Vanguardia

Buena noticia

- CATÓN

“Mi mujer es muy fría en el acto del amor”. Eso le contó don Carmelino a su compadre Pitorreal. Dijo éste: “Igual era mi esposa, pero descubrí que cantándole al oído la romanza italiana ‘Mattinata’ entraba de inmediato en ardimiento, tanto que me brindaba inéditos placeres y deliquios nunca antes conocidos”. Esa misma noche don Carmelino puso en práctica la idea. Apagó la luz y empezó a musitarle en la oreja a su mujer: “L’aurora di bianco vestita…”. Lo interrumpi­ó la señora: “El compadre la canta mejor”… El paciente del doctor Duerf le dijo al célebre analista: “Gracias por haberme curado mi problema de doble personalid­ad, doctor. Ahora nos sentimos mucho mejor”… En el departamen­to de Babalucas la hermosa chica le pidió con acento arrebatado: “¡Quiero que me hagas sentir mujer!”. “Cómo no –respondió el pavitonto–. ¿Me planchas esta camisa?”… Uno de los hobbies preferidos de mi familia han sido siempre los rompecabez­as, entretenim­iento para el cual hay que tener vista de águila y paciencia de benedictin­o. Los armaron mis padres, los armé yo con mi esposa y mis hijos y los arman ahora nuestros nietos. Mi querido tío Refugio se levantaba de la mesa apenas terminada la comida. “Me perdonan –se disculpaba–. Tengo mucho trabajo”. Y se iba a seguir haciendo el rompecabez­as que había comenzado. En las paredes de nuestra cabaña cuelgan algunos de esos rompecabez­as. Hay unos que representa­n las cuatro estaciones del año; otro muestra a una niñita de 3 ó 4 años en un granero, rodeada de pollitos y viendo con mirada de interrogac­ión un huevo de gallina. El único que no he podido colgar es uno de mil 500 piezas que armé yo solo, sin ayuda de nadie, una reproducci­ón de la Maja Desnuda de Goya. Muchos de nuestros rompecabez­as los compramos en Walmart, de Port Isabel, cuando todavía iba yo a la Isla del Padre antes de que jurara no pisar suelo americano mientras esté en la Casa Blanca ese patán llamado Trump, presidente de Estados Unidos y a veces también de México. Todo esto viene a cuento por el pago que hizo esa cadena de excelentes tiendas del adeudo que tenía con el fisco mexicano. Desde luego la cantidad pagada por ese coloso comercial equivale a quitarle un pelo a un buey, como dice la expresión popular, pero eso no amengua el reconocimi­ento a Walmart por mostrar respeto a las leyes mexicanas. Igual aplauso merece el presidente López Obrador, pues hasta donde se advierte ha suprimido las condonacio­nes o reduccione­s de impuestos, antiguo uso que daba lugar a toda suerte de transas y corrupcion­es. En medio del rompecabez­as que es la vida pública del País en este régimen, he ahí una buena noticia que no debe pasar inadvertid­a… Don Hamponio, el narco de la esquina, llevó a su esposa a cenar en “El Taco T”, restorán de ambiente mexicano. Un mariachi se acercó a la mesa y le dijo a la señora: “¿Nos permite tocarle ‘La rondalla’?”. Don Hamponio se puso en pie, violento, y le dijo al del tololoche: “¡Ustedes que le tocan eso y yo que los mando al otro mundo!”. (Nota: Quién sabe qué pensaría ese señor al oír lo de la rondalla. El mariachi se refería a la bella canción llamada así: “La rondalla”, obra del inspirado compositor aguascalen­tense Alfonso Esparza Oteo, autor también de “Albur de amor”, “Te he de querer”, “Estrellita marinera”, “Dime que sí”, “Pajarillo barranqueñ­o”, “No vuelvo a amar” y otras bellas composicio­nes de nuestra música popular)… Don Jorrino le comentó, desolado, a su mujer: “El doctor me dijo que soy estéril de nacimiento”. “Bueno –replicó ella–. Al menos alcanzaste a tener ocho hijos antes de que te diagnostic­aran el problema”… FIN.

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