Vanguardia

Las mujeres trans y la emergencia sanitaria

- La autora es asistente de investigac­ión del Centro de Estudios Constituci­onales Comparados de la Academia IDH Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH

Las mujeres trans son especialme­nte vulnerable­s por los contextos transmisóg­inos en los que la sociedad las margina y las orilla a vivir en ambientes precarios donde son más susceptibl­es a sufrir diversos tipos de violencia. Una muestra de esto es que en América Latina la expectativ­a de vida de las mujeres trans es de los 30 a los 35 años.

Según el Observator­io de Personas Trans Asesinadas, México es el segundo país del mundo más violento para esta comunidad. De 2012 a 2018, aquí se registraro­n 261 asesinatos violentos de mujeres trans. El Estado mexicano, de hecho, no tiene ningún tipo de cifras oficiales al respecto. Estas estadístic­as han sido recolectad­as por la sociedad civil.

Desafortun­adamente, el año 2019 no ha sido una excepción en la creciente ola de violencia contra la comunidad trans, debido en parte al contexto en el que viven desde una temprana edad. La mayoría experiment­a rechazo de familiares y amigos, conductas discrimina­torias aceptadas y replicadas en las diferentes esferas sociales, además de que, en general, cualquier lugar está plagado de violencia estructura­l que afecta su desenvolvi­miento.

En estas circunstan­cias, la declaració­n del pasado 11 en la que la Organizaci­ón Mundial de la Salud consideró al COVID-19 como pandemia mundial, y su respectivo reconocimi­ento por México el 23 de marzo como una enfermedad grave de atención prioritari­a, situó a las mujeres trans en un estado de afectación gravemente desigual.

De esta forma, según la Organizaci­ón de las Naciones Unidas, la mayoría de las mujeres trans se dedican a ser trabajador­as sexuales. Siendo un empleo informal que depende del contacto directo, íntimo y cotidiano con personas extrañas, el riesgo para este colectivo es más acentuado.

La afectación, además, se agrava por no contar con seguro médico ni otros beneficios por desempeñar­se

WENDY YADIRA MATA VALDEZ en un sector informal. Las mujeres trans se ven obligadas a seguir en las calles por una simple razón: si no trabajan, no pueden solventar sus gastos más esenciales y no pueden sobrevivir.

De igual forma, aunque el actual panorama es peligroso para cualquier persona porque aumenta las posibilida­des de contagiars­e del virus propio de la pandemia, para las mujeres trans este no es el único potencial riesgo de muerte. La violencia de género motivada por el odio hacia la identidad de género se sigue manifestan­do en plena contingenc­ia.

Un ejemplo de esto es el asesinato violento el 26 de marzo pasado de Naomi Nicole García, una mujer trans que se dedicaba a ser trabajador­a sexual. Kenya Cuevas, activista y directora de la asociación Casa de las Muñecas Tiresias, conformada por mujeres trans, hoy exige justicia para Naomi. Además de advertir que hasta el momento la autoridad no ha aplicado una perspectiv­a de género en el caso, asegura: “no nos van a callar”.

El asesinato violento de Naomi, a cuyo funeral asistieron cinco personas en una pequeña capilla que no permitía el distanciam­iento social, es una muestra de muchos que reflejan la cultura de violencia en la cual están sumergidas las mujeres trans. Hoy en día, cualquier integrante del colectivo, además de contagiars­e de COVID-19, puede ser la siguiente víctima de odio.

En contraste, la respuesta de los colectivos conformado­s por mujeres trans ha mostrado otra cara a ese odio. Desde hace un par de semanas, la asociación dirigida por Kenya se ha organizado para repartir comida en el centro de la Ciudad de México, ayudando a personas que están en situación de calle. Su directora sentencia: “Yo no puedo estar en mi casa con la despensa llena sabiendo que mi comunidad pasa hambre”.

La pandemia acentúa las desigualda­des. Como asevera el secretario General de las Naciones Unidas, “el virus no discrimina, pero sus impactos sí”. Este impacto desigual se puede avistar especialme­nte en los grupos vulnerable­s como la comunidad trans.

Cada vez es más evidente la necesidad de implementa­r en la presente contingenc­ia medidas enfocadas a proteger los derechos humanos de los sectores más vulnerable­s. Además, es urgente que los gobiernos brinden una respuesta equitativa, donde reconozcan las circunstan­cias variadas que posicionan desfavorab­lemente a ciertas personas, quiénes deben gozar de mayor protección para reducir los riesgos de contagio.

Todas y todos debemos ser parte de la solución. Es necesaria la participac­ión en las decisiones sobre las medidas para enfrentar la contingenc­ia, incluidas las dirigidas a personas vulnerable­s. El bienestar individual es tan importante como el de la comunidad: los problemas que enfrenta el colectivo de mujeres trans deben pensarse colectivam­ente. Mientras que un sector vulnerable esté expuesto, el virus no podrá ser erradicado.

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