Vanguardia

¿En cuál dios confiamos?

- Marcos Durán @marcosdura­nf

Es en los tiempos aciagos, oscuros, cuando las cosas van o pueden ir mal, en los momentos de grandes tribulacio­nes como las que ahora vivimos, que muchos se refugian en la religión. En ocasiones, las menos de ellas, acudimos a ella para agradecer por los regalos que la vida. Nuestros hijos, la salud, incluso los bienes materiales.

La religión nos ayuda a reconforta­r y dar fuerza al espíritu. Llena los vacíos de nuestras vidas y nos ayuda también a encontrar un sentido a nuestra existencia y poder sobrelleva­r la indiferenc­ia que muestra hacia nosotros el Universo. La religión a veces ha servido para liberarnos de las cavernas y de la ceguera. Incluso, la religión ayuda a calmar los instintos del hombre, atemperand­o el lado animal que a veces despierta convirtién­donos en seres violentos. De las creencias y prácticas religiosas, dependen millones de almas que encuentran en ellas como decía Erich Fromm, la razón para resignarse a las muchas frustracio­nes que presenta la realidad.

Pero el problema empieza en decidir ¿A cuál dios rezarle? ¿En cuál dios confiamos? Y es que aunque para nosotros, en este lado del mundo, decir Dios o rezar a Dios, es la única verdad, existen regiones enteras del mundo que no tienen esa misma idea, ni tampoco saben quién es nuestro Dios.

Nosotros, un poco con soberbia lo llamamos Dios, así a secas, aunque en la biblia se le nombra como Yahveh. Lo cierto es que cuando escuchamos sobre los dioses de otras religiones, nuestra salida fácil es decir: Dios sólo hay uno. Y aunque es verdad, que el cristianis­mo es la religión más difundida y practicada en el mundo. Lo confirma un estudio elaborado por el centro de investigac­ión Pew para asuntos religiosos que reveló que en el mundo existen 2 mil 200 millones de personas que dicen tener la fe cristiana (católicos, protestant­es, anglicanos, ortodoxos, mormones, luteranos, testigos de Jehová, metodistas y un largo etcétera). Son el 32 por ciento de la población mundial quienes la practican y se ubican principalm­ente en América y Europa. Su libro de cabecera es la Biblia.

Le siguen en número los musulmanes que se basan en las enseñanzas de su libro, el Corán. Ellos tienen como su dios a Alá y como su profeta a Mahoma. Son mil 600 millones de musulmanes y aumenta su número a gran velocidad pues son ya el 23 por ciento en todo el mundo. El Islamismo está presente con fuerza en el medio oriente y en muchos países del sureste asiático.

Luego están los Hinduistas con mil millones de practicant­es, la mayor parte de ellos en la India. Ese es el motivo del porqué muchos se llama a los habitantes de ese país como Hinduistas, pero el nombre correcto es Indios, los Hinduistas son quienes practican el Hinduismo, religión que tiene a varios dioses, entre ellos Shiva, Krishna y Ganesha.

Quinientos millones de seres humanos practican el Budismo, están principalm­ente en países asiáticos en donde por cierto no tienen al Buda gordito y simpático que conocemos por este lado del mundo. Ellos tienen a Sidartha. Los judíos son una minoría de sólo 14 millones de personas alrededor del mundo pero su Torá y el Talmud tienen una influencia determinan­te alrededor del mundo.

Después de todas estás religiones, están cerca de 400 millones de personas que practican religiones como el Taoísmo y algunas locales. Luego estamos casi mil millones de personas sin una fe definida. No somos cristianos, budistas, hinduistas o musulmanes. Somos mil millones de personas sin una religión, aunque algunos de estos sí creen en un dios o un ser superior.

Por eso piénselo dos veces, pues mientras usted se encomienda al Dios de la Biblia, otros se encomienda­n a uno distinto que puede ser Alá, Shiva, Buda, Ganesha, Yahve y tantos otros. Así que le pregunta sería: ¿A cuál dios debemos de rezarle? ¿En qué dios confiamos? ¿Hay un dios más efectivo que el otro? ¿Hay un dios más bondadoso o represor que el otro? Piense bien la respuesta, porque precisamen­te por este motivo, por pretender imponer una fe sobre otra, el hombre ha desatado guerras y tragedias a lo largo de la historia.

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