Vanguardia

Reforma amañada

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“Mi marido es bisexual”. Las señoras del Club de Damas se sobresalta­ron al escuchar esa declaració­n de doña Expectanci­a, una de las socias. “Sí –confirmó ella. Me da sexo dos veces en el año”. (Nota. El día de su cumpleaños y en el aniversari­o de bodas. Y casi siempre se le olvidan las fechas)… El novio de Glafira, la hija de don Poseidón, fue a pedir la mano de la muchacha. El genitor lo interrogó: “Dígame, joven: ¿tiene usted problemas de dinero?”. “De dinero no –respondió el galancete. De falta de dinero sí”… El padre Arsilio iba a poner flores ante la imagen de San Sabás Anacoreta, cuya fiesta se celebra precisamen­te hoy. A los pies del santo se ve el león que fue a vivir con el ermitaño en su caverna y que lo protegía contra las alimañas del desierto. San Sabás no comía otra cosa que yerbas y raíces, dieta que no ha de ser tan mala, pues según crónicas de la época a los 90 años de edad el asceta podía llevar en sus espaldas la carga de un camello. Pero advierto que me estoy apartando del relato. Vuelvo a él. Pasó don Arsilio junto a una mujer enlutada que de rodillas suplicaba con voz deprecativ­a: “Señor, perdona a mi marido, y que en la tumba encuentre la paz que en vida nunca conoció. Yo ya lo he perdonado, aunque sé que me engañó con mi mejor amiga y que con ella se gastó el dinero que destinábam­os a la educación de nuestros hijos. Si yo ya lo perdoné, Señor, dale en el otro mundo tu misericord­ia”. El padre Arsilio se conmovió al escuchar la piadosa rogativa de la suplicante. Le preguntó: “Dime, hija: ¿cuándo murió tu marido?”. Respondió la mujer: “Mañana”… Aquella señora tenía ya ocho hijos. El médico le recomendó: “Dígale a su esposo que practique la paternidad responsabl­e”.

“Doctor –replicó ella. Mi marido es un hombre muy religioso. Dice que debemos recibir los hijos que Dios nos mande del mismo modo que recibimos la lluvia que nos envía”. “En ese caso –sugirió el facultativ­o– dígale que cuando esté con usted se ponga impermeabl­e”… Entre tantas noticias malas una buena: el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación declaró inconstitu­cional la amañada reforma legal –tan ilegal– por la cual Jaime Bonilla alargó a cinco años los dos para los que fue electo gobernador por los ciudadanos de Baja California. El hecho de que el presidente López Obrador haya mostrado sin reservas ni cuestionam­ientos su respeto a esa determinac­ión anula prácticame­nte la maniobra del tal Bonilla, consumada no sólo de manera ilegítima sino también inmoral. Esperemos que ese señor se dé ya por vencido y se dedique a cumplir el encargo que por dos años le otorgaron sus conciudada­nos, cuya voluntad quiso en mala hora torcer y desvirtuar… Aviso. El cuento que ahora sigue contiene, en el gerundio, una palabra que la Academia registra ya en su diccionari­o pero que no es admitida en sociedad. Para significar la acción que ese vocablo expresa hay que echar mano de eufemismos como “hacer el amor”, o verbos ajenos a nosotros, como “follar”, o que no dan cabal idea del acto, como “fornicar”. La palabra a la que me refiero es “coger”, sin perdón sea dicho, o sea practicar el coito. Resulta que Pepito iba por la calle de la mano de su tía Soleta, cuarentona célibe. En eso el chiquillo vio a un perro que con su hembra estaba llevando a cabo el acto natural tendiente a perpetuar la especie. Le preguntó a su tía: “¿Qué hacen esos perros?”. La tía se azaró ante la pregunta. Tosió, confusa, y dio al niño la primera explicació­n que se le vino. Le dijo: “Están jugando a los caballitos”. Volvió a preguntar Pepito: “¿A los caballitos cogiendo?”… FIN.

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