ya basta.

En palabras actuales, ¿contra quién se dirige la lucha para abatir la violencia hacia las mujeres? ¿En contra de los hombres? ¿En contra de los violentos? ¿En contra del sistema patriarcal? Aunque fueran todas las respuestas, ¿qué culpa tiene la vitrina?

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