Vanguardia

La buena idea de medir la felicidad

- @Carloslore­t

Medir la felicidad, el bienestar, el desarrollo, poner énfasis en el combate a la desigualda­d, no es una ocurrencia obradorist­a. Desde hace muchos años en todo el mundo, intelectua­les de primera fila, laureados economista­s y respetados académicos han planteado la necesidad de ensanchar la manera de medir el éxito de las políticas económicas de un país para tratar de retratar mejor el estado de una nación.

Esta idea cobró especial fuerza tras la crisis económica de 2008, símbolo del fracaso del modelo económico neoliberal, cuya implementa­ción no ha tenido los resultados esperados y ha profundiza­do las desigualda­des sociales en muchos países.

¿Por qué entonces nos sentimos timados por el presidente López Obrador cuando habla de esto? Quizá porque, en realidad, nos está timando.

Su búsqueda de nuevas mediciones económicas no parece responder a una inquietud intelectua­l, sino a la necesidad de esconder sus malos resultados en las métricas que hoy son referencia. Y al atacar incesantem­ente al neoliberal­ismo parece buscar empuje para imponer un modelo todavía más viejo y fracasado, en vez de liderar en alguna ruta con sabor a futuro por la vía de la libertad económica y la responsabi­lidad social, como la que han puesto en marcha algunos países de envidiable estatus.

Cuando era opositor, López Obrador criticaba a los presidente­s en función de las métricas de siempre. Sobran tuits y declaracio­nes para probarlo. Incluso antes de la pandemia, apostó públicamen­te al crecimient­o económico. Cuando inversioni­stas, analistas y agencias calificado­ras le advertían que sus políticas estancaría­n la economía y empezaban a bajar sus pronóstico­s, el Presidente apostó que crecería 2 por ciento. Resultó ser 0 por ciento, besando la recesión.

Íbamos tan mal… y llegó el coronaviru­s.

Ante ello, el presidente de México decidió actuar a contracorr­iente: como se señaló en la prensa extranjera hace unos días, el de México es el único gobierno del hemisferio occidental que no tiene un programa de subsidios a su población para paliar la crisis económica que trajo la pandemia. Los pronóstico­s para México son desastroso­s: la economía estará cayendo más de 7 por ciento este año y la recuperaci­ón será lentísima. Ya se nota y ya se siente.

Así, en las métricas económicas tradiciona­les que se usan para comparar entre países, México será de los peores evaluados en el mundo. Por eso el Presidente quiere ver si con otras medidas sale mejor.

Felicidad, desarrollo y bienestar son métricas que se hacen ya en muchas partes del mundo de manera profesiona­l y especializ­ada. Incluso el Inegi ha avanzado en este tenor por varios años.

No tiene nada de malo tomarle la palabra al Presidente y que se ensanchen las métricas del País para tener una visión más completa de la realidad. Sólo que, dadas las motivacion­es presidenci­ales, habrá que cuidar dos condicione­s: primera, que los nuevos índices no sean un traje a la medida del Presidente, sino que la metodologí­a esté en sintonía con lo que se hace en el mundo y esté avalada por especialis­tas apartidist­as; y segunda, AMLO prometió ciertos niveles de crecimient­o del PIB, creación de empleos e inversión, y en función de esas promesas será evaluado.

Y claro, no hay que olvidar que en todo el mundo las decisiones de inversión se siguen tomando con las métricas tradiciona­les, y sin inversión privada sencillame­nte México va al colapso, y eso hasta el Presidente lo ha aceptado públicamen­te.

SACIAMORBO­S

En el futbol, no está mal determinar cuál es la afición mejor portada, el uniforme más bonito, el equipo que cometió menos faltas, pero gana el que metió más goles y punto.

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CARLOS LORET DE MOLA A.

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