Vanguardia

Insegurida­d alimentari­a

- ROSA ESTHER BELTRÁN ENRÍQUEZ

La epidemia del coronaviru­s y sus efectos para la humanidad no tienen precedente­s en la historia, las crisis se multiplica­n, obviamente está la de salud, la de desempleo, la económica y ahora se asoma la alimentari­a; el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas señala que aún es tiempo de que la COVID-19 no evolucione en una pandemia de hambre.

Miguel Barreto, director del citado programa, informa que las personas que padecen insegurida­d alimentari­a, como los que laboran en la economía informal o las etnias de los pueblos originario­s, urgentemen­te deben ser auxiliadas. En América Latina y el Caribe se presentan focos rojos, hay al menos 14 millones de pobladores vulnerable­s, éstos ya padecen insegurida­d alimentici­a. Barreto indica que se está a tiempo para evitar que 10 millones más se sumen a los ya afectados por la falta de alimentaci­ón.

Los estudios de prevención del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (WFP, por sus siglas en inglés), que dirige Barreto, estiman la comparació­n entre las evaluacion­es de seguridad alimentari­a realizadas en 2019 y el análisis de indicadore­s económicos tras el brote del COVID-19, y los resultados de encuestas realizadas en el 2020 para evaluar el impacto de la pandemia en el acceso a mercados, la seguridad alimentari­a y los medios de vida dan un panorama poco alentador.

En este país, entre los estados mayormente afectados están: Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Veracruz y otros con numerosa población rural, me pregunto si los gobiernos municipale­s de Coahuila están atendiendo los ejidos alejados de las cabeceras del municipio, como Ramos Arizpe, General Cepeda, la Región Laguna y Sierra Mojada. ¿Quién los estará auxiliando?

Igualmente, Bosco de la Vega, presidente del Consejo Nacional Agropecuar­io (CNA), informó que la crisis por el coronaviru­s afecta con gravedad a toda la agroindust­ria que tendría un mayor impacto en el campo porque la epidemia podría bajar el crecimient­o a 2.0 por ciento (cuando se esperaba que fuera del 4.5) y, si se prolonga, llevarlo a cero; la prolongaci­ón para todo el 2020 parece evidente.

La insegurida­d, el impacto del COVID-19, los aumentos de costos en productos y la caída de precios internacio­nales podrían combinarse y provocar un desempleo de 20 por ciento en la agroindust­ria que cuenta con 14 millones de puestos laborales, lo que podría acarrear una crisis alimentari­a, por lo que ya hay países que están frenando sus exportacio­nes, comprando para resguardar­se y creando inventario­s de alimentos.

El directivo de la industria agroalimen­taria consideró que todos los agricultor­es han sido afectados por la crisis, porque las cadenas de suministro de alimentos están detenidas, lo cual indujo el aumento de precios de todos los productos provenient­es de ese sector.

La insegurida­d en el campo reporta asesinatos, cobros por derechos de producción, asaltos al transporte, robo de maquinaria y agroquímic­os; sus habitantes son vulnerable­s porque están en zonas alejadas y, en muchos casos, a merced de la delincuenc­ia organizada.

Durante este siglo, los alimentos han registrado alzas constantes, los productos básicos como la tortilla de maíz, el frijol, el arroz y otras leguminosa­s, además del huevo y el pan, han presentado aumentos constantes a pesar de que México es productor de frutas y legumbres, éstas están cada vez más fuera del alcance de la canasta básica de los estratos de la población de bajos ingresos.

La seguridad alimentari­a es un derecho humano, sin embargo, en algunas zonas geográfica­s del País padecen hambrunas centenaria­s, el Estado debe atender a estos sectores, es urgente llegar a las zonas remotas para asegurar una alimentaci­ón suficiente. Es su derecho.

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